
Hay imágenes que valen más que mil palabras. La regla vale incluso para la radio, un medio de comunicación en el que la palabra prevalece sobre todo lo demás; incluso para Isaías Lafuente, alguien que, a lo largo de cuatro décadas, ha dedicado toda una carrera a cuidadarlas y vigilar que las usemos bien. Por eso, cuando un día cualquiera en el programa de siempre, La Ventana de Cadena SER, su nombre sonó junto a las otras palabras, las de “Premio Ondas a la trayectoria o mejor labor profesional“, él se quedó sin ellas. En cambio, la imagen de su rostro sorprendido y emocionado, acabó volviéndose viral en redes sociales.
“Sentí lo que se ve”, reconoce el periodista, “yo no me había presentado a la candidatura, era un premio que yo imaginaba para otros compañeros y compañeras más mayores, un poco al límite de la jubilación o que ya lo hubieran dejado”. Pese a no encontrarse en ese punto, lo cierto es que Isaías cuenta ya con una trayectoria más que extensa. Hace casi cuarenta años, en 1986, entró como becario en una radio que, tal y como explica, “se parecía más a la radio de 1924 que a la de 2025″: se escribía a máquina, había que ir a la discoteca para encontrar el disco de la canción que se quería poner, se trabajaba con cintas recortadas y empalmadas.
Fue entonces cuando Cadena SER se propuso hacer un programa matutino que actualmente escuchan varios millones de personas, Hoy por hoy, el cual juntó a cuatro seniors y cuatro becarios. “Ahí entré y ahí me quedé durante 20 años”, sonríe Isaías, quien acabaría siendo subdirector de ese mismo espacio radiofónico. Más adelante, llegarían otros programas: A vivir que son dos días y La Ventana, donde permanece desde hace años con secciones como Lo que queda del día, La palabra del día o Unidad de vigilancia lingüística, un espacio (ganador de otro Premio Ondas) en el que se dedica a detectar y corregir errores cometidos por los propios periodistas, .

Un “secundario” de la radio
- Pregunta: ¿Has visto el vídeo en el que se te ve enterándote en directo del Premio?
- Respuesta: Bueno (ríe), mira que el streaming no me gusta mucho, pero la imagen dio fe de lo que me pasó. Fue una absoluta sorpresa. Además, siempre piensas que ese tipo de premios se lo lleva alguien con perfil de estrella.
- P: ¿No te sientes una estrella?
- R: Para nada. Cuando me dieron el Ondas por la Unidad de vigilancia lo recibí en nombre de todos los secundarios de la radio, porque creo que ese es un papel muy importante en la radio y yo me siento eso. Soy un obrero de la radio, he llegado donde he llegado, hago cada día mi trabajo, y es verdad que trabajamos en un medio de comunicación importante, pero jamás he tenido la sensación de ser una estrella ni ha estado entre mis objetivos.
- P: ¿En quién pensaste primero al saber que habías recibido el premio?
- R: En Iñaki (Gabilondo, primer director del Hoy por hoy). Él lo anunció y fue una doble emoción por el hecho de que así fuera. Fue la primera persona relevante junto a la que trabajé y, lo poco que sé de la radio, me lo ha enseñado él en un gran porcentaje.
- P: ¿Ha cambiado mucho la radio desde entonces?
- R: Lo que más se ha transformado es lo tecnológico, que a la radio, así como a otros medios les ha podido perjudicar, le ha venido muy bien. Hemos podido ampliar el altavoz que teníamos, perfeccionar la calidad, producir más rápido y muchísimo mejor. La radio siempre ha sido la hermana pobre de los medios audiovisuales, pero siempre se ha sabido reinventar y aprovecharse. También hay peros: hacemos más cosas con menos gente, se ha precarizado un poco el trabajo y, mirando a algunos jóvenes, hay muchos que llegan con la fecha de caducidad en la frente porque no se les ofrece un camino profesional. Es triste y frustrante, porque esa persona llega a la radio formada incluso mejor que nosotros cuando llegamos entonces. La radio necesita buenos profesionales y buenos periodistas, pero para eso necesitamos dejarlos madurar. Si no, la calidad comenzará a precarizarse en algún momento también.
