
En los últimos días, el nombre de Lamine Yamal ha estado en el centro de la polémica tras la celebración de su 18 cumpleaños que ha sido objeto de una denuncia pública por parte de la Asociación de Personas con Acondroplasia y Otras Displasias Esqueléticas con Enanismo (ADEE).
La asociación considera que la contratación de personas con enanismo para espectáculos es una práctica discriminatoria y denigrante, que perpetúa estereotipos y atenta contra la dignidad de este colectivo. ADEE ha anunciado su intención de emprender acciones legales y sociales, recordando que la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad prohíbe expresamente este tipo de espectáculos.
Este episodio ha generado un intenso debate en redes sociales y medios de comunicación, reabriendo la reflexión sobre la responsabilidad social de las figuras públicas y el respeto hacia la diversidad.
Como abogado y defensor de los derechos de los jóvenes deportistas, considero imprescindible aportar una visión equilibrada y humanizadora sobre este caso.
La juventud no es delito
Lamine Yamal acaba de cumplir 18 años. Es decir, es apenas un adulto legal, pero sigue siendo un joven con derecho —y necesidad— de disfrutar, equivocarse y aprender. Celebrar su mayoría de edad no debería ser motivo de escarnio público. La sociedad tiende a olvidar que detrás del futbolista mediático hay una persona en pleno proceso de maduración, con inquietudes, ilusiones y, por supuesto, ganas de divertirse como cualquier chico de su edad.
El peso desproporcionado de la fama
La fama es una espada de doble filo. Aporta privilegios, sí, pero también una presión constante y una exposición que puede resultar asfixiante. Los errores de cualquier joven suelen quedar en el ámbito privado; los de Lamine, en cambio, se amplifican y se convierten en debates nacionales. Es injusto exigirle una madurez absoluta cuando ni siquiera ha tenido tiempo de vivir con la naturalidad de quien no está bajo el escrutinio público.

El peligro de no estar bien asesorado
En mi opinión como experto aquí radica uno de los mayores riesgos: la falta de un equipo profesional que oriente, proteja y eduque a jóvenes talentos como Lamine. La gestión de la imagen pública, la toma de decisiones y la prevención de situaciones controvertidas no pueden recaer únicamente sobre los hombros de un chico de 18 años. Es fundamental que cuente con expertos en comunicación, derecho, psicología y gestión de crisis que le ayuden a navegar por el complejo mundo del deporte y la fama. Un buen asesoramiento previene malentendidos y polémicas innecesarias, protege la reputación y la salud mental del deportista y permite que el joven se concentre en lo verdaderamente importante: su crecimiento personal y profesional.
Una llamada a la empatía
Como sociedad, debemos ser más empáticos y responsables. No se trata de justificar prácticas que puedan resultar ofensivas para ciertos colectivos, sino de entender el contexto y la edad del protagonista. Lamine Yamal merece comprensión, orientación y la oportunidad de aprender de sus experiencias, no una condena social anticipada. El verdadero reto está en rodearle de profesionales que le ayuden a gestionar su imagen y sus decisiones, y en que todos —medios, aficionados y sociedad— recordemos que crecer bajo los focos no es tarea fácil para nadie.
*José Montero es abogado y CEO de Montero de Cisneros Abogados.
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