Contra el odio a lo femenino, más feminidad que nunca: “Si te ves solamente a través de los ojos de los demás, te pierdes por completo y te desdibujas”

Noemí López Trujillo firma ‘Me dibujaron así’, un manual de reivindicación de la feminidad propia contra la deshumanización que el patriarcado impone a todas aquellas ‘femmes’ que se salen de la norma

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De izquierda a derecha: Jessica
De izquierda a derecha: Jessica Rabbit, Britney Spears, Sidney Sweeney, Cardi B, Pamela Anderson y La Veneno. De fondo, la cubierta de 'Me dibujaron así', libro de Noemí López Trujillo. (Montaje de Infobae España)

En 2020, una guarda de seguridad llamada Emani Ellis presentó una denuncia contra Cardi B por agresión física. Cinco años después, un juez desestimaría la demanda, pero en el proceso se vería un juicio en el que se le preguntarían cuestiones como por qué llevaba pelucas diferentes durante el juicio o por qué se dejaba las uñas tan largas. “Básicamente, la querían retratar como a una persona agresiva”, señala la escritora y periodista especializada en género, Noemí López Trujillo.

Esos elementos que llamaron tanto la atención al abogado demandante, y por las que este le preguntó a la cantante, buscaban “desnaturalizar a la cantante”, porque se supone que “las mujeres (y por extensión, la feminidad) no pueden ser agresivas”. “Esos elementos prueban que no eres quien dices ser, que no eres una persona calmada”, concluye López Trujillo, quien no duda en definir el proceso como un claro caso de femmefobia.

Y es que, precisamente, sobre la femmefobia tiene que ver el último libro de la periodista. Me dibujaron así (Península) cabalga entre las propias vivencias de la autora cuando era niña (fue criada como testigo de Jehová) y todos esos iconos culturales hiperfemeninos, como Pamela Anderson, Britney Spears, Sidney Sweeney, La Veneno, las Kardashian o Marilyn Monroe, a los que escuchó o escucha condenar por su personalidad o su forma de mostrarse. “Con lo que me dijeron que no podía ni debía ser construí lo que soy”, escribe entre sus páginas, en una feroz reivindicación de lo femme y del derecho de cada persona a imaginarse y hacerse a sí misma tal y como le dé la gana.

Noemí López Trujillo, autora de
Noemí López Trujillo, autora de 'Me dibujaron así'. (Asís G. Ayerbe)

“La feminidad es practicable, pero no es definible”

Cardi B no es el único ejemplo del odio a lo femenino que Noemí López Trujillo nos pone a lo largo de nuestra entrevista telefónica. Desde juicios de violencia sexual en los que se pregunta a las víctimas qué ropa interior llevaba a “cada vez que las tradwifes intentan imponer un modelo de feminidad supremacista blanco”. Todo eso es femmefobia (“generalmente acompañada de la misoginia”, advierte) porque excluye a otras mujeres que se identifican con lo femenino desde sus propios términos. También al cantante Sam Smith, recuerda la periodista, “se le penalizó por su feminidad porque no se estaba tolerando que fuera una persona gorda”: la feminidad no es algo exclusivamente de las mujeres, pero sí que es susceptible de juicios y críticas llenos de misoginia cuando no se ajusta al canon de lo que todos esperan (delgadez) que implique ser femenino o femenina.

- Pregunta: ¿Cómo defines la feminidad?

- Respuesta: ¿Cómo definirías la masculinidad? Ese tipo de preguntas colocan en un lugar muy problemático, como en un jardín del que no puedes salir. Yo no puedo definir la feminidad, igual que no se puede definir la masculinidad, aunque luego haya investigadores e investigadoras que lo hagan y no sean cuestionados por ello (eso prueba el lugar de supremacía de lo masculino). Tratar de explicar el género me parece algo no solamente dificilísimo y casi imposible, sino algo aburridísimo, porque es encapsularlo, delimitarlo y, al final, quitarle toda la magia. La feminidad es practicable, pero no es definible: tiene mucho de impulso vital y de vivencia íntima. Hay una serie de cosas que explico en el libro que me enseñan a ser femenina y a ser una mujer, pero mi feminidad, la manera en la que yo la vivo, no tiene nada que ver con la idea que hay en el imaginario colectivo: docilidad, sumisión, obediencia. La feminidad que conozco y que practico no tiene nada que ver con eso, pero también es algo que nunca va a ser prescriptivo.

