
Se cumplen 100 años del nacimiento de Ana María Matute, una de las figuras más influyentes de la literatura española contemporánea, y el aniversario se celebra con la publicación de dos relatos inéditos que fueron censurados por el franquismo, incorporados por primera vez a la edición definitiva de Los niños tontos (Destino).
La conmemoración del centenario de Ana María Matute ha marcado el calendario cultural de 2025 en España, con homenajes, exposiciones y reediciones que subrayan la vigencia de su obra.
Desde su infancia, Matute mostró una inclinación natural hacia la creación literaria, publicando sus primeros relatos a los dieciséis años.
La mirada infantil en la posguerra
Este inicio precoz anticipó una trayectoria que la convertiría en referencia para generaciones de lectores y escritores, gracias a su capacidad para explorar la infancia, la fantasía y la posguerra española.
La infancia ocupa un lugar central en la narrativa de Ana María Matute. Sus relatos y novelas abordan la mirada infantil ante un mundo convulso, especialmente el de la España de la posguerra, donde la inocencia y la crudeza de la realidad se entrelazan.

Esta dualidad se refleja en la profundidad psicológica de sus personajes y en la atmósfera de sus historias, en las que la fantasía actúa como refugio y mecanismo de resistencia frente a la adversidad.
La autora dotó a sus protagonistas de una voz auténtica, capaz de conmover y de interpelar al lector adulto.
Primeros pasos laureados
El debut novelístico de Matute llegó con Los Abel, obra que en 1947 se convirtió en finalista del Premio Nadal, uno de los galardones (al menos por entonces) más prestigiosos de la literatura española.
Este reconocimiento temprano la situó en el centro de la escena literaria de la posguerra. 12 años después, en 1959, obtuvo el Nadal con Primera memoria, la primera entrega de la trilogía Los mercaderes, que se encargó de profundizar en los efectos de la Guerra Civil y la posguerra en la sociedad española, abordando temas como la pérdida, la memoria y la reconstrucción personal y colectiva.
Primera memoria se consolidó como un referente para entender la literatura de la época y afianzó a la escritora como una voz imprescindible.
Una carrera llena de premios
A lo largo de su carrera, Ana María Matute recibió numerosos reconocimientos que avalan la calidad y la trascendencia de su obra.
Entre los más destacados figuran el Premio Nacional de Literatura y el Premio Planeta, distinciones que subrayan tanto su capacidad narrativa como su impacto en el panorama literario español.
El punto culminante de su trayectoria llegó en 2010, cuando fue galardonada con el Premio Cervantes, el máximo reconocimiento de las letras hispánicas. Matute se convirtió en la tercera mujer en recibir este galardón, un hecho que celebró su aportación individual y visibilizó el papel de las escritoras en la historia literaria de España.

El reconocimiento institucional a su figura se materializó también en 1996, cuando Ana María Matute ingresó en la Real Academia Española, ocupando el asiento “K”. Este hecho supuso un hito en la historia de la institución, tradicionalmente dominada por hombres, y representó un avance en la integración de voces femeninas en los espacios de mayor relevancia cultural.
La presencia de Matute en la Academia enriqueció el debate literario y sirvió de inspiración para nuevas generaciones de escritoras.
La obra de Matute abarca una amplia variedad de géneros y registros, desde la novela hasta el cuento, pasando por la literatura infantil y juvenil. Su capacidad para crear mundos imaginarios y personajes inolvidables se refleja especialmente en sus relatos, muchos de los cuales han sido recopilados en el volumen Todos mis cuentos.
Esta antología permite apreciar la evolución de su estilo y la coherencia de sus temas a lo largo del tiempo. Entre las piezas más celebradas de esta colección se encuentran Sólo un pie descalzo y El polizón del Ulises, relatos galardonados con los premios más importantes del género y que han cautivado a lectores de todas las edades.
Un legado que sigue vigente
El legado de Ana María Matute sigue vigente y se proyecta hacia el futuro. En 2025, el Instituto Cervantes inauguró la exposición Quien no inventa no vive, un homenaje que recorre su vida y obra a través de manuscritos, fotografías y objetos personales.
Esta muestra ofreció una oportunidad única para adentrarse en el proceso creativo de la autora y comprender la dimensión humana y literaria de su trayectoria. La exposición celebró su contribución a la literatura y propuso una reflexión sobre el poder de la imaginación y la importancia de la memoria en la construcción de la identidad individual y colectiva.
Ahora, por primera vez desde la publicación de su última novela, los lectores podrán acceder a relatos inéditos de la escritora española Ana María Matute.

