
Era 1971 cuando Michael Hart, un joven estudiante de la Universidad de Illinois decidió enviar una copia de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos a un grupo de amigos. Sin embargo, el sistema informático del centro no permitía pegar tantos caracteres y enviárselo a varias personas, por lo que Hart hizo algo que, aunque hoy sueñe extraño, nadie había hecho hasta entonces: convertir el texto en un archivo y descargárselo.
Desde ese 4 de julio, Día Internacional del eBook, los libros electrónicos han ido creciendo hasta convertirse en una realidad habitual para muchos lectores. En el año 2023, casi 1.000 millones de personas en el mundo leyeron al menos un eBook, según un estudio hecho y publicado por Statista. Una tendencia al alza, según los pronósticos de este portal de datos, donde España se erige como un punto de referencia al ser el quinto país del mundo con más lectores (un 36% de los encuestados) que utilizan este formato.
Revolucionarios, nostálgicos e híbridos
El camino hasta la consolidación del libro electrónico ha sido largo. Desde la fiebre de las editoriales en Estados Unidos a principios de los 2000 y el desembarco del eBook en Europa -sin contar la enciclopedia electrónica que inventó la española Ángela Ruiz Robles en 1949-, ha sido habitual confrontar los dispositivos de lectura electrónica a los libros en papel. Mientras muchos consideraban que esta propuesta digital no tendría futuro por no emular la sensación de leer en papel, otros temían, vaticinaban o sospechaban un progresivo reemplazo hacia un modelo de lectura que se vendía más accesible, más barata y más cómoda que la tradicional.
También en 1971, el propio Michael Hart daría inicio a la iniciativa del Proyecto Gutenberg, la primera biblioteca digital de libros electrónicos gratuitos. El potencial democratizador del mundo digital, de repente, mostraba todo su potencial almacenando los grandes clásicos de la literatura universal para que quien quisiera, desde donde quisiera, pudiera tenerlos en su ordenador... sin tener que pagar nada.
Más adelante, ya en el siglo XXI, llegaría el E-reader o lector de libros electrónicos, un dispositivo que presentaba novedades tecnológicas casi apocalípticas para los nostálgicos del papel: la tinta electrónica o epaper. A través de este sistema, el eBook mostraba una mayor resolución y un mayor brillo, podía cambiar el tamaño de sus letras y, además, conllevaba un menor consumo y un menor daño para la vista que las pantallas tradicionales.

“No estoy en contra (del ‘e-book’), pero en la literatura ha traído simplificación, si se compara con el papel”, afirmaba en 2010 el fallecido Mario Vargas Llosa. “Quizá acabe con la noción de obra maestra”. El premio Nobel peruano formaba parte de un bando de escépticos al que se oponía el de los entusiastas, como el periodista y escritor Naief Yehya, quien en 2001 escribía lo siguiente: “El papel electrónico es la mejor opción para dar inicio a una revolución equivalente a la que comenzó con el papel equivalente hace cinco siglos”.
Desde entonces, que sepamos, no han acontecido ni el fin de las obras maestras ni la revolución de una imprenta 2.0. Una encuesta de Amazon publicada en 2021 demostró que, en realidad, una gran mayoría de los lectores (72%) prefieren tener ambos formatos antes de quedarse solo con uno. En la misma línea, los últimos datos de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) muestran que, pese al incremento de descargas hasta las más de 18,4 millones y al aumento de la facturación por la venta de libros electrónicos -165,6 millones de euros-, esta sigue suponiendo tan solo un 5,5% de la facturación total del sector.
Más lectores y más piratas que con el papel
En el avance del próximo Informe de Comercio Interior del Libro se indica que el número de libros electrónicos editados en España en 2024 rozó los 28.000, un 8,7% más que en 2023. Sin embargo, tal y como se destaca en un informe de hábitos de lectura realizado también por la FGEE, solo un 12,7% de los eBooks se consumen en E-Readers. Otros dispositivos, como el ordenador (11,1%), el móvil (10,9%) o la tablet (9,2%) sirven también como soporte para consumir este formato.
En el ámbito de las ventajas, el libro electrónico sigue destacándose frente al papel por el precio. Si en 2024, el precio del libro tradicional ascendió hasta los 14,69 euros (tres céntimos más que el año pasado), en el caso del eBook, su precio se redujo 70 céntimos hasta quedarse en los 9 euros. Tal vez por eso, los lectores exclusivos de libros digitales -donde destacan los jóvenes de entre 14 y 34 años- leen y compran de media más libros al año, casi 15, que las personas que solo leen en papel, cerca de 10. Eso sí, estos últimos utilizan más las bibliotecas que las nuevas generaciones de lectores, más afines a las búsquedas en la web.
Otro detalle importante es que, pese al precio, dos tercios de los lectores de libros digitales no paguen nunca nada, al hacer uso de descargas ilegales. “Desanima ver que son muchos los que piensan que la cultura es gratis”, lamentaba la traductora Dolors Udina en un acto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2024 para presentar segundo Observatorio de la Sostenibilidad de la Cultura Escrita, informe en el que se revelaba que más de dos tercios de los contenidos editoriales digitales que circulan en España son piratas. “No es necesaria la piratería cuando hay tantas librerías públicas en nuestro país”.
“El libro es pura metamorfosis”
Casi 50 años después de que Michael Hart se descargara por primera vez un libro, algo parece seguro: el libro electrónico ha llegado para quedarse. Ha abierto el camino a nuevos lectores con nuevos hábitos de lectura, lo que ha supuesto un reto para el sector editorial y, al mismo tiempo, una nueva oportunidad de mercado.
La rueda, sin embargo, nunca se detiene, y es que es inevitable relacionar el éxito del libro digital con la llegada de un nuevo formato que también está poniendo patas arriba la concepción más tradicional de la figura del lector: los audiolibros. Pese a que este formato, también descargable, provoca recelos en muchos lectores, el porcentaje de los mismos que lo consumen ha pasado del 2,4% en 2018 al 7,9% en 2024.
Un aumento de más del triple que señala cómo el mundo del libro afronta una época marcada por los cambios constantes, que tal vez, en unas décadas, sigan estrechando la distancia entre el libro y las pantallas. Como diría en una entrevista Irene Vallejo, quien rescató la historia de cómo hemos leído a lo largo de los siglos en El infinito en un junto: “El libro es pura metamorfosis”.
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