
En el año 1928, Janet Gaynor y Emil Jannings fueron premiados como Mejor actor y actriz protagonistas en la primera entrega de los Oscar de la historia. Han pasado casi 100 años desde entonces y su nombre, como muchos otros, ha sido inscrito en la historia del cine estadounidense para reflejar una profesión, la de los intérpretes, clave para emocionar a millones de personas con el poder de las películas.
Actores y actrices hay de todos los tipos. Hay quienes han destacado por su capacidad de modular la voz, de expresar ciertas emociones o incluso modificar su apariencia física... o hasta por su mera presencia y su mirada. El resultado: una variedad de estrellas tan dispares como Katharine Hepburn, Humphrey Bogart, Paul Newman, Elizabeth Taylor, Robert De Niro o Meryl Streep, en un listado de tanto talento que resulta difícil definir cuál puede ser el mejor de todos ellos.
Si, de nuevo, los Oscar sirven como criterio, tal vez uno de los candidatos más obvios en la categoría masculina sería Jack Nicholson. Este intérprete, conocido por películas como El resplandor, Alguien voló sobre el nido del cuco o Mejor imposible es, junto al británico Daniel Day-Lewis, el único actor capaz de haber ganado hasta en tres ocasiones el Oscar a la Mejor interpretación, si bien una de ellas fue como actor de reparto.
“Es el mejor actor de los dos últimos siglos”
Nicholson ha ganado premios de todo tipo: además de las famosas estatuillas, también ha sido galardonado en galas de los Globos de Oro o los BAFTA y hasta en el Festival de Cannes. Incluso ha sido nominado, en dos ocasiones, a los Premios Razzie, otorgados a los considerados peores actores del año. Ahora bien, si le preguntáramos a él, no dudaría en señalarnos el nombre de otro gran actor como el mejor de todos los tiempos. “Si hay algo obvio en la vida, es esto”, dijo en una entrevista con la revista Rolling Stone en 2004. “Otros actores no andan discutiendo quién es el mejor actor del mundo, porque es obvio: Marlon Brando”.

De este modo, Nicholson señaló directamente al que había sido su compañero de rodaje en la película Missouri. Por aquel entonces, Brando ya había dado lo mejor de sí en películas como El padrino, La jauría humana, La ley del silencio o Un tranvía llamado deseo. Su entrega para interpretar cada uno de sus papeles era legendaria en la industria del cine, como también lo era su complicada e imprevisible personalidad que acabaría apartándole de las grandes producciones. Aun así, podríamos verlo en papeles más pequeños (pero igual de inolvidables) en películas como Apocalypse Now y Superman.
Nicholson no es el único actor que ha definido a Brando como el mejor actor de la historia. Unas palabras parecidas pronunciaría más recientemente otra estrella de Hollywood como Johnny Depp frente a la revista Far Out. “Marlon Brando es quizá el mejor actor de los dos últimos siglos. Pero su mente es mucho más importante que la actuación. La forma en que mira las cosas, no juzga las cosas, la forma en que evalúa las cosas”. Ambos coincidieron por primera vez en la película Don Juan DeMarco e iniciaron una buena relación que les llevaría a trabajar juntos en el primer largometraje dirigido por el propio Depp, The Brave.
Un actor imaginativo y desencantado
Durante buena parte de su carrera, Brando fue considerado uno de los máximos exponentes del método Stanislavski, que pregona que el actor debe vivir las emociones del personaje, en vez de simplemente imitarlas. Sin embargo, Brando en realidad exploró una corriente más moderna de dicha escuela, gracias a las enseñanzas de una de sus profesoras, Stella Adler, quien le dijo una frase que le acompañaría durante toda su vida: “¡No actúes! ¡Compórtate!”. El método Stanislavski tradicional empujaba al actor en conectar con su personaje a través de sus propias experiencias vitales de cara a construir un vínculo entre ambos. Adler, en cambio, proponía que todo surgiera a partir de la imaginación.
Brando siguió bien estas indicaciones y brindó algunas de las interpretaciones más expresivas que se recuerdan (como en la Ley del Silencio), pero también con registros más contenidos que demostraban su capacidad para adaptarse a todo tipo de historias y contextos, tal y como puede verse en Julio César. Con todo, su apego por la profesión nunca pareció ser excesiva, por lo que él mismo comentaba. “Me tomé la actuación en serio porque era mi trabajo; casi siempre me esforcé en ello, pero era simplemente una forma de ganarme la vida”, llegó a decir en sus propias memorias". Con todo, su trabajo sirvió para inspirar a actores como los mencionados Jack Nicholson y Johnny Depp, además de a otras leyendas del séptimo arte como Al Pacino, Dustin Hoffman o Robert De Niro, quienes también han reconocido en más de una ocasión la admiración que profesaban por él.
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