127 toneladas de tierra vertidas en un piso ‘cualquiera’ de Nueva York: la desconocida obra de arte que lleva 50 años siendo un refugio para los curiosos

‘The New York Earth Room’, obra del famoso artista Walter De María, se mantiene como uno de los ejemplos más relevantes del movimiento ‘land art’ en la ciudad

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Fotografía de 'The New York
Fotografía de 'The New York Earth Room', obra de arte de Walter De Maria. (Dia Art Foundation)

Times Square, el Empire State, la Estatua de la Libertad, Central Park... hay lugares de Nueva York que todo el mundo conoce, pero lo cierto es que la gran ciudad estadounidense alberga en su interior muchos secretos. A lo largo de los años, casi 50, un apartamento en el corazón del SoHo neoyorquino ha albergado un paisaje, a priori, difícil de creer: 127 toneladas de tierra esparcidas en su interior. Este singular espacio, oculto tras una puerta común en el segundo piso de un edificio industrial, se mantiene como una cápsula estática donde el tiempo adquiere otra dimensión. Y es que, The New York Earth Room, obra del artista Walter De Maria, ha significado para miles de visitantes un refugio para la contemplación y una invitación al silencio durante casi 50 años.

La instalación, encargada y mantenida por Dia Art Foundation, consiste en 197 metros cúbicos de tierra (equivalente a unas 127 toneladas) acomodados sobre casi 335 metros cuadrados del apartamento. Walter De Maria—nacido en 1935 y fallecido en 2013—fue un referente del movimiento land art, corriente artística que empleó la naturaleza y el paisaje como medio principal de expresión. La obra en Manhattan representa una de las últimas sobrevivientes de una serie de “esculturas de tierra interior” que el artista ideó en las décadas de los años 60 y 70 y que anteriormente cubrieron espacios en las ciudades europeas, como las alemanas Múnich y Darmstadt.

El guardián de la tierra

A pesar de su minimalismo, el mantenimiento del espacio es constante y exigente. Desde 1989, el encargo ha quedado a cargo de Bill Dilworth, un pintor abstracto originario de Detroit que halló en la custodia de la tierra un sentido vital. Tal y como explica en un reportaje reciente el medio especializado Smithsonian, durante 35 años y hasta sus últimos días, Dilworth humedeció, rastrilló y removió meticulosamente el terreno, además de llevar el conteo diario de quienes se acercaban a experimentar la obra. Se cuenta incluso que, entre sus tareas, figuraba también recolectar las diferentes malas hierbas y hongos que crecían en la tierra, algo que después ingería personalmente como parte de su “único objetivo: preservar la pureza del lugar”.

'The New York Earth Room'.
'The New York Earth Room'.

“Se trata de la tierra, el arte y el silencio. Uno piensa que aquí no crece nada, pero, fíjate bien, el tiempo sí crece”, afirmaba el cuidador en una entrevista con The New Yorker en 2023. Poco antes de fallecer el 10 de diciembre de 2024, a los 70 años, Dilworth formó a quien sería su sucesora: Dana Avendano, una joven artista de 28 años, asumió la responsabilidad de velar por la continuidad del proyecto.

Un refugio del ‘mundanal ruido’

Desde su instalación, la obra The New York Earth Room se ha mantenido ininterrumpidamente abierta al público, cautivando a visitantes que buscaran un respiro en medio del ritmo frenético de la ciudad. Quienes han frecuentado el lugar, según reporta el citado medio, a menudo destacan la poderosa disonancia que se produce entre el bullicio del exterior y la calma casi mística del interior.

Los visitantes, al atravesar la puerta anónima del segundo piso, se encuentran con una visión inesperada y un silencio absoluto, interrumpido solo por el contacto entre la madera y la tierra. Y es que, tras la sencilla puerta que da acceso al espacio, una puerta de un piso cualquiera, el tacto en los pies del recibidor de madera y el olor húmedo componen una experiencia sensorial poco frecuente en una metrópoli dominada por el concreto y el ruido.

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De Maria concebía la instalación de tierra en Nueva York como una suerte de “paisaje interior”, una atmósfera suspendida en la que la inmovilidad aparente abre la puerta al recogimiento y la reflexión. A lo largo de los años, el espacio se consolidó como una referencia institucional, tanto para aficionados al arte contemporáneo como para curiosos atraídos por su rareza. De este modo, la gestión actual de Dana Avendano promete continuidad en la atención de la instalación. Con una formación artística propia y bajo el entrenamiento directo de Dilworth, Avendano asumió el puesto de “guardiana de la tierra”, garantizando que la experiencia ideada por De Maria siga disponible para nuevas generaciones.