‘Un fantasma en la batalla’, la gran apuesta de Netflix sobre ETA que va más allá que ‘La infiltrada’: “Escalofriantemente real”

El equipo de ‘La sociedad de la nieve’ produce la nueva película de Agustín Díaz Yanes, un thriller político que llevará la lucha antiterrorista a todos los hogares del mundo

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Iraia Elias y Susana Abaitua
Iraia Elias y Susana Abaitua en 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes (Netflix)

Se ha presentado en el Festival de San Sebastián Un fantasma en la batalla, la gran apuesta española de Netflix este año que une en la producción a los responsables de La sociedad de la nieve (o lo que es lo mismo a Belén Atienza, Sandra Hermida y J.A. Bayona) para apoyar el regreso al cine de de Agustín Díaz Yanes.

Desde que se anunció el proyecto resultaba inevitable establecer paralelismo con la historia que contaba La infiltrada: una guardia civil que se introducía en la banda terrorista para pasar información de los movimientos y posibles objetivos de ETA.

Sin embargo, son muchas las diferencias entre ambas producciones, hasta el punto de que se pueden ver de manera complementaria. Y no se trata solo de disimilitudes a nivel narrativo, sino también de tono y de apuesta formal.

Las claves de ‘Un fantasma en la batalla’

En este caso, la protagonista de la película se llama Amaia (Susana Abaitua) que decidirá establecerse como agente encubierta hasta ir ganándose la confianza de algunos de los miembros del núcleo duro de la organización (entre los que se encuentran Raúl Arévalo, Ariadna Gil y, sobre todo, Irai Elias, que la tomará bajo su protección).

Su misión no solo se circunscribirá a la desarticulación del Comando Donosti (como ocurría en la película de Arantxa Echevarría), sino que abarcará todavía más años y una implicación más directa con los terroristas hasta desembocar en una de las operaciones que contribuirían a dar una de las mayores estocadas a ETA: la de la localización de los zulos donde escondían todo su arsenal militar en territorio francés.

El contacto con Amaia será un alto cargo de la Guardia Civil (Andrés Gretrúdix) con muchas más luces y sombras del que interpretó Luis Tosar en La infiltrada ya que, está vinculado a las torturas a detenidos etarras durante la época franquista.

Música italiana e imágenes de archivo

Una de las particularidades de la relación que se establecerá entre ellos será que contactarán a través de canciones italianas, algo que aporta una inesperada originalidad melómana a la película, que se impregnará de canciones de Mina, Nicola di Bari o Patty Pravo.

Esta, es una de las aportaciones de Agustín Díaz Yanes, como fan de la música italiana: “Lo real era muy aburrido, y se me ocurrió que esta fórmula era más cinematográfica”, cuenta el director a Infobae España.

Andrés Gretrúdix y Susana Abaitua
Andrés Gretrúdix y Susana Abaitua en 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes (Netflix)

El otro gran descubrimiento de Un fantasma en la batalla es la de prácticamente fusionar la ficción con las imágenes de archivo, lo que dota a la propuesta de una veracidad contundente. Así, las imágenes del resultado de los asesinatos o las manifestaciones que mostraban el clamor del pueblo al son de ‘basta ya’, constituyen un documento que todavía sigue congelando por dentro.

Empezamos a pensar en reproducir los atentados con imágenes de televisión, y entonces comenzamos a recopilar y recopilar junto con el montador. Y fue una idea fantástica. Te diría que ocupa casi el 30% de la película y hace que todo sea escalofriantemente real“.

Como en casi todos los thrillers de Agustín Díaz-Yanes, recordemos la mítica Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, aquí el peso lo llevan las mujeres, a las que se le otorga poder incluso dentro de la banda terrorista.

Ariadna Gil y Susana Abaitua
Ariadna Gil y Susana Abaitua en 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes (Netflix)

Me obsesioné un poco con Amaia”, cuenta Susana Abaitua. “Quería entender por qué hizo todo aquello, el viaje interior que tuvo para abandonar su vida por qué, ¿por la patria?, ¿por la adrenalina? ¿porque se sentía vacía?..."

Agustín Díaz Yanes, que llevaba ocho años sin dirigir, ha tenido la oportunidad de regresar por la puerta grande. Quería hacer un thriller clásico, sobrio, político y por eso se empapó del cine de Melville o del de Costa-Gavras. “Quería hacer un thriller de otra época, porque en la nuestra siempre falta tiempo, se rueda muy deprisa, y yo quería hacer algo pausado, con paisajes, coches, lluvia y un gran peso en la interpretación“, cuenta el director.

En cuanto a las posibles coincidencias o comparaciones con La infiltrada, Díaz Yanes se muestra rotundo: “me da igual”.