Hace casi 20 años, durante la mitad de 2006, se produjeron tres acontecimientos sin aparente conexión entre sí pero que de alguna manera son imprescindibles para entender el gran estreno de esta semana, Superman. El primero se produjo con el estreno de Slither, la primera película como director de un tal James Gunn, quien había comenzado su carrera como guionista detrás de películas como Scooby-Doo o Amanecer de los muertos y había demostrado su pasión por el cómic y los superhéroes con The Specials. Aunque Slither era una película de terror, ya dejaba ver el particular humor de Gunn, sus personajes tan ridículos como nobles en el fondo y un gusto por el imaginario pop que lo marcaría para siempre.
Fue un reducido pero primer éxito que le serviría al de Misuri para que en su siguiente película, Super, pudiese volcar ya todo su arsenal, y para que posteriormente le llamase Marvel para encargarse de un proyecto que volvería muy personal, Guardianes de la Galaxia. Tras años en Marvel desarrollando a los superhéroes más carismáticos de su universo, el cineasta dejaría el estudio —no sin algo de polémica arrastrada por una serie de tuits antiguos— para irse a la competencia, a DC, donde se encargaría de arreglar El Escuadrón Suicida, de darle vida al personaje de Peacemaker con una serie y de encarar su proyecto más ambicioso hasta la fecha, traer de vuelta a Superman a la gran pantalla. Irónicamente, el anterior director que lo había hecho era Zack Snyder, con el que había colaborado precisamente antes de dar el salto a la dirección en aquella película de zombies que a su vez readaptaba el clásico de George A. Romero.
Volviendo a 2006, el otro suceso que tuvo lugar fue la elección de Hamas como autoridad política en Palestina en enero, y posteriormente el inicio de la Guerra del Líbano en julio entre Israel y Hezbollah, que se zanjó con un alto al fuego decretado por Naciones Unidas al cabo de un mes, pero que supuso un punto de inflexión dentro del conflicto entre Israel y Palestina que se arrastra hasta nuestros días. Superman tira de ese hilo para poner a su protagonista en un gran dilema moral cuando su intervención en un conflicto internacional —el de las ficticias Boravia y Jarhanpur— lo sitúa en el ojo público y lo convierte en una figura cuestionada tras una serie de manipulaciones por parte del villano Lex Luthor (Nicholas Hoult).

Demasiado arroz para el Hijo de Krypton
El tercer suceso, quizá el que pasó más inadvertido, fue nada menos que el anuncio de Robert Downey Jr. como Iron Man, la película con la que arrancaría el Universo Cinematográfico Marvel y que sentaría las bases del cine de superhéroes moderno. Un universo sobre el que Gunn intentaría hacerse un hueco e impregnar su particular sello a través de los Guardianes, pero del que también ha terminado un poco preso por esos mecanismos, a saber: los personajes infantilizados, la acumulación de tramas y un CGI en detrimento de las localizaciones que deja bastante que desear. También con lo bueno del director, como la pureza de corazón de sus personajes y los momentos buenrolleros siempre protagonizados por alguna canción mítica de hace años que ya habías olvidado.
La ambición desmedida de Gunn por desligarse del Superman anterior —no el de Brandon Routh de Superman Returns, que casualmente llegó el verano de 2006— de Zack Snyder y Henry Cavill, mucho más oscuro y frío, lo lleva a plantear una película que sí, ahorra la ya aburrida historia de orígenes, pero que lo hace a cambio de introducir demasiadas tramas y otros tantos personajes por el camino.
En apenas un par de escenas, el espectador tiene la trama amorosa entre Lois Lane (Rachel Brosnahan) y Clark Kent (David Corenswet), los maquiavélicos planes del Lex Luthor —en su versión más Elon Musk que nunca como dueño de los medios y de la “verdad” que se cuenta en ellos— de Nicholas Hoult, la introducción de la Liga de la Justicia con Hawkgirl (Isabela Merced), Linterna Verde (Nathan Fillion) y Mr. Terrific (Edi Gathegi), o los demonios internos de Superman en la construcción de su identidad como superhéroe, pero también como humano. Con muchos monstruos, un universo infinito de bolsillo y un perro entre medias.

Un futuro prometedor por forjar
Entonces sí, este Superman es una versión mucho más optimista y luminosa que la de Snyder, más humana y menos superheroica por así decirlo, pero peca de querer abarcar demasiado y montar su propio universo a lo Marvel —el que ya está empezando a diseñar Gunn como nuevo jefe de DC, con próximos proyectos para Supergirl o Wonder Woman— sin tener aún las bases para hacerlo. Superman se siente más como la tercera parte de una saga que todavía no existe más que como la película para presentar a un nuevo héroe. Quizá no hacía falta enseñar a Clark llegando de Krypton a la Tierra, pero el salto que pega aquí también puede ser demasiado grande, sobre todo en una película que busca hablar de un conflicto internacional como hilo de fondo en una película de superhéroes.
En definitiva, a esta película le sobra ambición, personajes y tramas, y le falta un poco más de Superman o sobre todo de Clark Kent. Quizá porque Gunn cogía el proyecto con demasiadas ganas, porque está acostumbrado a trabajar manejando grandes grupos o porque la sombra de Marvel es todavía muy alargada, pero si DC quiere tener un futuro, este tiene que pasar por parecerse menos a los Guardianes y más a... bueno, a Superman. Hay base de sobra para ello, pero a la espera de ver qué nuevas aventuras encuentra Gunn para este superhéroe, de momento falta hace que este se encuentre primero a sí mismo.
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