La película ‘imposible’ de Steven Spielberg: el sueño frustrado del director de adaptar uno de los libros más famosos del siglo XX

El cineasta trató de adquirir los derechos de esta conocida novela, pero el autor se negó en redondo a ver a sus personajes en la gran pantalla

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Steven Spielberg en los Juegos
Steven Spielberg en los Juegos Olímpicos de París de 2024. (REUTERS/Stephanie Lecocq)

En plena celebración de los 50 años del estreno de Tiburón, no hay mejor momento para celebrar la prolongada y exitosa carrera de Steven Spielberg, su director. Spielberg, tras lograr batir todos los récords de taquilla con esta historia de terror en las playas de Amity Island, demostró que no había historia (ni género) que se le resistiera con títulos de ciencia ficción como Encuentros en la tercera fase o E.T., el extraterrestre, historias de aventuras como En busca del arca perdida o narraciones bélicas como la de El imperio del Sol.

Muchas de estas películas para la historia han surgido de novelas que sus autores cedieron para que Spielberg y su equipo trabajaran a partir del texto. Sin embargo, el director estadounidense también se ha encontrado con casos en los que, pese a su interés (¿quién le diría que no a una propuesta de uno de los directores de cine más importantes de las últimas décadas?), se ha encontrado con la negativa de los autores para realizar cualquier intento. Eso mismo fue, de hecho, lo que le ocurrió con una de las novelas más importantes del siglo XX, El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.

Considerada como una de las novelas más lúcidas a la hora de retratar la adolescencia, El guardián entre el centeno sigue los pasos de Holden Caulfield, un joven que, tras ser expulsado de su internado, deambula por Nueva York enfrentándose a sentimientos de soledad, confusión y desencanto ante el mundo adulto. La novela abordó temas universales como la soledad, la alienación, la depresión y la pérdida de la inocencia, haciendo que muchos lectores jóvenes se identificaran con Holden y sus emociones, convirtiéndolo en un símbolo de la rebeldía juvenil y el rechazo hacia la hipocresía del mundo contemporáneo.

Three quarter length seated portrait
Three quarter length seated portrait of author Jerome David Salinger (JD Salinger) wearing a dark suit and tie and looking into the camera, one hand raised with pointer finger partially extended, with a background of grayscale light and shadows, photographed by Lotte Jacobi in New York City, New York, 1950. () Grosby Group

Una idea “odiosa” para el escritor

A pesar del potencial de la novela para construir una película capaz de emocionar a millones de espectadores, lo cierto es que Salinger nunca quiso que nadie adaptara lo que había escrito. Su desconfianza hacia las adaptaciones nació tras su experiencia con la película Mi loco corazón, estrenada en 1949, dirigida por Mark Robson y basada en su relato El tío Wiggily en Connecticut. El autor consideró que la esencia de su cuento se había perdido durante el proceso de conversión a formato hollywoodense. Tras este episodio, adoptó una política absoluta: rechazar toda oferta relacionada con los derechos cinematográficos de sus obras.

De este modo, por más que Steven Spielberg lo intentara, el autor nunca cedió a las pretensiones del cineasta. Quien, por cierto, no fue el único en querer realizar una película sobre su libro: otras personalidades como Marlon Brando, Billy Wilder, Jerry Lewis o Jack Nicholson se mostraron dispuestos a trabajar en el texto, sin que nadie acabara de convencer al escritor. “La idea de una película es lo suficientemente odiosa como para impedirme vender los derechos”, se justificaba el propio Salinger, un escritor por lo demás conocido por su hermetismo y poco gusto por las masas (en 1965 decidió retirarse de la vida pública).

Las palabras de Fox, pronunciadas en un contexto de promoción y aparentemente sin filtro, causaron un profundo malestar en el equipo de producción.

Salinger falleció en 2010, pero su agente, Phyllis Westberg, confirmó que aun así las licencias cinematográficas y escénicas (tampoco permitía adaptaciones para el teatro) permanecen vedadas, pese a que ya han pasado más de 60 años desde su publicación. Eso sí, el escritor dejó caer que tal vez podría aceptarse la venta de los derechos en caso de que su familia necesitara dinero. “Me complace muchísimo, debo añadir rápidamente, saber que no tendré que ver los resultados de la transacción”, escribiría en una carta.