
“Hasta la gente pobre odia a los otros pobres; está en el ADN de este país”, se escucha en la radio mientras la protagonista de La noche siempre llega recorre las calles de Portland donde vive. Esta frase, que resuena en medio de un debate sobre la inflación y la crisis habitacional en Estados Unidos, no solo enmarca el contexto social de la película, sino que también anticipa el tono sombrío y desesperado que atraviesa la historia. En ese entorno, donde la gentrificación y el supuesto auge económico han dejado a muchos fuera del sistema, la lucha por la supervivencia se convierte en una carrera contrarreloj.
La nueva producción de Netflix, dirigida por Benjamin Caron, se estrenó el 15 de agosto y presenta a Vanessa Kirby en el papel de Lynette, una mujer que enfrenta la amenaza inminente de perder su hogar.
La premisa es directa: Lynette debe reunir 25.000 dólares en el transcurso de una sola noche para evitar quedarse en la calle junto a su madre Doreen (interpretada por Jennifer Jason Leigh) y su hermano Kenny (Zack Gottsagen), quien tiene síndrome de Down.
Una desesperada cuenta atrás para conseguir 25.000 dólares
El propietario de la vivienda le ofrece la posibilidad de comprar la casa por ese monto, pero la condición es que el pago y la firma del contrato se realicen en 24 horas, ya que existe una oferta mejor en puerta.
La situación de Lynette se complica cuando su madre, lejos de colaborar, utiliza el dinero disponible para adquirir un automóvil, dejando a la familia al borde del desalojo. Ante la imposibilidad de convencerla para vender el vehículo, Lynette opta por sumergirse en una serie de acciones desesperadas que la llevan a transitar los márgenes más oscuros de la ciudad.

La estructura narrativa, que marca el paso de las horas con carteles, intensifica la sensación de urgencia y transforma la noche en un escenario de tensión creciente.
El guion, basado en la novela de Willy Vlautin, combina elementos de drama social con un thriller de acción. Lynette, acorralada por las circunstancias, recurre a su pasado para intentar conseguir el dinero.
Esto la lleva a reencontrarse con un cliente adinerado, Scott (Randall Park), a quien le solicita un préstamo que le es negado. En un acto impulsivo, Lynette roba el lujoso Mercedes de Scott con la intención de venderlo, pero pronto comprende que la decisión solo agravará su situación.
A partir de ese momento, la protagonista se adentra en una cadena de encuentros con personajes del submundo: una amiga escort (Julia Fox), un compañero de trabajo con antecedentes penales (Stephan James), una banda de ladrones de cajas fuertes y un par de traficantes peligrosos (Michael Kelly y Eli Roth). Cada interacción la expone a riesgos mayores y la obliga a enfrentar heridas de su pasado.
Crítica social a ritmo de thriller
La película aspira a fusionar el realismo de las historias sobre personas marginadas con la intensidad de un thriller nocturno. Sin embargo, a medida que avanza la trama, la credibilidad de los acontecimientos se ve comprometida por la acumulación de situaciones extremas y la falta de lógica en algunas decisiones del guion.
La interpretación de Vanessa Kirby sostiene la verosimilitud durante buena parte del relato, pero el exceso de episodios inverosímiles termina por quebrar la conexión emocional con el espectador.
La dirección de Benjamin Caron, conocido por su trabajo en Sharper y episodios de series como Andor y The Crown, opta por un enfoque que privilegia la acción sobre la construcción de un drama social profundo. El resultado se asemeja más a una imitación de los estilos de Martin Scorsese o los hermanos Safdie que a una obra con identidad propia.

El universo en el que se mueven los personajes parece cercano a la realidad, pero sus acciones y reacciones los alejan de ella, convirtiéndolos en figuras de un cine más convencional y menos comprometido con la autenticidad.
El desempeño actoral de Kirby, Leigh y Gottsagen aporta solidez a las escenas dramáticas, con diálogos que logran transmitir la angustia y la complejidad de los vínculos familiares.
No obstante, la película pierde fuerza en su faceta de thriller, donde las secuencias de suspense no alcanzan el impacto esperado y la progresión de los peligros resulta predecible.
La historia de La noche siempre llega transcurre íntegramente en una noche, evocando el estilo de Afterhours de Scorsese, donde la protagonista se ve arrastrada a un recorrido delictivo en busca de una salvación económica que parece cada vez más lejana.
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