El Real Madrid convence. Los blancos tenían por delante un encuentro decisivo: la clasificación para octavos de final del Mundial de Clubes. Ya en el partido ante el Pachuca evidenciaron un cambio en la sintonía del equipo. Una nueva cara que quedó constatada durante el duelo ante el Salzburgo, con presiones altas y un juego directo y dinámico. Fueron los reyes y señores del partido con un dominio que hacía tiempo que no mostraban. El primer tanto llegó de las botas de Vinicius, tras un pase largo de Bellingham. Fede Valverde sería el encargado de hacer el segundo. Gonzalo, que llevaba todo el partido buscando su tanto, lo consiguió en el 85 para dejar el partido visto para sentencia.
Durante el partido ante Pachuca, el Real Madrid ya mostró una cara distinta. Sobre el césped, el equipo mostró pocos rasgos de la era Ancelotti y muchos destellos de la de Xabi Alonso. El cambio fue evidente. Los blancos fueron capaces de neutralizar la desventaja que la expulsión de Asencio en el minuto seis de partido les provocó en la estructura y la estrategia. Encararon con solvencia el encuentro a pesar de las inconveniencias. Contrarrestaron la expulsión corriendo, tirando de garra. La mano del técnico donostiarra ya comenzaba a notarse. Un sentir que quedó constatado durante el encuentro ante el Salzburgo, donde tan solo necesitaron unos minutos para mostrar una imagen completamente diferente a la que acostumbraban.
Presión alta y juego directo. Los jugadores del Real Madrid corrieron por el estadio Lincoln Financial Field. No había un solo rincón del verde, en el que no hubiera un jugador con la camiseta negra (los de Xabi Alonso jugaban con la segunda equipación). Llegaban a absolutamente todo. Se convirtieron en la peor pesadilla de los jugadores de Salzburgo. A la alta presión se sumaba la conexión entre los futbolistas. Tocaban los acordes de una misma sintonía, la que Xabi Alonso les indicaba batuta en mano desde la banda. Las ocasiones no dejaron de sucederse con las bandas como principal aliado y balones a la espalda de la defensa austríaca. Unas embestidas que el Salzburgo trató de achicar como pudo.
A punto estuvieron de conseguirlo durante los primeros 45 minutos, pero no fue posible. Bellingham consiguió robar un balón en la mitad de su campo, levantó la cabeza y mandó un balón largo a Vinicius que no lo pensó dos veces y enfiló la portería rival. En la frontal realizó un recorte para sacudirse a los defensas de encima y armó un disparo cruzado donde Zawieschitzky no llegaba. Con ventaja en el marcador y la confianza por las nubes, los blancos se lanzaron al ataque para tratar de cerrar el encuentro cuanto antes. El segundo gol no tardó en llegar. Fue en el 47 de la primera parte, en el tiempo añadido. Vinicius cogió el balón en el área y sacó de la chistera un recurso para sorprender a los defensas y a los aficionados por igual. Con un taconazo impecable, al más puro estilo Guti, dejó un balón muerto para que Valverde rematara a placer y mandara el balón al fondo de la red.
Gonzalo deja el partido visto para sentencia
La primera parte se cerró con una ventaja de 0-2 en el marcador. Ya en los segundos 45 minutos, los blancos bajaron una marcha. La presión ya no era tan alta como la de la primera mitad. El Real Madrid se sentía con cierta ventaja. Se sentía cómodo. Esa falta de intensidad trató de aprovecharla el Salzburgo sin demasiado. Llegaron a la portería de Courtois, pero sus ataques no fueron lo suficiente contundentes para batir al portero belga. Los minutos fueron pasando mientras el club austríaco rondaba la portería blanca sin llegar a certificar el tanto.
Una vez más llegó el momento de los cambios, de dar oportunidades y minutos a aquellos que no aparecían en el once titular. Modric, Jacobo y Rodrygo fueron los elegidos para saltar al terreno de juego. Minutos más tarde llegaba el turno de Ceballos y Brahim, quienes intentaron tirar del equipo para hacer un tanto más, que acabaron consiguiendo. A falta de cinco minutos para que terminara el tiempo reglamentario, Alexander-Arnold cogió el balón y mandó un pase profundo para Gonzalo, quien tras una gran cabalgada se quedó mano a mano con el portero y con una picadita, mandó el balón al fondo de la red. Unos minutos más tarde, el árbitro pitada el final del partido certificando la victoria y el pase a octavos de final del club español.
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