
Tras una década de silencio creativo Cristina Fernández Cubas regresa a la actualidad literaria con su nuevo libro Lo que no se ve (Tusquets), una colección de cuentos en el que la autora vuelve a demostrar su maestría en dentro del relato corto.
En este nuevo volumen condensa la esencia de su estilo: una prosa sintética, atmósferas inquietantes y una ambigüedad que desafía los límites entre lo real y lo fantástico.
La trayectoria de Fernández Cubas se ha caracterizado por su capacidad para actualizar la tradición del cuento, dialogando con referentes como Edgar Allan Poe y Julio Cortázar, pero dotando a sus historias de una contemporaneidad inconfundible.
Una trayectoria de más de cuarenta años
Desde sus primeros libros, Mi hermana Elba (1980) y Los altillos de Brumal (1983), la autora ya anticipaba los elementos que definirían su obra: la infancia como territorio de lo insólito, la presencia de hermanas y dobles, y la construcción de espacios cerrados que potencian la sensación de extrañeza.
Estos relatos iniciales ya contenían la búsqueda de ambigüedad, la irrupción de pasados culpables y la transformación del tiempo, todo ello articulado con un lenguaje de precisión extraordinaria y una tensión narrativa que remite a Poe.

A lo largo de su carrera, Fernández Cubas ha explorado diversos géneros y registros. Tras su debut en el cuento, incursionó en la novela con El año de Gracia (1985), una obra que se revela como un viaje a territorios alucinados y hostiles, con un ‘subtexto’ pacifista y ecologista.
En El ángulo del horror (1990), la autora profundiza en la convergencia entre lo mágico y lo tangible, un acorde constante en su producción, y comienza a dar mayor protagonismo al humor, que se consolidará en libros posteriores.
La experimentación formal también ha sido una constante. En Parientes pobres del diablo (2006), Fernández Cubas introduce una categoría propia para describir a personajes brillantes pero insatisfechos, marcados por la doblez y la insidia.
Además, su incursión en el teatro con Hermanas de sangre (1998) y en la literatura infantil con De mayor quiero ser bruja (2014) demuestra la versatilidad de su voz narrativa.
El volumen Cosas que ya no existen (2001) ocupa un lugar destacado en la obra de Fernández Cubas. Este “libro de recuerdos” clarifica muchos de los ingredientes habituales de su literatura, como la omnipresencia de monjas, la diversidad de escenarios y el papel fundacional de la biblioteca paterna. La autora se presenta aquí como una narradora hipnotizada por las historias, más que como protagonista de las mismas.
Cómo son los relatos que componen ‘Lo que no se ve’
La publicación de Lo que no se ve en 2025 representa, en ese sentido, un acontecimiento literario. El libro reúne relatos más breves y sintéticos, en los que abundan las reflexiones sobre la naturaleza del narrador y se mantiene la atmósfera característica de la autora. El cuento que abre el volumen, Tú Joan, yo Bette, rinde homenaje al cine y propone un juego de espejos en el que la ficción imita a la ficción. La acción transcurre en un piso descrito como una sala de cine, con cortinas pesadas que impiden el paso de la luz, y la alusión a ¿Qué fue de Baby Jane? introduce un aire mefítico.
En ¿De qué se habla en las fiestas?, la autora retoma el escenario escolar para explorar cómo una presencia inquietante puede transformar la realidad de manera irreversible. Este relato dialoga con Mi hermana Elba, estableciendo un puente temático entre el pasado y el presente de su obra.

Por su parte, Momonio ofrece una visión fantasmagórica de la Barcelona de los años 70, mientras que La hermana china profundiza en las diferencias y similitudes familiares, mostrando cómo el peso del destino puede resultar ineludible.
El cuento Il Buco destaca por su capacidad para perforar la realidad y narra la crisis de un matrimonio durante un viaje a Italia, combinando el drama con un humor sutil. Finalmente, Candela viva cierra el libro con un relato que juega con los sobreentendidos y las ambivalencias.
En todos estos relatos, Fernández Cubas persiste en su pretensión de que lo fantástico proporcione una visión más compleja de la realidad. La autora busca, casi de forma atávica, desvelar quién narra los acontecimientos, como si la voz que cuenta las historias fuera una “narradora de algo inexplicable”. Además, la figura del “Otro” aparece marcada a fuego en la mente del lector, sugiriendo que no es solo una entidad ajena, sino parte de nosotros mismos.
Lo que no se ve confirma la vigencia de una autora que, tras décadas de trayectoria, sigue renovando el cuento español y enfrentándose a lo desconocido con una mirada única.
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