
Han pasado más de veinte años desde la publicación de El código Da Vinci, la novela que sacudió los cimientos de la Iglesia y que a día de hoy sigue siendo una de las más vendidas de todos los tiempos. Su escritor, Dan Brown, se ganó la fama de polémico por cuestionar ciertas verdades asentadas en el mundo religioso y presentar nuevas teorías como posibilidades reales más que meros cuentos. Dos décadas después de aquello, Brown sigue siendo uno de los escritores más conocidos en todo el mundo, y presenta ahora una novela que sigue al mismo personaje de aquella exitosa obra, Robert Langdon.
“Nunca he querido ser controvertido, solo crear un diálogo constructivo. No creo que esta novela suscite tanta polémica como El código Da Vinci porque el mundo de la ciencia no da lugar a pensamientos tan apasionados como el de la religión", reconoce Brown en su paso por Madrid para presentar El último secreto (Ed. Planeta, 2025), la que muchos han considerado ya su mejor novela desde aquella que le dio su primer gran éxito. Eso sí, en esta no pretende volver a sacudir el mundo religioso, sino orientarse a la ciencia y en concreto a la noética, el estudio del pensamiento y el entendimiento. “Hay una nueva tendencia que propone que el cerebro no crea la conciencia sino que solo la recibe. No solo viene de la noética sino de algunos de los fundamentos de las principales religiones”, explica Brown.
En El último secreto el lector se encuentra de nuevo con Robert Langdon, quien a partir de un asesinato empieza a desentrañar una gran conspiración tras acudir a Praga para una conferencia de una científica noética cuyos descubrimientos prometen cambiar para siempre nuestra percepción de la mente humana. Una aventura tan trepidante como científica, que según admite el propio escritor, le ha servido para derribar algunas firmes creencias que también llevaba consigo;: “Robert es un escéptico como yo, y su viaje es un espejo del mío cambiando mi forma de ver la vida tras la muerte”.

Una nueva adaptación en proceso
Brown, que arrancó su serie en torno al profesor de simbología con Ángeles y demonios allá por el año 2000, asegura que esta sexta entrega es sin duda “la más ambiciosa y con la trama más intrincada” que ha escrito nunca, pero también “la más divertida”. Esta novela es diferente además porque introduce por primera vez un romance entre Langdon y Katherine Salomon, la experta noética que desaparece al principio de la novela: “He querido hacer algo diferente para que esta vez Langdon tenga algo que perder y que a la vez le sirva de guía”, recalca el autor.
El código Da Vinci supuso también la primera aventura para Brown en el cine, a la que seguirían Ángeles y demonios y posteriormente Inferno. “Aprendí con Ron Howard y Tom Hanks lo diferente que es el lenguaje cinematográfico del literario. Es como que tu hijo se vaya a la universidad a hacerse un hombre y cuando vuelve ya no es del todo el mismo. No son una réplica exacta, pero preservan la esencia”, señala Brown, al tiempo que confirma que Netflix ha adquirido los derechos de El último secreto y que prepara toda una serie al respecto con el productor de Perdidos al mando. “Lo bueno con respecto a las películas es que aquí la historia se contará en ocho horas en vez de apenas dos”.

De Praga a ¿Madrid?
Como viene siendo habitual, Dan Brown otorga una gran relevancia a la ciudad como personaje más dentro de su universo. Después de la París de El Código Da Vinci, El Vaticano en Ángeles y demonios o Florencia en Inferno, el protagonismo recae ahora sobre Praga. “Ha sido siempre la capital mística de Europa, y muchos científicos e historiadores han querido desplazarse allí para conocer todos sus secretos. Es una decisión histórica, pero también he decidido ubicar mi historia ahí porque ante todo es un bellísimo personaje”, razona Brown, quien admite que no descarta volver a España en un futuro, después de que ambientase Origen en Barcelona. “Mis ojos están abiertos, no se extrañen si me ven dando una vuelta por Madrid porque la estoy considerando”, confiesa el escritor con una gran sonrisa.
Sobre los próximos grandes retos de la literatura y el mundo, como la inminente llegada de las inteligencias artificiales, Brown se muestra confiado y abierto al diálogo ante todo. “No puedo ponerme a la IA, sería como plantarse en la plata ante una gran ola. Ahora mismo no es lo suficientemente fuerte, pero mi preocupación tiene que ver con la creatividad que es algo eminentemente humano”, aclara el escritor, quien pretende hacer una llamada a la calma. “Todas las nuevas herramientas que ha creado el hombre han podido servir para malos propósitos, pero también para buenos. Los próximos diez años van a ser interesantes”, vaticina el escritor que, más de veinte años después de El código Da Vinci, sigue buscando derribar convicciones y proponer un nuevo diálogo en torno a distintas cuestiones de la vida.
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