El porqué ya no se hacen tantas comedias románticas en pantalla grande es un misterio casi tan difícil de resolver como el del propio amor. La respuesta más sencilla sería que simplemente al público dejaron de interesarle, pero pequeños fenómenos en romcoms estrenadas en plataformas bien podrían desmentir esa gran afirmación. Sea como fuere, el cine hace tiempo que dejó de contar con la comedia romántica como aliada habitual en taquilla, y aunque ha habido tímidos intentos como Cualquiera menos tú, lo cierto es que las películas que más se han aproximado al género, aunque hayan tenido cierto éxito —desde Licorice Pizza hasta la oscarizada Anora, que no dejaba de ser una revisión del mito de Pretty Woman— lo han hecho desde visiones tan particulares que resulta imposible meterlas en el mismo saco.
Materialistas, la última película envuelta en esa idea de ‘la película que salvará el género’, como le sucede al terror cada cierto tiempo, es plenamente consciente de todo esto. Ni viene a salvar el género ni lo pretende, y por ello sería injusto proyectar sobre ella la clásica fórmula de romcom de los 2000 que dio películas tan valoradas hoy día como El sueño de mi vida, Notting Hill, 10 razones para odiarte o Cómo perder a un chico en diez días. No lo es ni tampoco puede serlo, ya que si bien el amor es algo universal y atemporal —como bien se encarga de recordarnos la película con su prólogo—, las relaciones sentimentales en 2025 han cambiado y mucho.

La película arranca con la historia de Lucy (Dakota Johnson), una mujer que se dedica a trabajar para una agencia que empareja a personas y de alguna manera hace un trabajo mucho más curado y atento que las apps de citas. El éxito de Lucy se mide en que sus clientas estén contentas con ella, que cada cita que les asigne salga bien y, si puede ser con algo de suerte y tiempo, que su unión derive en un casamiento.
Lucy vuelca tanto su vida en que los demás se enamoren, que parece que ella misma se hubiese olvidado de que también puede enamorarse, aunque no tardarán en salirle dos pretendientes. Por un lado, Harry (Pedro Pascal), un galán amable, atento y asquerosamente rico, al que Lucy bautiza como todo un ‘unicornio’. Por el otro está John (Chris Evans), su expareja, un aspirante a actor que sigue viviendo en el mismo piso compartido y cochambroso que cuando eran pareja, pero que hace aflorar en Lucy sentimientos que consideraba ya pasados.
El dinero nos desgarrará de nuevo
Lo que mejor explica Materialistas y por qué no es una comedia romántica al uso es que no se trata de la clásica película de triángulo amoroso. Aquí las interacciones entre los dos pretendientes son casi mínimas y la película tampoco intenta poner al espectador a favor de un bando u otro, solo intentar entender qué pasa por la cabeza de Lucy en esos momentos. Tampoco es que Materialistas sea, en la línea de títulos como 500 días juntos, una disertación autoconsciente de las romcoms. La propia película ni mira por encima ni se compara con otras, y de hecho las señas de temporalidad más allá del trabajo de Lucy son nulas; es un amor que podría suceder en casi cualquier época, porque el problema de fondo es inherente al paso del tiempo: el dinero.

La directora de la película, Celine Song, trabajó seis meses en una de estas agencias de Nueva York años antes de hacer la película. “Durante mi tiempo allí me di cuenta de que todo se basa en números: la edad, la altura, el peso y sobre todo, el dinero”, explica la cineasta, que sorprendió a todos hace un par de años con la película Vidas pasadas, también centrada en una mujer dividida entre dos amores. Es decir, Materialistas está inspirada en gran medida en la propia experiencia de Song, que le sirvió para darse cuenta de cómo buena parte de las relaciones sentimentales hoy días han pasado a convertirse en una mera transacción, con todas las frustraciones y desengaños que ello conlleva.
El filme no pone el ojo en a quién debe Lucy amar o no, sino en cómo las personas están increíblemente condicionadas por una serie de factores económicos a la hora de tomar esta decisión. No solo eso, sino como ese “lastre económico” puede llegar a consumir a una persona hasta el punto de deformar la visión que tiene de sí misma. Lucy es en gran medida incapaz de amar con todas sus fuerzas porque aún no ha aprendido a quererse a sí misma, y no para de culparse porque sus relaciones pasadas no funcionasen hasta el punto de querer compensarlo con su trabajo.

Aceptamos el amor que creemos merecer
Estrenada en Estados Unidos un tiempo antes de pasar por los cines en España, Materialistas ha tenido una recepción algo fría por parte de algunos sectores que la acusaban de hacer cierta propaganda de la miseria. Nada más lejos de la realidad, la película pone el dedo sobre la llaga de un problema acuciante, pero del que no todo el mundo se digna a hablar, pero es precisamente su forma de hacerlo, desde la ternura y la comprensión, lo que hace que Materialistas nunca llegue a ser fría y cínica como se ve Lucy al principio.
Al contrario, el filme de Song es un fantástico alegato en favor del amor y del derecho a equivocarse las veces que haga falta. De que muchas veces la gente busca en una pareja aquello que cree que más merece y se olvida de lo que realmente necesita. E independientemente de que vuelvan las romcoms o no, lo que realmente hacen falta son más películas arriesgadas y honestas como Materialistas, que no tengan miedo a poner sobre la mesa cuestiones incómodas, pero que no por ello pierdan la ilusión con la que el personaje de Dakota Johnson se reafirma una y otra vez: “Estoy convencida de que vas a encontrar al amor de tu vida”.
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