- P: No parece un problema de fácil solución
- R: Es complicado. No afecta solo a la radio, sino a todos los ámbitos laborales que además se multiplica con otras circunstancias que no tienen nada que ver con las empresas. La vivienda, por ejemplo. Tiene difícil solución pero, como no se ponga fin a la precariedad en algún momento, todo explotará. Yo, desde luego, si fuera joven estaría protestando mucho.

Un árbitro y un reglamento
- P: ¿Cómo nace la idea de hacer una Unidad de Vigilancia Lingüística?
- R: En una reunión de trabajo de 2004, planeábamos cómo conmemorar el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Iñaki quería hacer algo relacionado con la lengua, y entonces le propuse hacer una sección en la que cada semana metiera nuestros errores al hablar en directo. Me compró la idea, primero fue un espacio de diez minutillos y luego fue creciendo. Cuando se fue Iñaki y llegó (Carles) Francino, casi la única sección con la que se quedó para el nuevo Hoy por hoy que él iba a asumir fue la Unidad de Vigilancia. Francino la ha cuidado mucho y la ha hecho crecer. Le va la marcha, la verdad (ríe), tanto a la hora de hacer autocrítica como de tener un espacio en el que intentamos hablar mejor sin grandes oropeles.
- P: Una autocrítica humilde...
- R: Y muy democrática, porque aquí cabemos todos: desde el consejero delegado de la empresa hasta el becario recién llegado; desde el rey al concejal. Y, por supuesto, los que más hemos entrado hemos sido Francino y yo, porque al vigilante (los oyentes son los que muchas veces envían a Isaías los errores que han escuchado) le gusta la caza mayor. Como soy de los que más recibe, eso me da cierta autoridad para meter al resto de compañeros. Y casi nadie se ha quejado por ello.
- P: Yo te imagino como un árbitro en un partido de fútbol al que los jugadores están diciéndole todo el rato que eso que ha pitado no es falta.
- R: Y a veces no es falta (ríe), a veces los oyentes se equivocan y yo me equivoco, aunque lo normal es acertar. Es verdad que yo tengo el papel del árbitro y tengo también mi reglamento, que es el diccionario. Eso sí, también contemplo ese reglamento con una cierta distancia, porque la lengua la vamos creando cada día todos y hay errores, que son los que más me interesan, que anuncian que la lengua está cambiando. O sea, yo he corregido cosas que ya están en la norma y que ya se han aceptado, porque con el paso del tiempo la Academia ha terminado por aceptar algo que ya se había extendido entre los hablantes. Ahora, por ejemplo, estamos con el pasado del verbo “andar”. Hay un montón de gente que dice “andé”, incluso los que saben que se dice “anduve”, y estoy convencido de que, aunque nosotros llamemos la atención desde la Unidad, algún día será aceptado por la norma.
- P: ¿Tú dices “andar” o “anduve”?
- R: Yo... digo “anduve”, pero tengo que esforzarme.

Los mejores (y peores) errores de la ‘Unidad de Vigilancia Lingüística’
- P: ¿Cuáles son los errores que más te duele corregir?
- R: Los que son fruto de la incultura o el descuido.
- P: ¿Alguno que hayas escuchado mucho últimamente?
- R: Ahora tenemos uno muy frecuente por esta cosa de hablar rápido, que parece tan moderna: “Ha sido detenido el presunto asesino Nel Gómez”. Nel Gómez no es el presuto asesino, nos convendría poner una pausa, un “nos informa Nel Gómez”, para que quede claro. En la radio puntuamos con los silencios, y aunque a veces estamos constreñidos por el tiempo, no es algo que se resuelva hablando más rápido, sino concretando el mensaje.
- P: ¿Y el que más te ha hecho reír?
- R: Hay muchos. Una compañera a la que le tocaba hablar del tráfico en Madrid dijo que había habido problemas “en la carretera de La Cirula”. Claro, cuando lo escuchamos, nos empezamos a partir y le preuntamos. Resulta que la carretera de “la Cirula” era la de “La Coruña”. Otra compañera un día dijo que iban a caer fuertes rubias, en vez de fuertes lluvias. Son clásicos, que no prescriben. Hay otro de Francino, un día que estaba anunciando una nueva sección en la que iba a dar voz a algunos de sus oyentes. “Visiones particulares de ciudadanos anónimos”, dijo, y a continuación siguió: “Como Francisco Guerrero, por ejemplo, que está casado, tiene dos hijos, es de Alcázar de San Juan”, es decir, era lo menos anónimo que te puedes echar a la cabeza (ríe).
