
La temporada de los festivales de música en España, tan esperada durante meses tanto por los músicos y agrupaciones como por sus fans, se ha visto eclipsada por la renuncia masiva de los artistas a actuar en muchos de estos eventos. El motivo: el descubrimiento de que, detrás de estos, se encontraba un fondo de inversión proisraelí que financia a empresas con negocios en la industria militar y de espionaje, además de en la promoción inmobiliaria en territorios ocupados en Palestina, como Jerusalén Ester, Gaza y Cisjordania.
Tras conocerse este hecho, difundido por un reportaje del diario El Salto, la respuesta de los músicos no se hizo de rogar. Para finales de mayo, medio centenar ya habían rechazado su participación en cualquier festival que tuviera que ver con el KKR o Superstruct Entertainment, entidad adquirida por el grupo de inversiones que organiza hasta 80 festivales en todo el mundo, entre ellos el Sónar, el Viña Rock, el Resurrection Fest, el Monegros Desert Festival, el Arenal Sound o el FIB de Benicàssim, celebrado este mismo fin de semana.
Sin embargo, esta decisión individual de cada uno de estos artistas ha conllevado un coste para ellos. Cada uno tenía firmado un contrato con el festival en el que, además de cobrar un sueldo por la actuación, podía incluir subvenciones, patrocinios u otros factores económicos que han podido implicar una indemnización por su negativa, a veces ya con su presencia confirmada y las entradas vendidas, a realizar la actuación.

El precio del activismo de los músicos
“El FIB suponía el 25% de nuestros ingresos en julio”, explican en un correo a Infobae España Camellos, uno de los últimos grupos en renunciar a tocar en el FIB. “Y no sólo eso, sino que en casi 10 años de carrera, era la primera vez que ese festival nos llamaba para tocar”. De este modo, la banda integrada por Frankie Ríos, Fernando Naval, Tommy Dewolfe y Jorge Betrán renunció no solo a una importante suma económica, sino también al prestigio y “la solera” del festival, “y a la promoción que supone tocar ahí, en cuanto a medios y escaparate frente a miles de personas”.
El grupo llevaba ensayando desde hacía tiempo su actuación, había ya organizado y pagado parte de la logística y, tal y como ellos mismos explican, habían hecho “tetris” con sus vidas “fuera de la banda” para poder asistir al evento... antes de tomar la decisión. “Teníamos que hacerlo y finalmente nos decidimos a dar el paso y asumirlo como necesario por la situación actual en Gaza”.
El anuncio de Camellos llegó a comienzos de esta semana con un vídeo en sus redes sociales. “Las razones, si investigáis un poco, vais a entenderlas como bastante claras”, declaraban en el mismo. Y no fueron los únicos en tomar esta decisión: a ellos se les unían la artista urbana Mushkaa, la cantante Judeline o la banda Califato 3/4, cuyo cantante, Manuel Chaparro, ya había manifestado su disconformidad respecto a participar en festivales relacionados con el KKR: “Nos han hecho cómplices sin saberlo”.

Otra cancelación con gran repercusión mediática fue la del rapero puertorriqueño René Pérez, más conocido como Residente, uno de los cabeza de cartel. “No puedo participar, ni un solo segundo, en nada relacionado con esta tragedia, aunque sea de la manera más mínima”, lamentaba. “No sé si esto me traerá consecuencias legales, pero honestamente no me importa, mi posición siempre ha sido clara en torno a este tema”. Su anuncio afectaba no solo al FIB, sino también al Festival Morriña.
“No es solo dinero”
Las cancelaciones de última hora no han sido las únicas medidas que han tomado varios artistas. Algunos, que ya habían tocado festivales relacionados con el KKR sin saberlo, anunciaron que se desvincularían de ahora en adelante de cualquier evento en el que este fondo tuviera algo que ver. En el caso de Reincidentes, esto afectaría directamente a un festival en el que han sido asiduos desde hace años: el Viña Rock.
“Te cuesta mucho volver a un sitio donde sabes que detrás de todo está esta gente”, declara a Infobae España en una entrevista Fernando Madina, cantante y bajista de la banda sevillana. En su caso y el de sus compañeros, explica que las consecuencias de esta decisión sería “un día menos de cobrar un caché”, que afectaría a la economía del grupo según el número de conciertos que den al año.

