
Antes de Rush, de Le Mans ‘66 y mucho antes que F1: La película, hubo un filme de carreras diferente al resto, que consiguió trasladar la adrenalina de ponerse al volante como nadie lo había hecho nunca. Casi veinte años después de su estreno, esta revolucionaria, arriesgada y espectacular película acaba de aterrizar en Netflix, donde promete sorprender a todos aquellos que no sabía de su existencia o que la habían olvidado tantos años después de su estreno.
En 2008 se estrenó en cines una película para la que, como diría Marty McFly en Regreso al futuro, “Quizá no todos estaban preparados, pero a sus hijos les encantará”. Se trataba de Speed Racer, adaptación en acción real de una serie mítica del anime japonés, aunque sería solo un punto de partida para algo mucho más grande. Las personas encargadas de poner en imágenes la loca historia de un joven piloto de carreras serían nada menos que las hermanas Wachowski, quienes cogieron el proyecto tras realizar la trilogía original de Matrix y V de Vendetta, grandes éxitos que les llevarían a querer superarse con esta nueva película.
“Todo el impulso para Speed Racer surgió del hecho de que somos personas que pensamos visualmente. Visitamos galerías y museos de arte constantemente. Vamos al Instituto de Arte de Chicago y en cada sala hay pinturas que son completamente diferentes a las de las otras salas. Pero en el cine, todo se ve igual. Y eso es una camisa de fuerza muy agresiva, estéticamente hablando”, comentaban las directoras en entrevistas. “Empezamos a hablar del cubismo y nos preguntamos si se podría hacer una película cubista. Y nos dimos cuenta de que si intentas hacer una película cubista para adultos, acabarás como Picasso, huyendo de la multitud enfurecida cuando mostró por primera vez el Guernica. Querían matarlo. Literalmente. Es porque los adultos... rechazan el cambio, y un cambio estético es una muerte demasiado agresiva para ellos. Cada generación experimenta la muerte estética, y cuando realmente se ataca una estética, la gente se asusta. Pero dijimos que a los niños les parece bien el cambio estético“, reconocerían. Y cumpliendo la profecía de Marty McFly, es exactamente lo que sucedió.

Un fracaso convertido en título de culto
La película se sitúa en un mundo muy parecido al real pero extrañamente futurista, en el cual todo gira en torno a las carreras de coches, que se parecen más a si el pinball cobrase vida que a lo que pueda ser la Fórmula 1. En este contexto, Speed Racer (Emile Hirsch) es un joven que ha crecido idolatrando a su hermano mayor, otro piloto que murió trágicamente durante una carrera y que le insufló la pasión por la velocidad. Cuando alcanza la mayoría de edad, Speed decide continuar el legado de su hermano haciéndose con el bólido construido por su padre, el Mach 5, y empezar a competir en el circuito para demostrar que lleva la velocidad en la sangre. Sin embargo, pronto empieza a descubrir el oscuro mundo en el que en realidad se mueve, aunque lo hace acompañado de buenos amigos como el chimpancé Chim Chim o su novia Trixie (Cristina Ricci).
Que el disparatado argumento no lleve a confusión, puesto que la película apuesta todo a su alucinante planificación de secuencias de carreras, para las que las Wachowski se sirvieron de un gran equipo de diseño de producción con el que ya habían contado para crear el alucinante mundo de Matrix. Sin embargo, la película también empleaba unas técnicas de CGI que fueron consideradas excesivas para la época, y que provocaron que buena parte de la audiencia no terminase de entrar del todo en la propuesta de Speed Racer. Aunque algunos críticos la elogiaron como una película vanguardista y arriesgada, la mayor parte fue incapaz de entender la maestría de las Wachowski y dejarse llevar por sus hipnóticas carreras.
No obstante, el paso del tiempo ha tratado especialmente bien a la película, que ha ido adquiriendo mayor valor con el tiempo y siendo mejor valorada por generaciones posteriores, más familiarizadas con la estética colorista y acelerada de la película. Tiene una nueva oportunidad para demostrarlo con su reciente llegada a Netflix, desde donde nuevos y viejos espectadores podrán revivir las aventuras de Speed y su familia, y sobre todo disfrutar de las que siguen siendo algunas de las secuencias más espectaculares jamás vistas en una película de carreras.
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