
El tercer largometraje de Charles Chaplin, La quimera del oro, regresa a las pantallas de España en versión restaurada en 4K para conmemorar el centenario de su preestreno en Hollywood, que tuvo lugar el 26 de junio de 1925 en el Grauman’s Egyptian Theatre.
Esta celebración especial se materializará el próximo jueves 26 en los cines Verdi, donde la película se proyectará acompañada de un coloquio en ‘streaming’.
En este encuentro participarán Rodrigo Sorogoyen, la actriz Almudena Amor y el director de la Academia del cine español, Fernando Méndez-Leite, bajo la moderación de Fernando Lara, exdirector del ICAA.
Intrahistoria de ‘La quimera del oro’
La historia de La quimera del oro se sitúa en un momento decisivo en la carrera de Charles Chaplin. Tras el estreno de Una mujer de París en 1923, el cineasta experimentó el primer gran fracaso de su trayectoria.
Aunque la crítica valoró positivamente la película, el público no respondió de igual manera, en parte porque Chaplin se apartó de su icónico personaje, Charlot, para ofrecer un melodrama sentimental en el que no aparecía como protagonista.

El rodaje de Una mujer de París se extendió durante siete meses y supuso un gasto de 800.000 dólares de la época (unos 695.000 euros), una suma considerable que aumentó debido a la decisión de Chaplin de filmar la historia de manera cronológica, lo que complicó la producción.
La presión por recuperar el favor del público llevó a Chaplin a buscar una nueva historia que le permitiera retomar el personaje de Charlot. En ese contexto, la competencia en el cine cómico se intensificaba: en 1924, Buster Keaton estrenó El moderno Sherlock Holmes, mientras que Harold Lloyd había sorprendido al público con El hombre mosca un año antes.
La idea de ambientar una película en la fiebre del oro de Alaska surgió durante una reunión con Douglas Fairbanks y Mary Pickford, sus socios en United Artists, la productora que fundaron junto a David W. Griffith en 1919.
En la casa de la pareja, Chaplin observó fotografías de las regiones entre Alaska y Canadá, lo que inspiró una conversación sobre la búsqueda de oro en aquellos años y, finalmente, la creación de una historia en la que Charlot volvería a ser el protagonista.
Un rodaje difícil que terminó siendo un éxito de taquilla
El presupuesto de La quimera del oro superó al de su predecesora, algo comprensible dada la magnitud de la producción. La filmación incluyó complejas escenas en la cordillera californiana de Sierra Nevada, durante el invierno, y la construcción de elaborados decorados en el plató.
La secuencia de apertura, ambientada en un desfiladero, requirió la participación de cerca de mil extras. El coste total ascendió a 923.000 dólares de la época (algo más de 800.000 euros), aunque algunas fuentes sugieren que la cifra pudo ser aún mayor.
A pesar de la inversión, la película resultó un éxito rotundo, con una recaudación mundial de tres millones y medio de euros.

El público celebró el regreso de Chaplin a su estilo clásico, y el cineasta no volvería a apartarse del patrón impuesto por Charlot hasta la llegada de Monsieur Verdoux en 1947, donde el vagabundo se transformó en un asesino de viudas adineradas, a partir de un argumento de Orson Welles.
En 1925, La quimera del oro representaba la esencia del cine mudo, con su característico humor físico y una fotogenia inconfundible. A pesar de la inminente llegada del cine sonoro, que amenazaba la carrera de los cómicos de la época, Chaplin mantuvo su posición como figura indiscutible del género.
La película trasciende la comedia convencional para adentrarse en el terreno del drama y la tragedia con matices humorísticos.
Basada en la historia de la expedición Donner
Chaplin narra la odisea de los buscadores de oro, enfrentados a condiciones extremas de frío, hambre y carencia absoluta de recursos.
El guion incorpora elementos inspirados en hechos reales, como la historia de la expedición Donner, cuyos miembros, durante el invierno de 1846-1847, se perdieron en las montañas de Sierra Nevada y, tras quedarse sin provisiones, recurrieron al canibalismo para sobrevivir.
Este episodio histórico sirvió de base para una de las secuencias más memorables de la filmografía de Chaplin: el vagabundo y un fugitivo, aislados en una cabaña durante una tormenta, sucumben al hambre y la fiebre.

En un momento de delirio, el fugitivo imagina a Charlot convertido en un pollo gigante, mientras el vagabundo ejecuta una coreografía gestual cocinando un zapato en agua hirviendo, despojándolo de los clavos como si fueran espinas de pescado y utilizando los cordones como si fueran espaguetis.
La película reúne todos los ingredientes de una aventura sobre la obsesión por el oro en paisajes hostiles: la presencia de un oso amenazador, una tempestad de nieve, el hallazgo de un filón y la lucha por su posesión, una casa al borde de un precipicio durante una tormenta y una pelea en un ‘saloon’.
El éxito de La quimera del oro no solo fue económico y artístico, sino que también marcó un punto de inflexión en la evolución técnica y creativa de Chaplin, quien asumió riesgos cada vez mayores en sus siguientes proyectos.
Gags memorables
Otra de las escenas más emblemáticas de La quimera del oro es la danza de los panecillos, en la que el vagabundo, sentado a la mesa con cuatro mujeres, ensarta dos tenedores en sendos panes y los hace bailar en el aire. Este ‘gag’ alcanzó tal popularidad que Chaplin recibía frecuentes peticiones para recrearlo en cenas y fiestas.
La escena tiene su origen en el corto The Rough House (‘Tres pies al gato’), dirigido e interpretado en 1917 por Roscoe ‘Fatty’ Arbuckle y Buster Keaton, donde Arbuckle realiza un baile similar, aunque menos elaborado y de menor duración.

La quimera del oro fue reestrenada con éxito en 1942, dos años después de El gran dictador y en plena Segunda Guerra Mundial. Chaplin supervisó personalmente la nueva versión, que incluyó un acompañamiento musical diferente y una narración en ‘off’ a cargo del propio director y actor.
El montaje se redujo de 95 minutos en la versión muda a 72 minutos en la versión sonora. Algunas tomas presentan ligeras variaciones, ya que Chaplin utilizó material filmado con una cámara alternativa que rodaba simultáneamente, una práctica habitual en la época.
El regreso de La quimera del oro a las salas españolas, cien años después de su estreno original, permite redescubrir una obra que combina humor, drama y una mirada crítica sobre la condición humana, consolidando a Charles Chaplin como uno de los grandes genios del séptimo arte.
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