Julia Ducournau, directora de ‘Alpha’: “No he visto a ningún político denunciando que la forma en la que se trató a los enfermos de SIDA estuvo mal”

Después de ganar la Palma de Oro en Cannes por ‘Titane’, la autora francesa regresa con una película sobre la pandemia de VIH que conecta con la del COVID para hablar de los estigmas sociales

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La directora Julia Ducournau durante
La directora Julia Ducournau durante la presentación de 'Alpha' en el pasado Festival de Cannes. REUTERS/Stephane Mahe

La carrera de Julia Ducournau (París, 1983) ha sido absolutamente meteórica. Debutó con la película Crudo (2016) y demostró que tenía una manera diferente de acercarse al género del terror, sobre todo desde una perspectiva feminista tan radical como contundente. Su segundo trabajo terminaría por encumbrarla definitivamente. Titane (2021), ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes, convirtiéndose en la primera mujer en ganar en solitario este prestigioso galardón, además con una película que se encargó de dinamitar los límites convencionales de los esquemas tradicionales proponiendo algo nuevo y diferente. Y es que sus propuestas siempre han ido encaminadas a situar a la mujer en un rol activo y convertirla en agente de cambio para desafiar las estructuras represivas patriarcales.

Ahora regresa con Alpha, en la que demuestra que sigue evolucionando sin renunciar a su poderosa marca de estilo, explorando su imaginario en constante mutación para abordar temas incómodos.

Alpha (Mélissa Boros) es una adolescente que se hace un tatuaje en una fiesta. No sabe en qué condiciones estaba la aguja con la que le perforaron la piel, así que todo el mundo pensará que ha sido infectada con el virus que se extiende por el mundo y que convierte a los enfermos en seres de mármol. Son los años 90, y el estigma del SIDA, que aquí no llega a nombrarse, se convierte en una epidemia con ecos del coronavirus.

Tráiler 'Alpha'

La madre de Alpha (Golshifteh Farahani) es enfermera y su tío (Tahar Rahim), es un adicto a la heroína, lo que generará un trauma en el núcleo familiar que hará que el miedo se propague a modo de pesadilla.

-Pregunta: Entre sus tres películas se pueden establecer muchos lazos de conexión. Pero me da la sensación de que, en esta ocasión, Alpha es su trabajo más político, ya que en ella están presentes elementos como el racismo, la intolerancia o el miedo al otro.

-Respuesta: Yo no es que tenga una agenda política a la hora de hacer una película, pero en el fondo creo que todas son bastante políticas. Sobre todo a la hora de hablar de personajes a los que la sociedad discrimina y rechaza. Para mí no son unos marginados, sino que son fruto de una falta de aceptación que los condena a vivir en las sombras, a esconderse.

Por ejemplo, el personaje de Alex en Titane, está claro que es una psicópata, pero su primer asesinato tiene que ver con una agresión sexual.

Y sí, me gusta hablar del rechazo porque es fruto del sistema. Si hablamos de la pandemia, fue un detonante para generar miedo, y el miedo se convierte rápidamente en odio. Es algo que se ha instalado en nuestras vidas y por eso han aumentado los discursos de la ultraderecha. Creo que todos estamos en shock y desorientados y la única vía posible es apoyarnos los unos a los otros para sobrevivir, no lo contrario, generar discriminación, que es muy peligroso.

El poder transformador del amor

-P: En ese sentido, en Alpha, el poder transformador es el amor, sobre todo el de una madre hacia su hija, pero también el amor hacia los seres humanos que sufren.

-R: Absolutamente. Para mí, esta película habla sobre lo que para mí significa el amor. Porque al final es una cuestión de humanismo, de aceptar al prójimo tal y como es. Todos estamos en un proceso de mutación constante, somos extremadamente fluidos y, en ese sentido, el amor incondicional es la expresión de querer, a pesar de los cambios que la otra persona sufra.

Mélissa Boros, protagonista de 'Alpha'
Mélissa Boros, protagonista de 'Alpha' (Caramel Films)

Siempre me pregunto, ¿qué hace que una persona sea familia? Puede venir de los lazos de sangre, pero también se puede elegir. Para mí el amor tiene que ver con el respeto y la responsabilidad de querer sin juzgar.

-P: ¿Por qué quería en esta ocasión abordar la pandemia de VIH en los años 80 y 90?

-R: Creo que no se ha hablado lo suficiente de que en ese momento hubo un abuso por parte de la sociedad a la hora de discriminar a los enfermos. Se llegó a dar por válida la teoría de que tenían lo que merecían por su estilo de vida y se les trató como a parias. A ellos y a sus familias, avergonzándolos y excluyéndolos. Creo que es algo de lo que todavía hay que reflexionar, porque nos concierne a todos. Se abandonó a gente que necesitaba cuidados.

Por eso ahora es buen momento de hablar de todo eso. No es casualidad que en Cannes hubiera más películas sobre el tema, como Romería de Carla Simón o La misteriosa mirada del flamenco, de Diego Céspedes. Y todos hemos abordado el tema de una manera diferente.