Conectar con esa vivencia interna, desmentirla si es necesario o, todo lo contrario, reivindicarla, es un proceso clave para dibujar la feminidad propia. “Cuando aprendes solamente a verte a través de los ojos de los demás, te pierdes por completo y te desdibujas”. No obstante, Noemí López Trujillo advierte que ese acto necesario, desgraciadamente, también “tiene consecuencias”. “La desobediencia o el romper con las expectativas que los demás tienen de ti implica pagar un alto precio”. A cambio, está el hecho de poder “estar fuera del armario”: “Tocar el mundo y vivirlo es una libertad inexplicable, de modo que para mí el poder dibujarme es, básicamente, anclar mi existencia a este mundo”.

Cubierta de 'Me dibujaron así',
Cubierta de 'Me dibujaron así', de Noemí López Trujillo. (Península)

Apreciar y defender la feminidad

Hay, en nuestra sociedad, una feminidad que resulta aceptable y que, por ende, excluye al resto... sobre todo a lo que no resulta “natural”. “La hiperfeminidad es, por definición, lo que es problemático en la sociedad”, introduce Noemí López Trujillo. “Es excesiva, es molesta y es incómoda, y por eso la reivindico, porque cualquier acto de condenarla es un acto de femmefobia”.

En la misma línea, la frase del título del libro es una cita de Jessica Rabbit, un personaje de animación de la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. Su forma y personalidad, definidas como hiperfemeninas, encarnan el arquetipo de femme fatale que ella misma denuncia: “No soy mala, me dibujaron así”. Los arquetipos están en la ficción, pero también en la vida real, como en el caso de Amber Heard, actriz que en su juicio contra Johnny Depp por difamación tuvo que llevar a cabo un cambio físico para intentar que la tomaran en serio, mientras desde fuera, se la criticaba por cuestiones que evidenciaban que ella no encajaba en la idea estandarizada de una “víctima perfecta”.

Tráiler de Quién engañó a Roger Rabbit?

Frente a esto, la autora ofrece una serie de referentes que pueden servir para reivindicar la feminidad propia. Ella destaca a teóricas como Susan Faludi para explicar “la instrumentalización de lo femenino para mantener la supremacía masculina”, pero también a escritoras como Alana S. Portero, quien además firma el prólogo de Me dibujaron así. “Ella es una pedazo de femme”, la define Noemí López Trujillo, para quien La mala costumbre supuso un antes y un después. “En ese libro encuentro un relato luminoso, esperanzador, tierno y feroz de la feminidad; para mí fue como abrirme los ojos, algo que necesitaba para prender fuego a mi escritura y que acabase existiendo mi libro”.

Un libro incómodo

- Pregunta: ¿Qué reacción te gustaría que tuviera alguien que lea ‘Me dibujaron así’?

- Respuesta: Me gustaría que provocara un poco de incomodidad. Colocar la feminidad donde corresponde implica inquietud. Si es un libro en el que no sientes eso, o es porque eres muy femme, y por lo tanto, es un libro que ya te sabes y te reafirma algunas cosas, o porque no lo estás entendiendo: lo que no se asocia con la feminidad es la incomodidad, y es desde ahí donde hay que construir algo más complejo sobre lo femenino.

Alana S. Portero, autora del
Alana S. Portero, autora del prólogo de 'Me dibujaron así' y autora de 'La mala costumbre'. (Patricia J. Garcinuño)

Con esa intención, Noemí López Trujillo busca, con su libro, colocar la feminidad en un lugar más reivindicativo, sacarla de ese lugar de obediencia, de sumisión y subordinación en el que actualmente se ha metido. “Primero, porque es injusto para quienes nos identificamos con la feminidad y la vivimos con plenitud, pero también porque ahora mismo es una herramienta que muchos hombres utilizan para deshumanizarnos”. Me dibujaron así se define, por lo tanto, como un acto de soberanía y, al mismo tiempo, de denuncia, celebración y una subversión de algo que, lejos de seguir siendo una herramienta de sumisión del patriarcado, pueda (y deba) convertirse en una identidad poderosa, diversa y política que sea sinónimo de libertad.