En su página web, la cifra de actuaciones es de 40, por lo que, de mantener esta cantidad en 2026 y cobrar en todos los conciertos el mismo dinero, estarían renunciando a más de un 2% de sus ingresos anuales. No obstante, en el mes de mayo de este 2025 solo tuvieron tres conciertos, por lo que, ese mes, su facturación podría reducirse hasta en un 33%.
En cualquier caso, predecir cuál será el impacto económico a renunciar a tocar en el festival todavía no es posible. “Hay meses de mayo en el que tocas ocho veces, esas cosas no las puedes medir de antemano y es muy pronto”, dice Fernando Madina. “Pero también significa, por ejemplo, no poder tocar delante de 50.000 personas, que de vez en cuando... pues te gusta”. De este modo, señala que decir que no al Viña Rock “no es solo dinero”, sino negarse a tocar “en un festival que es importante en la escena de este país”.
Ven viable mantener esta postura a largo plazo
A pesar de todas estas implicaciones, como señalan en Camellos en su correo electrónico, el sacrificio es poco si con ello consiguen dar a conocer la situación de los festivales en España y su postura respecto a la misma. “Por la mínima repercusión que puedan tener actos como nuestra cancelación, ya ha merecido la pena”, aseguran. “Hacer música alternativa en España hoy en día es complicado, con eso llevamos contando ya casi 10 años. Pero más complicado es el tema que nos ha llevado a cancelar el FIB”.

En la misma línea, Fernando cree que, precisamente por eso, los músicos seguirán con la misma postura ya no solo este verano, sino también los próximos. “No son tantos festivales como parece ser”, señala. “Hay más conciertos, fiestas de los pueblos, salas... muchas formas de tocar”. El músico de Reincidentes ve viable seguir renunciando a estas actuaciones, al menos, en su banda, donde solo implicaría renunciar al Viña Rock. “No le damos tanta importancia a que pierdas un bolo”, y destaca que, aunque fuera una cantidad mayor, seguiría siendo “una cuestión más de principios que de dinero”.
La respuesta (y el silencio) de los festivales
Festivales como el Viña Rock publicaron en su momento un comunicado oficial recalcando su no participación en la financiación de “ninguna causa violenta ni contraria a los derechos humanos, ni directa ni indirectamente”. “Viña Rock siempre ha defendido causas justas, como la palestina, desde la cultura, el arte y la música”, escribían. En la misma línea, señalaron que KKR, pese a ser uno de los inversores de Superstruct, no ejerce ninguna influencia alguna sobre el funcionamiento y mucho menos sobre la identidad, programación o valores del festival Viña Rock.
También la misma Superstruct Entertainment lanzó en su momento un mensaje público subrayando que su objetivo es “celebrar la música y las comunidades que la hacen posible” y no ser una entidad política. Por ello, sin el apoyo económico de los inversores, sean quienes sean, “no sería posible sostener una oferta tan amplia y diversa de festivales”. Y, en cualquier caso, la empresa británica aseguró que todos los ingresos recabados en este tipo de eventos permanecen “íntegramente” dentro de la empresa y se destinan de nuevo “al desarrollo y puesta en escena” de nuevos festivales.
En otros casos, como el recién celebrado FIB, se ha preferido no hacer ningún tipo de comunicado y no pronunciarse ni sobre su conexión con el KKR ni por las actuaciones que se han ido suspendiendo. De hecho, el festival actualizó sin previo aviso sus carteles y horarios en sus redes sociales poco antes de que, este jueves, diera comienzo el festival. La renuncia de hasta 8 artistas en su cartel no parece haber afectado a su venta de entradas, pero varios de sus asistentes ya han manifestado su descontento tanto por los cambios en el cartel como por la conexión del festival con el fondo.
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