
Sergio Contreras Pardo, más conocido como Koke, tuvo una existencia marcada por recorridos dispares dentro y fuera del fútbol profesional. Su paso por la Primera División con el Málaga auguró una carrera prometedora, que luego incluyó etapas en el Olympique de Marsella y el Rayo Vallecano, entre otros. Sin embargo, sobre el césped nunca consiguió una carrera consagrada: “Yo ganaba tal vez un millón de euros al año”, relató sobre sus ingresos en la élite futbolística.
Sus años en distintos clubes le permitieron mantener un nivel de vida acorde al de un profesional de nivel medio, aunque las cifras. Nunca llegó a ser una estrella del fútbol. El reconocimiento masivo tampoco llegó. Por eso, la imagen pública de Koke se mantuvo alejada de las portadas, hasta que su nombre apareció asociado a causas judiciales de peso.
En 2023 la vida de Sergio Contreras tomó un rumbo radical. Tras ser condenado a seis años de prisión por dirigir una organización internacional dedicada al tráfico de cannabis, sus declaraciones generaron fuerte impacto. Desde una villa en Marbella, en entrevista para Canal Plus Francia, Koke explicó su salto al mundo del crimen desde la óptica de las ganancias: “Como jugador de fútbol, tienes suerte de ganar mucho dinero. Yo ganaba tal vez un millón de euros al año. En el otro negocio, ganas en dos meses lo que puedes ganar en un año en el fútbol. Pero estás arriesgando tu vida”. La comparación directa entre ambos mundos dejaba entrever la magnitud de la tentación y el coste personal provocado por esa elección.

Durante sus años en el terreno de juego, los ingresos rondaban los 80.000 euros mensuales. Sin embargo, el negocio ilegal prometía generar esa misma cantidad en un plazo ínfimo, con un grado de exposición y peligrosidad mucho mayor. El atractivo del dinero fácil y rápido terminó siendo un factor determinante, pese a los riesgos inherentes.
Su relación con el delito no era nueva. Koke había sido arrestado en 2019 dentro de la operación Maskoke, en un operativo de la Guardia Civil que incautó una tonelada de hachís y varias armas de fuego. En aquella ocasión, permaneció privado de libertad durante un año y ocho meses, hasta pagar una fianza de 15.000 euros. Al salir, lejos de abandonar la actividad ilegal, decidió aumentarla de escala, asumiendo la jefatura de una red que transportaba droga a través de Europa utilizando camiones.
La condena de Koke Contreras
Para 2023 la justicia volvió a sentarlo en el banquillo, enfrentando una petición fiscal de 16 años de prisión. El exjugador optó por asumir su responsabilidad y pactó una condena de seis años. “Tengo contactos por todas partes, ¡pero no soy Pablo Escobar! Cuando escuchas eso de ‘traficante internacional’ te dices: ¿Qué carajo he hecho?”, confesó entre la frustración y la sorpresa ante su propia situación. En prisión, su antiguo estatus de futbolista no significó protección ni privilegios. Koke explicó cómo la convivencia tras las rejas no cambia por la fama anterior: “Conocía a todos, pero ser futbolista no cambia nada. Había muchos franceses, incluso marselleses. Vi muchas camisetas del Olympique de Marsella en prisión”. Ni las viejas glorias del vestuario ni el reconocimiento sirvieron de escudo en ese entorno.
Reflexionando sobre la peligrosidad de ese mundo, señaló: “En Francia, te pueden matar muy rápidamente por eso. Aquí en la cárcel también te pueden matar, pero no tengo miedo. La prisión está abierta para los estúpidos. Voy a volver a prisión, no sé por cuánto tiempo, pero tengo sentencia hasta 2027”. Su análisis sobre la vida penitenciaria no ocultó las dificultades inherentes: “El estar aquí te hace vivir cosas impensables y pensar como un preso”, aunque reconoció que “pasar por la cárcel no es lo peor del mundo”.
En sus declaraciones, también lanzó un mensaje público: “Me gustaría transmitir a la sociedad que somos personas normales, que la presunción de inocencia tiene que existir, que por pasar por la cárcel no se puede excluir a las personas, todos merecen una oportunidad”. La trayectoria de Koke pone en relieve el choque entre las promesas del deporte profesional y la precariedad real que pueden vivir muchos deportistas. Su historia se convierte en la de alguien que, ante dos opciones, optó por la más lucrativa y peligrosa, una decisión que ahora lo mantiene en prisión por varios años, reflexionando sobre las verdaderas consecuencias de ese camino.
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