Todavía no he visto hablar a ningún político denunciando que lo que pasó estuvo mal desde el punto de vista moral. Por eso hay que seguir contándolo para que no se repita.

-P: ¿Y cómo se relaciona la película con la pandemia del COVID?

-R: Creo que ocurrió algo parecido, pero de forma distinta. Por supuesto, no es la misma ‘estigmatización’, pero ha influido en toda una generación que se ha visto condicionada por la recesión económica que ha conllevado. Ahora se les dice a los jóvenes: si sigues viviendo en casa de tus padres eres un vago porque no trabajas. Y todo el mundo sabe que no hay trabajo, que las condiciones son cada vez más precarias y que es difícil permitirse un alquiler en las grandes ciudades. Y también hay que hablar de esas cosas que están ocurriendo en tiempo presente, porque genera una ansiedad social silenciosa que va calando.

Tahar Rahim en 'Alpha', la
Tahar Rahim en 'Alpha', la nueva película de Julia Ducornau. (Caramel Films)

-P: Quería que me hablaras de la estructura de la película, a la que no paro de darle vueltas. Es como si se doblara en sí misma, hay muchas duplicidades, tiene muchos juegos de espejos y después está la metáfora sobre la ‘vida es sueño’ de Calderón de la Barca.

-R: Desde el principio tuve claro cómo quería estructurarla. Estaba hablando del trauma y de cómo se trasmite de generación en generación cuando no se da la posibilidad de duelo y lo que ha ocurrido continúa siendo tabú. Yo creo que el trauma no es algo lineal ni binario. Es vivir en un presente en el que emerge constantemente el pasado, lo que significa que vives con el síndrome de estrés postraumático. El trauma está constantemente ahí y el pasado también lo está en el presente. Yo quería que la película reflejara todo eso. Creo que está muy bien lo que has dicho acerca de que la película se dobla en dos, porque me gusta mucho trabajar con los ecos, con las resonancias y cómo persiguen a los personajes.

No hay luz sin oscuridad

-P: ¿Cómo puede sacudir al espectador el sufrimiento que aparece en la película?

-R: No sé cómo explicarlo pero, para mí, no hay luz sin oscuridad. Siempre utilizo de referencia en la fotografía a Caravaggio, que es un maestro de la luz que alberga en su interior una oscuridad muy intensa.

Pasa lo mismo con el sufrimiento. Yo creo que, en momentos oscuros como el actual, y en los años en los que transcurre la película, el amor sigue siendo la luz. No nos podemos permitir que el amor se trate como un tema cursi, creo que es un deber moral, casi político, como hablábamos antes. El amor es una cuestión política de cómo nos situamos frente al mundo y creo que se debe de traducir en acciones, en forma de resistencia.

Todos los días suceden horrores en el mundo, ¿cómo nos enfrentamos a eso? Yo creo en la idea de los ciclos, y por muy oscuro que esté ahora el panorama, creo que en algún momento habrá un rebote que reaccione contra eso.

-P: Una de las cosas maravillosas que tiene tu cine es la reinvención de los códigos de terror a través de una imaginería propia. Aquí nos encontramos con el viento rojo, los enfermos que se transforman en mármol...

-R: Es una buena pregunta, pero muy difícil de explicar. Voy a empezar con el hecho de que creo que Alpha no es una película de terror, es un drama. Pero es verdad que mi forma de expresarme es a través de las herramientas del género, eso sin duda.

Como público, las películas que más admiro son aquellas que inventan una iconografía. Por ejemplo, Amarcord, de Federico Fellini, que está llena de fantasía, de imágenes extrañísimas. Para mí todo esto está muy cerca de la poesía, sobre todo cuando estamos hablando del género con respecto al cuerpo.

Golshifteh Farahani y Mélissa Boros,
Golshifteh Farahani y Mélissa Boros, madre e hija en 'Alpha', de Julia Ducournau

No quiero decir ‘body horror’ porque no me gusta mucho esa etiqueta y sé que tampoco a David Cronenberg, porque, de alguna forma, devalúa el aspecto existencial del cuestionamiento de lo que son capaces nuestros cuerpos a la hora de mutar. Para mí la mutación es una cuestión filosófica.

Si lees a Sartre, habla de eso todo el rato. El existencialismo es el humanismo. Y yo estoy en una fase muy existencial ahora mismo. Y viene de la forma en la que veo la vida y cómo realmente creo que cada día nos debemos abrazar a nosotros mismos en la medida de las posibilidades de nuestro ser. Creo en la fluidez de la identidad. Y odio todo lo que está grabado en piedra, o etiquetado. Creo que la vida buena consiste en ir avanzando y probando cosas.

En cuanto a las imágenes que creé para Alpha... tienen su propio sentido. El mármol es un material noble, como sagrado, y quería que esas personas que habían sufrido tanto terminaran convertidas en él para dignificarlas. En lo que se refiere al viento rojo, quería vincularlo con la sangre, con esa materia que tenemos dentro que nos constituye. Para mí, el polvo rojo al final de la película representa los cuerpos y los recuerdos de todos los que hemos perdido con la pandemia.