
Guerras nucleares, insurrecciones de ultratumba, planetas inundados o desérticos, meteoritos y pandemias. El fin del mundo puede adoptar muchas formas y, para qué engañarnos, nos las sabemos de memoria. Las hemos visto en la tele y leído en los libros, están latentes en los discursos políticos y en la llamada ecoansiedad... hasta han logrado colarse en cualquiera de los búnkeres de Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Sam Altman. Nos hemos convertido en expertos en el Apocalipsis, pero este, quizá, no sea lo que nos pensamos.
Así lo entiende, al menos, Natalia Castro Picón. Esta poeta y ensayista, actualmente profesora en la Universidad de Princeton, ha ganado el Premio Anagrama de Ensayo (uno de los más importantes del género en nuestro país) con su nuevo libro, La fiesta del fin del mundo (Anagrama), en el que analiza todo ese conjunto de ideas que nos hacemos sobre el fin del mundo son, en realidad, un “relato” construido por un sistema capitalista incapaz de superar su propia crisis.
Su investigación, realizada durante diez años (el libro plasma su tesis doctoral) parte del pensamiento de autores como Mark Fisher, Rita Segato o Fredric Jameson para sumergirse en los libros, películas y otras expresiones culturales actuales y demostrar cómo, en los momentos de mayor crisis (2008 o la pandemia), proliferan las distopías apocalípticas que nos hacen pensar las dinámicas del neoliberalismo como ‘lo menos malo’ dentro de lo posible. Contra esta idea, Castro Picón rescata a su vez otros ejemplos, mucho menos conocidos, con los que atrevernos a imaginar un fin del mundo distinto, es decir, una oportunidad para construir un mundo nuevo, más justo y, por qué no, sin capitalismo.

Un libro nacido entre ‘el Argentinazo’ y el 15-M
-Pregunta: ¿Por qué te interesaste por cómo nos imaginamos el fin del mundo?
-Respuesta: Cuando era más joven, yo vivía en Argentina y me pilló lo que se conoce como el argentinazo o la crisis de 2001. Más tarde, en España viviría el movimiento 15-M y los movimientos estudiantiles, así que cuando me fui a Nueva York para hacer un doctorado quise comparar esos dos ciclos desde una perspectiva cultural. Me puse a leer novelas de ambas épocas y me di cuenta de que hay un montón de metáforas, de juegos retóricos y de imágenes que tienen que ver con el Apocalipsis. La idea de la intemperie aparecía mucho, la idea de la inundación y otros tropos. Luego enseguida aprendes por qué nadie descubre el Mediterráneo: te pones a leer y resulta que ya en los años 70 se habla, a propósito de otras crisis, de sentimientos apocalípticos. Cada vez que hay una crisis de esa naturaleza, reaparece ese tipo de gramática cultural.
-P: Sin embargo, ahora se puede hablar de una crisis casi generalizada, ¿no? Quiero decir que no hace falta ni que vaya mal económicamente para sentir que el mundo se acaba.
-R: Ahora lo que hay es una superposición de crisis. Al menos, yo lo conceptualizo así. No estamos en un periodo de entrecrisis, sino que vivimos rodeados y ahogados en crisis que se superponen, porque además están relacionadas entre sí: la economía con la política, la política con la medioambiental, todo ello con la polarización social, etcétera. En realidad, es una especie de humus cultural en el que todo se mezcla, y es muy difícil discernir también por dónde meterle mano.
-P: ¿La conclusión de todo ese humus es la sensación de que el capitalismo no busca un mundo mejor, a pesar de que eso es lo que nos habían vendido siempre?
-R: Por lo menos, para los que venimos de la experiencia social histórica que fue el 15-M y hemos vivido todo lo que ha pasado después, vivimos con esas gafas puestas. Lo que revela la fase apocalíptica del capital es algo que ya habían dicho antes muchas otras personas: que ese idealismo utópico con respecto al progreso que promocionaba el capitalismo era una excusa para sostener procesos de acumulación de riquezas. Entonces, cuando esa acumulación se ha hecho cada vez más compleja; cuando de repente, en un planeta limitado, el crecimiento se vuelve insostenible, surge un cambio de paradigma. Lo que se vende ahora es ese sálvese quien pueda, la economía Mad Max en la que, en un contexto de catástrofe total, lo único que podemos hacer es correr por nuestras vidas.

Un fin del mundo a lo ‘Mad Max’ o como nos cuenta la Biblia
-P: ¿Por qué al capitalismo le interesa adueñarse del fin del mundo y de las distopías?
-R: Lo que hace el capitalismo es defenderse de sus crisis de legitimidad vendiendo un relato en el cual la posibilidad de su propio final se imagina como una gran catástrofe. Si se acaba el capitalismo, a lo que vamos es a la invasión zombi y a cada una de esas imágenes, ya sea una sequía total, o una inundación o hasta sociedades ‘autoritaristas’. Básicamente, nos vende que la alternativa a lo que tenemos ahora es el caos, y ahí hay un juego sentimental muy claro. El problema es que muchas de estas ficciones se pretenden a sí mismas como críticas: quieren subrayar los problemas del presente, pero no lo consiguen porque, en realidad, generan una indefensión aprendida, la sensación de que todo está hecho y que no hay forma de combatir esa deriva.
