
Amurallada, sobria y cargada de historia, Ávila se alza a más de 1.100 metros sobre el nivel del mar como una de las ciudades más especiales de Castilla y León. Su trazado medieval, presidido por su famosa muralla románica casi intacta, resguarda un casco histórico que conserva el pulso espiritual, literario y arquitectónico de siglos pasados. La localidad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, combina patrimonio religioso, tradición castellana y legado teresiano en un entorno que invita al recogimiento y la contemplación.
Su visita es algo obligatorio, pues cuenta con uno de los conjuntos monumentales e históricos más impresionantes de España. Así, perderse por su judería, sus plazas y sus calles, descubre rincones sorprendentes y llenos de historia. Tanto es así, que apenas a diez minutos a pie del centro histórico de Ávila, donde las murallas románicas siguen delimitando el pulso de una ciudad detenida en el tiempo, se alza uno de los monumentos más espectaculares de la provincia: el monasterio de la Encarnación.
El conjunto, sobrio y silencioso, no es solo una de las muestras más representativas de la arquitectura conventual castellana del siglo XVI, sino también un espacio profundamente vinculado a la vida y obra de Teresa de Jesús, la cual pasó la mayor parte de su vida entre sus paredes.
El hogar de Teresa de Jesús

El Monasterio de la Encarnación se funda en 1478 por Doña Beatriz de Higuera en el interior de la ciudad amurallada. Sin embargo, su emplazamiento actual a las afueras de la ciudad tiene su origen a principios del siglo XVI. En este momento, la abadía se construyó sobre “unos terrenos adquiridos al Cabildo y que, anteriormente, había sido el cementerio judío”, explican desde la web de turismo de Ávila. A su vez, el monasterio es conocido por ser el hogar de Santa Teresa de Jesús, quien ingresó en 1535, con veinte años, como novicia en la orden del Carmelo y allí permaneció casi ininterrumpidamente hasta 1562.
El convento, uno de los más numerosos de la ciudad en aquel momento, contaba con una comunidad que superaba el centenar de religiosas y acumulaba importantes bienes patrimoniales. No era, sin embargo, un lugar de vida austera: las diferencias sociales entre las monjas eran notables y las reglas de clausura se aplicaban de manera poco estricta. De este modo, durante esos 27 años se ideó la Reforma Carmelita, un movimiento de renovación de la Orden del Carmelo, impulsado por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz a partir de 1562. El objetivo era volver a la sencillez y pobreza de los primeros eremitas del Monte Carmelo.
Fue también aquí donde recibió el apoyo espiritual de figuras como Francisco de Borja y Pedro de Alcántara, con quienes compartía la inquietud por devolver al convento una vida de recogimiento y pobreza. Además, Santa Teresa comenzó a escribir en este monasterio El libro de la vida, y desde este lugar partió para fundar, con enormes dificultades, el convento de San José, el primero de los conventos reformados que darían forma a la rama descalza del Carmelo.
Un museo teresiano y una rica arquitectura

En cuanto a su arquitectura, el monasterio se levantó con una estructura formada por cuatro naves dispuestas en torno a un patio central, presidido por un claustro de dos plantas que aún hoy se conserva. Asimismo, a finales del siglo XVI, la celda que ocupó Teresa fue transformada en oratorio, y se proyectó la construcción de una capilla conmemorativa que no vería la luz hasta más de un siglo después. En 1717 se inauguró la capilla de la Transverberación, edificada sobre cuatro arcos torales y rematada por una cúpula semiesférica. Su configuración actual responde a los cánones del barroco religioso, cargado de simbolismo y teatralidad.
El conjunto conventual experimentó importantes transformaciones en el siglo XVIII. El interior de la iglesia original fue rediseñado bajo una estética plenamente barroca. La planta adoptó forma de cruz latina, con una nave única cubierta por bóveda de cañón, cúpula con pechinas y linterna. Tanto los altares como los retablos, de factura posterior, responden también al gusto ornamental de la época. La gran espadaña, levantada en 1715 en la fachada sur del monasterio, completa el perfil arquitectónico del edificio.
Por otro lado, el monasterio cuenta también con un museo dedicado a la vida y obra de Teresa de Jesús, gestionado en colaboración con el Obispado de Ávila. Entre sus piezas más destacadas figura un dibujo atribuido a San Juan de la Cruz que representa a Cristo crucificado, una de las pocas obras plásticas conservadas del místico carmelita. Además, todo el conjunto fue declarado Monumento Nacional en 1983, consolidando su importancia como uno de los espacios esenciales del legado espiritual, literario y reformista de Teresa.
Aún hoy, la comunidad carmelita que lo habita mantiene viva la tradición de clausura que marcó la vida de la santa, y abre sus puertas a quienes buscan comprender, desde el silencio y la piedra, uno de los capítulos más significativos del siglo XVI español.
Cómo visitarlo: horario y precios
Para visitar el monasterio de la Encarnación se debe tener en cuenta su horario, el cual varía en función de la época del año. Entre el 1 de octubre y el 31 de mayo, el horario es de:
- Lunes a viernes: de 13:30 a 15:30 h y de 16:00 a 18:00 h (último pase 30 minutos antes del cierre).
- Sábados, domingos y festivos: de 10:00 a 13:00 h y de 16:00 a 18:00 h.
Por su parte, del 1 de junio al 30 de septiembre, el horario se amplía y se mantiene uniforme todos los días: de 10:00 a 13:00 h y de 16:00 a 19:00 h. En todos los casos, el último pase se realiza 30 minutos antes del cierre. Durante la Semana Santa, el horario se reduce en determinados días, como el Viernes Santo, en el que las visitas se permiten únicamente por la mañana, de 10:00 a 13:00 h. En cuanto al precio, la tarifa general es de 2 euros por persona, con una entrada reducida de 1,5 euros para grupos. La entrada a la iglesia es gratuita.
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