- P: Yo siento debilidad por los errores con los refranes, que también aparecen mucho.
- R: Son muy divertidos, hay uno de Javier Álvarez (responsable de la información judicial en cadena SER); “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, aplícate las tuyas”. De repente, le surgió así, cuando en realidad es “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. A veces empezamos a decir algo, no sabemos cómo acabarlo y terminamos de cualquier manera. Así hay un montón, de “a buenas horas mangas largas” a “a buenas horas mangas cortas”, cuando en realidad las mangas son verdes.
- P: Hay personas a las que les da igual equivocarse hablando mientras se les entienda. ¿Qué les dirías?
- R: Que la palabra es una herramienta que hemos tardado en construir miles de año. Nuestro idioma, concretamente, tiene diez siglos, y aún está en plena construcción. Tenemos todo el derecho del mundo a modificarlo, pero siendo conscientes del qué, el cómo y el por qué. La palabra es lo único que nos queda cuando estamos desnudos. Puedes cuidar mucho tu aspecto, ponerte la mejor ropa, hacerte el mejor peinado, pero en cuanto abres la boca te retratas.
- P: ¿Te preocupa que haya gente así?
- R: La soberbia ha existido siempre, y me temo que, aunque le digamos a un soberbio que se ha equivocado, él seguirá igual porque la gilipollez no se cura ni con recomendaciones. Me preocupa más el que se equivoca y tiene alrededor a una camarilla que no se atreve a decirle que se ha equivocado, bien porque está en una posición superior o por desidia. Para corregir nuestros errores tenemos que tomar conciencia nosotros, y de que a veces no decimos lo suficiente.
La importancia de la memoria
- P: En el fallo del Premio Ondas, hay cuatro conceptos que se asocian a tu nombre: prestigio, rigor, creatividad y labor divulgativa. Creo que falta una idea más, que es la de memoria. Has publicado varios libros
- R: Me parece de justicia y una necesidad del ciudadano saber de dónde venimos. El presente hay que vivirlo como se conduce un coche, con la mirada al rente, por supuesto, pero con los retrovisores bien colocados porque si no te puedes pegar una melonada en cualquier momento. Yo vivo así la vida, y una vez que te metes y vas profundizando, vas descubriendo que en la memoria del franquismo también hay olvidados.
- P: Y olvidadas.
- R: Esa es una de las cosas que más me ha interesado de la memoria. Las mujeres han sido las grandes olvidadas y las grandes víctimas de la represión. En la República, había visto cómo de repente era considerada una ciudadana igual que sus hermanos, sus compañeros y sus familiares varones, pero de repente las volvieron a recluir en casa. así han vivido dos o tres generacines de mujeres en este puñetero país. ¿Cómo no te va a interesar esa memoria? ¿Cómo no vas a reivindicarla, ni a intentar sacar de la sombra los nombres de esas mujeres? Eso es lo que he procurado hacer a través de los libros, y también a través de la radio cuando he tenido ocasión. Hay que vivir con memoria.
-P: Cuando supiste que habías ganado el premio, dijiste que ya ibas “viendo el final” de tu carrera. ¿A ti cómo te gustaría ser recordado? ¿Hay algo que te quede por hacer?
- R: Quedarme como estoy. Si ahora la dirección de la SER me dijera que me hiciera cargo de algo... (resopla). Me queda poco tiempo y he trabajado mucho. Cuando entré en la radio, mis ambiciones eran muy reducidas. Quería ser periodista y he sido periodista. Esa ambición está cubierta desde hace mucho. Lo único que quiero ahora es no salir por la puerta de servicio. Creo que me merezco irme por la puerta principal de la radio, así que ahora lo único que me preocupa es que, de repente, haya una turbulencia o un terremoto que me afecte y estropee una carrera que siento fantástica. Por lo demás, tengo curiosidad por saber lo que sucede cuando uno por fin cuelga los trastos. Seguiré escuchando la radio desde el otro lado, seguramente.
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