-P: Como Mad Max...
-R: Por ejemplo. Esa es una película que a mí me encanta. Creo que tiene una voluntad muy bonita de hacer crítica social, incluso feminista y ecologista. Pero al final, lo que vemos es una competición por los recursos en un contexto en el que ni siquiera hay capitalismo. De esta y otras maneras, se va construyendo la idea de que no hay alternativa al capitalismo y de que, incluso en el fin del mundo, no existe ese fin del capitalismo. Lo que sucede, y esta es la parte más importante para mí, es que en realidad ese no es el único relato en circulación. Parece que lo es porque es el más visible, el de la industria cultural, el de los cines y las grandes plataformas, pero en realidad, si te pones a hurgar, enseguida empiezas a encontrar relatos apocalípticos que imaginan el fin del mundo como un momento de esperanza, de transformación radical del mundo en el que vivimos.
-P: ¿Ese fin del mundo tan distinto es algo nuevo?
-R: Cuenta con su tradición propia. Obviamente, viene de la Biblia (tras el Apocalipsis surge una tierra nueva en la que vivirán junto a Dios los creyentes), pero también está en la tradición marxista y en los movimientos sociales de nuestra época. Incluso en los momentos más trágicos, como la pandemia o la DANA, aparece también ese uso de la metáfora del Apocalipsis como una instancia de eso, de fantasía revolucionaria.
-P: Si ahora quisiéramos recomendarle a alguien alguno de esos libros o películas donde se ofrece ese modelo alternativo del fin del mundo, ¿cuáles dirías?
-R: La fiesta del fin del mundo está salpicado de ellos. Por decir algunos a los que les tengo más cariño, en el libro menciono una obra de teatro que se llama Banqueros versus zombis, un despropósito absoluto pero divertidísimo. Luego, por ejemplo, me gusta muchísimo, aunque no creo que sea un libro particularmente político, y ni siquiera sé ideológicamente lo que piensa su autor, Los años extraordinarios, de Rodrigo Cortés, donde aparece la escena de una Salamanca en la que un tsunami trae la playa. Después, entre las cosas que se quedaron fuera del libro pero que querría haber metido, un monólogo de Albert Pla que es maravilloso, Murieron por encima de sus posibilidades. Con el cine, el problema que yo veo es que hay una cuestión industrial que hace mucho más fácil que las películas caigan en los tópicos: en la contracultura, por su condición periférica, es más fácil romper con los discursos y las gramáticas de pensar habituales.
El futuro es un reflejo del presente
-P: En tu libro mencionas la fijación actual de los milmillonarios con los búnkeres que ahora se construyen. ¿Por qué pasa esto?
-R: Hay un libro maravilloso, La supervivencia de los más ricos, de Douglas Ruskoff, en el que cuenta su experiencia personal de cuando unos milmillonarios le invitaron (él era profesor de universidad) a una reunión para preguntarle cómo sobrevivir al fin del mundo. Tenían que organizar sus pequeñas fortalezas para prevalecer sobre todos los demás, y lo que Ruskoff dice es que eso es un reflejo de una forma de pensar que ya existe: la sensación de que pueden comprar todo lo que deseen, de que son superiores a los demás y merecen sobrevivir por encima del resto de la humanidad. Para eso no les hace falta esperar al fin del mundo. Da igual quién sobreviva en el búnker, porque lo más probable es que el búnker acabe convirtiéndose en una cripta en la que todos mueran sin poder salir. Lo importante es el presente: pueden albergar esos sueños de supervivencia porque ya viven como en esa realidad.
-P: Para la gente que no es milmillonaria, ¿el presente también debería convertirse en algo más importante que el futuro?
-R: Soñar el fin del mundo es fruto de un privilegio muy grande. En realidad, no tenemos otra cosa que el aquí y el ahora para empezar a hacer ya lo que sea. Hay algo muy sedante en soñar el futuro como algo que está por venir. Y lo único que podemos hacer es empezar.
-P: ¿Crees que veremos el fin del mundo?
-R: Si de verdad llega ese momento, lo que querremos es que el misil nos caiga en la cabeza, no estar sobreviviendo. Si de verdad es el fin del mundo, celebrémoslo porque nos vamos todas juntas. Y además, eso es lo que menos importa. El fin del mundo es una forma de contarnos y compartir una experiencia de desorientación y miedo, una forma de compartir una forma de reconstruir ilusiones. No soy historiadora, ni siquiera soy crítica. Trabajo con metáforas, con lenguajes, y el Apocalipsis es un entramado metafórico y poético. Lo de cuánto le queda al mundo le corresponderá a esos señores que mueven cada cierto tiempo el reloj del fin del mundo y dicen cuánto nos queda.
-P: ¿Y el fin del capitalismo? ¿Lo veremos?
-R: En eso tengo más esperanzas. Si nos basamos en lo que dicen los expertos, el proceso de aceleración que estamos viviendo debería estar anticipando el final. No sé qué vendrá después. Yo he escrito este libro para intentar azuzar la imaginación de todas, precisamente para que pensemos juntas y arrogarnos la posibilidad de decidirlo. Pero que se acaba... de eso no hay duda.
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