
Se estima que en España se aglutinan alrededor de 10.000 castillos y fortalezas, lo que demuestra el alto valor cultural y monumental que alberga nuestro país. Así, son el reflejo vivo de la historia que vivieron sus muros en formas de batallas, traiciones o acontecimientos imprescindibles para el devenir de España. A esto se le suma su valor artístico, pues muchos son ejemplos arquitectónicos únicos en el mundo que entremezclan diversos estilos.
Pero no solo es eso, pues muchos otros fueron perdiendo su función primigenia y han sido convertidos en museos, edificios institucionales, galerías de arte o incluso hoteles. Tanto es así, que en la bonita ciudad de Toledo, en la margen derecha del río Tajo y muy cerca del puente de Alcántara, se ubica el castillo de San Servando. Este se ubica en lo alto de una colina con el mismo nombre, siendo testigo de diversas etapas de la historia de la ciudad, desde la época medieval hasta la actualidad. A su vez, a día de hoy se ha reconvertido y habilitado para ser un albergue juvenil.
De fortaleza a albergue juvenil

El análisis de los restos materiales hallados sugiere que el Castillo de San Servando tiene sus orígenes en una construcción de época islámica. Esta puede estar relacionada con las fortificaciones de Toledo mencionadas en las fuentes islámicas, especialmente la que se encontraba en el Puente de Alcántara, que jugaba un papel clave en el control de la ciudad. Tras la toma de Toledo por los musulmanes, el rey Alfonso VI, en 1088, eligió este emplazamiento frente al puente para fundar un monasterio dedicado a los santos San Servando y Germán, de ahí el nombre del castillo.
Igualmente, a lo largo de su historia, el castillo pasó por diversas manos. Fue propiedad de la Catedral de Toledo y de la Alcaldía, hasta que, debido a su deterioro, el Estado lo adquirió en 1874 y lo declaró monumento nacional. A pesar de esta protección, el castillo continuó sufriendo el abandono durante varias décadas. No fue hasta 1945 cuando se emprendió su reconstrucción, que se prolongó hasta 1958, restaurando la estructura y convirtiéndolo en un colegio menor y albergue universitario.
Una robusta arquitectura

Durante la restauración, se respetó el trazado original del castillo. Se aprovechó el perímetro exterior que aún se conservaba, perteneciente a la edificación construida a finales del siglo XIV, y se reconstruyó su interior desde cero. Igualmente, el castillo está edificado en mampostería y destaca por el uso de ladrillo rojo en el coronamiento de sus torres y muros, especialmente en el lado meridional.
En cuanto a su arquitectura, presenta planta de forma rectangular, orientada de sur a norte. En tres de sus esquinas se alzan torres circulares huecas, una de ellas de gran tamaño. Además, en el lado sur se encuentra otra torre intermedia. En las torres se conservan matacanes de ladrillo, sostenidos por mensulones de piedra ondulados, y con un arquillo ornamental lobulado en su parte frontal.
Igualmente, en la entrada principal se ubica en una torre del homenaje en la fachada norte, que recuerda a la gran torre albarrana de la Almofala y a la Puerta del Sol. Sin embargo, actualmente la puerta principal se encuentra en la fachada este del castillo, donde se ha habilitado el acceso al albergue juvenil que ocupa el edificio en la actualidad.
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