Si todo el planeta Tierra se tuviese que poner de acuerdo para mandar una película al espacio exterior con el objetivo de que fuese descubierta por extraterrestres, ¿cuál debería ser el título escogido? ¿Se debería optar por algún clásico amable de Charlie Chaplin o Buster Keaton, por la revolución de Orson Welles o Sergei Eisenstein, una de la época dorada de Hollywood o algo más moderno? La famosa lista de mejores películas encontraba en Vértigo de Alfred Hitchcock la candidata perfecta antes de que fuese relevada por Jeanne Dielman de la cineasta belga Chantal Akerman. Y francamente, cuesta imaginar a alienígenas entendiendo tanto la obsesión de la primera como la propuesta contemplativa de la segunda.
Elio arranca precisamente con una imagen muy potente y de índole similar, la de la sonda Voyager 1, que fue enviada en 1977 al espacio exterior para el estudio del Sistema Solar, y que casualmente incorporaba un “disco de oro”, que contenía varios mensajes, imágenes e incluso canciones que pudieran servir de representación de la humanidad para los habitantes del espacio. Aún seguimos esperando a que esos supuestos “habitantes” respondan a la llamada, pero mientras tanto en Elio esa llamada recibe respuesta.

En la nueva película de Disney Pixar, Elio es un joven de once años que vive obsesionado con los alienígenas y la vida en el espacio exterior. Su fijación por este tema ha ido desarrollándose con los años, y de forma inversamente proporcional a su relación con lo que sucede en la Tierra y sobre todo en su entorno. Elio perdió a sus padres tiempo atrás y vive junto a su tía Olga, una general de las Fuerzas Aéreas que renunció a su sueño de convertirse en astronauta para hacerse cargo de su sobrino, y sus problemas para relacionarse en el colegio no terminan de ayudar. Incapaz de hacer amigos entre pupitres o tener una relación estrecha con su tía, el joven recurre a la radio y a sus fantasías de aliens para evadirse de un mundo al que no le encuentra atractivo alguno. Y Pixar pone todo de su parte para que así sea.
Una cuestión de identidad genérica o específica
A nadie le pilla de nuevas que el estudio prefiere trabajar sobre terreno desconocido que sobre uno anclado en el imaginario popular. Del revés y su secuela, Coco, Soul o Elemental han apostado por mundos que, aun antropomorfizados o con reminiscencias de la Tierra, podían dar rienda suelta a la imaginación como lo hicieran en sus inicios con Monstruos S.A., sin duda una de las grandes referentes de Elio y a la que parece incluso querer homenajear -imposible no ver un parecido entre los gusanos de esta película y el disfraz con el que Mike y Sully escondían a la humana Boo- en algún que otro punto.

Contrastando con anteriores propuestas de un calado visual más modesto como Luca o Red, se agradece volver a contemplar el poderío de imagen de la marca. El problema es que Mike y Sully tenían algo de lo que Elio carece, y es que no estaban al servicio de una historia de lo más genérica. Lo cierto es que todo parte de un cambio sustancial en el boceto original de la película, que recaía precisamente sobre el codirector de Coco, Adrian Molina, y quien en la primera versión de Elio planteaba un protagonista abiertamente queer, algo que finalmente fue eliminado así como otros aspectos que no hicieron más que deformar la idea original de Molina en pos de algo mucho más genérico y por tanto adaptable a la audiencia.
Es imposible saber cuánto de la vida personal de Molina había en el Elio original y cuánto se ha conservado en la versión que llega a cines, pero sí queda claro que es uno de los protagonistas más blancos que ha tenido Pixar jamás. Su conflicto es universal, sí, ya que todo el mundo en algún momento de su vida puede haberse sentido solo e incapaz de comunicarse con el resto. Pero más allá de eso, Elio carece de algo fundamental en las películas del estudio y es de personajes con matices, no meros muñecos sin nada de profundidad. Los otros embajadores que acogen a Elio en el espacio son de un diseño tan curioso como desprovistos de un contexto, y tan solo el pequeño Glordon y su padre aportan algo de poso y enjundia a la trama.
Al final, queda la sensación de que Elio son varias películas en una misma, pero todas ellas recortada, remendadas o directamente desechadas en algún punto. Es inútil pensar en la película que podría ser Elio, porque solo se puede hablar de la película que es. Y aunque se atisben algunos brotes verdes, la conclusión es que se trata de una oportunidad perdida precisamente por no saber responder a la pregunta inicial: no hay una película que pueda resumir toda la humanidad, sino películas con historias y personajes concretos a través de los cuales pueda identificar y empatizar el resto. Y si hubiera que mandar una al espacio, desde luego no podría ser Elio.
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