
La actriz estadounidense Jayne Mansfield, símbolo sexual de los años 50 y 60, murió trágicamente el 29 de junio de 1967 en un accidente de tráfico, dejando a su hija, la también intérprete Mariska Hargitay, marcada por el estigma y el misterio que rodearon la vida y muerte de su madre.
Mansfield, quien tenía 34 años al momento del accidente, viajaba en un Buick Electra junto a sus hijos Mariska, Mickey Jr. y Zoltan, cuando el vehículo colisionó contra un camión que rociaba insecticida en la carretera.
Los tres niños, que dormían en la parte trasera, solo sufrieron heridas leves, mientras que el conductor, el abogado Sam Brody —pareja de Mansfield en ese momento— y un chihuahua también perdieron la vida.
La peluca de la actriz apareció a varios metros del lugar del siniestro, lo que alimentó el rumor de que había sido decapitada, un mito que persistió durante años.
Durante mucho tiempo, la cicatriz en la cabeza de Mariska Hargitay, resultado del accidente, fue el recuerdo más tangible que conservó de su madre. Hargitay, quien apenas tenía tres años en el momento del suceso, creció con una imagen fragmentada y distorsionada de Mansfield, basada en el imaginario colectivo y en la cobertura mediática que priorizaba su figura de símbolo sexual por encima de su talento artístico.
Un documental desde la perspectiva de su hija
La actriz fue portada de Playboy en 1955 y su vida privada generó más atención que su filmografía, lo que contribuyó a consolidar el cliché de la “rubia tonta” que la persiguió hasta su muerte.
En el documental Mi mamá Jayne, estrenado en HBO Max en el aniversario de la muerte de Mansfield, Mariska Hargitay debuta como directora y explora la compleja relación con la memoria de su madre.
La idea de la película surgió durante sesiones de terapia, en las que Hargitay experimentaba episodios de somnolencia al abordar recuerdos dolorosos. Su psicóloga sugirió que este fenómeno podría ser un mecanismo de defensa frente al trauma.

El resultado es un retrato íntimo de Jayne Mansfield, un homenaje a su padre, Mickey Hargitay —campeón húngaro de culturismo y actor, casado con Mansfield en 1956— y una investigación sobre los propios orígenes de Mariska.
A lo largo del documental, Hargitay entrevista a sus hermanos y accede a un trastero cerrado desde 1969, donde descubre recuerdos de la carrera profesional de su madre, fotografías familiares y películas caseras.
Entre los objetos hallados destaca el Globo de Oro que Mansfield recibió al inicio de su carrera, el cual hoy descansa junto al que su hija obtuvo en 2005.
Hargitay, reconocida por su papel protagónico en Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales —la serie más longeva en horario de máxima audiencia en la televisión de Estados Unidos, con 26 años en antena—, confiesa que muchas de sus decisiones personales y profesionales han sido una reacción a las elecciones de su madre.
“Las decisiones que he tomado en mi vida y en mi profesión han tenido mucho de reacción contra las que había tomado ella”, explica Hargitay en el documental.
Marcada por su imagen sexualizada
El papel de “sex symbol” que Mansfield adoptó había sido previamente encarnado por figuras como Mae West y Marilyn Monroe. En Hollywood, Mansfield fue vista como una versión exagerada de Monroe: más alta, más rubia, más voluptuosa y más preocupada por la autopromoción.
De hecho, los estudios la contrataron inicialmente para presionar a Monroe, quien solía generar conflictos contractuales. Mansfield debutó en el cine negro con La resaca (1955) y protagonizó comedias como La chica no puede remediarlo (1956), Una mujer de cuidado (1957) —adaptación de un musical de Broadway que ella misma había interpretado— y Bésalas por mí (1957), junto a Cary Grant.
A pesar de la imagen ‘hipersexualizada’ que proyectaba, Mansfield poseía una inteligencia notable: hablaba cinco idiomas, tocaba el violín y el piano, y era miembro de Mensa, la asociación internacional de personas con alto coeficiente intelectual.

Al principio de su carrera, Mansfield esperaba que Hollywood la reconociera como actriz seria, pero nunca logró que la industria la viera más allá de su físico.
La fotografía más famosa de su vida la muestra junto a Sophia Loren, quien observa el escote de Mansfield con una mezcla de asombro y recelo, una imagen que se convirtió en símbolo de la percepción pública sobre la actriz.
Una vida privada tumultuosa
La vida privada de Mansfield fue objeto constante de atención por parte de los tabloides. Sus tres divorcios, relaciones con figuras prominentes como John F. Kennedy y su hermano Robert, noches de fiesta, disputas legales, problemas financieros y su amistad con el fundador de la Iglesia de Satán llenaron páginas de prensa sensacionalista.
A comienzos de los 60, los estudios de cine comenzaron a cansarse de su afán por llamar la atención y sus papeles se limitaron a apariciones superficiales.
En 1963, Mansfield se convirtió en la primera actriz en protagonizar un desnudo en pantalla desde la era del cine mudo, en la película Promises..... Promises!.
Hacia el final de su vida, marginada por la industria y con problemas de alcoholismo, Mansfield trabajaba principalmente en casinos y clubes nocturnos.
En el documental, Hargitay revela un secreto que mantuvo durante cuatro décadas. Cuando tenía 20 años, vio una fotografía de su madre junto al cantante de origen italiano Nelson Sardelli y, al observar el rostro del hombre, comprendió que él era su padre biológico.
“Fue como si el suelo se cayera debajo de mí”, recuerda Hargitay. Mansfield había mantenido un breve romance con Sardelli en 1963, durante una crisis matrimonial, antes de regresar con Mickey Hargitay poco antes del nacimiento de Mariska. “Durante todo este tiempo he sentido que estaba viviendo una mentira”, confiesa la directora.

Esta revelación llevó a Hargitay a cuestionar su identidad: “¿Soy húngara, o soy italiana? ¿Fui una hija deseada, o más bien un accidente ilegítimo?”.
El documental plantea interrogantes sobre las decisiones de Mansfield y el peso de los estereotipos en su vida. En una conversación con su hermana mayor, Jayne Marie, Hargitay pregunta si su madre podría haber actuado de otra manera.
Viejas imágenes de archivo muestran a Mansfield defendiendo su talento, como en un ‘talk show’ de 1962 donde toca el violín antes de que el entrevistador la interrumpa abruptamente con la frase: “¿A quién le importa eso? ¡Bésame!”.
Estas escenas ilustran la lucha de Mansfield por ser reconocida más allá de su apariencia y el papel que la industria y la sociedad le impusieron.
La historia de Jayne Mansfield, marcada por el estigma, la tragedia y la búsqueda de reconocimiento, sigue resonando a través de la mirada de su hija.
El documental Mi mamá Jayne ofrece una visión profunda y personal sobre la vida de una mujer que desafió los límites de su tiempo, pero que nunca logró escapar de la sombra del mito que la envolvió.
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