Este acontecimiento literario coincide con el centenario de su nacimiento y se materializa en una edición conmemorativa de Los niños tontos, una obra que reúne 23 relatos breves y que, en esta ocasión, incorpora dos textos nunca antes incluidos en el conjunto original.
La publicación de Los niños tontos en su versión definitiva representa un hito para quienes siguen la trayectoria de Ana María Matute.
Qué rescata ‘Los niños tontos’
El libro, escrito a finales de los años cincuenta, se componía de veintiún relatos que ya habían visto la luz en su momento, a los que se suman ahora dos piezas inéditas: El ahogadito, que la censura eliminó en 1956, y El otro niño tonto, publicado en 1953 en una revista, pero nunca antes incorporado al volumen.
La infancia, retratada con una belleza desgarradora, constituye el eje central de estos relatos. Ana María Matute insistía en que no se trataba de un libro para niños, sino sobre niños.
Así, los protagonistas de Los niños tontos son niños que, desde una mirada inocente y lúcida, intentan comprender un entorno hostil, marcado por la miseria de la época.
La autora utiliza una prosa precisa y evocadora para construir pequeñas estampas de descubrimiento y pérdida, componiendo lo que muchos han descrito como una gran pintura impresionista de la niñez, una etapa especialmente rica en experiencias y sensaciones.

La edición conmemorativa del centenario no solo recupera el texto íntegro, sino que también incluye un prólogo de María Paz Ortuño, amiga, colaboradora y una de las mayores expertas en la vida y obra de Ana María Matute.
En este texto introductorio, Ortuño destaca el carácter pionero de la autora en el género del relato breve. Según sus palabras, “Los niños tontos fue su primer libro de relatos, lo escribió como una unidad. Un conjunto muy pensado. Y en un género inédito en aquella época. Fue, pues, Ana María pionera en este género, en el que la esencia del cuento se lleva a su mínima expresión”.
Esta reflexión subraya la originalidad de la propuesta de Matute, quien definía el cuento como una naranja: redonda y llena de jugo, una metáfora que ilustra la densidad y la intensidad de cada uno de sus relatos.
Libros de niños, pero no para niños
La recepción crítica de Los niños tontos en el momento de su aparición estuvo marcada por la extrañeza. El hecho de que los protagonistas fueran niños llevó a muchos a considerar que se trataba de cuentos infantiles, una clasificación que incomodaba profundamente a la autora.
En una de las ediciones ilustradas, Ana María Matute solicitó que se incluyera una faja con la advertencia “¡ESTE NO ES UN LIBRO PARA NIÑOS!”, con el objetivo de evitar equívocos.
La autora misma explicaba que, aunque los relatos tienen mucho de poemas, no lo son, y tampoco pueden considerarse cuentos en el sentido tradicional.
“Cuentos tampoco; son ¡niños tontos! No se les puede llamar de otra manera”, afirmaba, reivindicando la singularidad de su obra.
La galería de personajes que pueblan Los niños tontos está formada por niños marginales, buenos, crueles, enfermos, que por diversas razones se ven rechazados o abandonados.
La soledad, la incomprensión y la injusticia atraviesan estos relatos, que no dejan indiferente a ningún lector. “Ninguno de los relatos deja indiferente, se siente la emoción, la compasión, pero también la rabia ante la crueldad, la impotencia ante la injusticia o la incomprensión”, señala María Paz Ortuño en el prólogo.
Esta capacidad para provocar una respuesta emocional intensa constituye una de las señas de identidad de la escritura de Ana María Matute.
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