En 2023, Juan Dávila logró ser el cómico que más entradas vendió en toda Europa. Un logro que no es baladí, dado que, seis meses antes, había salido a la calle disfrazado de monje gritando en plena Gran Vía que nadie osara entrar al Teatro Arlequín, a ver si, por una especie de psicología inversa, alguien decidía comprar una entrada y asistir a su show.
Ese cambio brutal que experimentó su vida en tan solo medio año, y que vino provocado por algo tan simple como una serie de vídeos suyos que se hicieron virales, fue lo que llamó la atención del director de cine Alberto Utrera. “Ese margen de seis meses es lo que a mí me hace de repente decir de hacer esta producción”, explica en una entrevista con Infobae España.
Así fue cómo empezó La senda del pecado, el documental en el que se explica los orígenes de este conocido cómico, que durante una década luchó para que nada, ni nadie, pudiera hacerle abandonar su sueño. Una historia que, a partir de este jueves 15 de mayo, podrá verse en cines de toda España.

Unos inicios difíciles
Cuando Juan Dávila les dijo a sus padres que, con 34 años, quería dejar su trabajo fijo como Policía y convertirse en actor, estos creyeron que su hijo se estaba equivocando. Lo siguieron creyendo cuando, poco después, este aspirante a estrella del cine comprobaba lo arduo que puede ser salir adelante en un sector en el que solo el 23% de los intérpretes superan los 12.000 euros brutos al año.
Juan entró en contacto con diferentes grupos de teatro e improvisación. Se formó y trató de llevar a cabo distintos proyectos que, salieran mejor o peor, siempre acababan limitándose a las salas pequeñas o, aún peor, a las salas vacías. Se mudó a una pequeña despensa en un piso compartido, y junto a los pequeños papeles que iba consiguiendo, comenzó a hacer actuaciones de comedia, algo que durante muchos años tampoco funcionó.
“Me levantaba cada lunes y pensaba en abandonar”, cuenta a este medio. “Tú piensa que te levantas cuando la gente se va a trabajar y tú a lo mejor has tenido el fin de semana y has peleado y has actuado para 20 o 15 personas, y te levantas cada lunes viendo que no hay nada en toda la semana, que te tienes que apuntar a cursos, que formarte más o continuar entrenando o haciendo escenas”.
Durante 10 años, Juan vio cómo poco a poco su meta quedaba cada vez más lejana. Incluso aquellas series en las que parecía que, al fin, iba a triunfar, acababan sin estrenarse por cuestiones que no dependían de él. “Hizo un casting para una serie pero poco antes el pavo se rompió el talón de Aquiles y apareció en la sala de casting con una silla de ruedas que había rodeado de luces de Navidad”. Decidió seguir adelante, y si no era con el cine o la televisión, que fuera con el humor. Por eso, tras realizar una inversión de miles de euros para poder actuar en el Arlequín, decidió subir algunos fragmentos de sus shows improvisados en TikTok. Eso lo cambió todo.

La historia de alguien que lo consigue
“En enero me llama y me dice que han sacado 8.000 entradas para Vistalegre y que se han vendido en tres minutos”, cuenta Alberto, que pese a no saber si alguien querría producir el documental que tenía en mente, cogió su cámara y se fue con Juan hasta el Palacio. “Lo difícil fue estructurarlo y sobre todo qué contar”. La vida de su amigo, desde que fue futbolista siendo joven hasta que pasó por un chamán para que le quitara alguna maldición que hacía que todo le saliera mal, daba para mucho.
Finalmente, decidió que lo que quería era mostrar a “ese tipo que empujaba su sueño” contra viento y marea. “Y lo que más me gustaba es que se consiguió“, remata el cineasta. “Aquí en España siempre parece que las historias del que no lo consigue son las que molan Yo dije ‘¡hostia, lo ha conseguido!’, mostrar la historia de esto me parecía súper chulo”.
Familiares, compañeros y amigos explican su perspectiva de la dura travesía de Juan para llegar hasta donde está hoy. Algunos de ellos son muy conocidos, como Eva Soriano o Hovik Keuchkerian, que al igual que él, luchaban esos años por hacerse un hueco en el mundo del espectáculo. Es por eso que, quizá, él mismo afirme que siente que su propia historia “es un poco de todos”. “Creo que es como el espectáculo, con la gente y todas sus historias y yo haciendo humor de sus cosas”.
Un valor para la sociedad
Gracias a TikTok, la gente pudo descubrir el humor de Juan, que sin guion utiliza al público que asiste a sus espectáculos para construir un show humorístico sin límites... aunque eso a veces no le guste a todo el mundo. “Tengo bastante hater por redes sociales”, confiesa él. “Cada vez que sale mi nombre sale alguien que dice ‘este tío es un faltón’ o ‘pero si le hace el show el público’”.

Frente a este rechazo, recibe, en mayor medida, mensajes de otras muchas personas “con depresión, con ansiedad, con cáncer y tal” dándole las gracias por sus videos, tal y como puede leer en los cientos de comentarios que recibe cada día. “Creo que me protege saber que estoy haciendo el bien y lo que estoy aportando a la sociedad”.
Juan ha descubierto en su propio viaje el poder transformador de la risa y la capacidad de provocarla. “Publico vídeos casi todos los días y hay gente que me escribe cuando no lo hago, como ‘hoy no has publicado y estamos mi madre y yo sentadas en el hospital y ya llega la hora’... Esperan como su dosis de medicina, como quien espera el calmante”.
El espectáculo debe continuar
“Lo que diferencia a Juan del resto”, continúa Alberto Utrera, “es que en esta profesión tan dura, donde ves a tanta gente que se hunde y tira la toalla, ves a Juan que es constante y siempre está sacando cosas”. Para ejemplificar esa capacidad de resiliencia, el cineasta recuerda cómo una noche en el teatro Arlequín, en mitad de la función, “se fue la luz”. Podía haber detenido el espectáculo, haberse callado, haber esperado a que se solucionara. En cambio, “cogió una linterna e hizo todo el espectáculo con ella. Esa fuerza y esa energía la he visto en muy poca gente”.
Hoy, el sueño de convertirse en actor ya queda, para este humorista, muy lejos. “En la elección de ser actor había una parte de ego bastante grande, y con esto me he dado cuenta”, confiesa él mismo. “Creo que por lo que se llega a ser algo tan grande y trascender tanto es porque aportas más valor a la sociedad que lo que te puede aportar a ti”. Cuando ve el efecto que su humor tiene en algunas personas, en especial aquellas que más sufren en su día a día, “da igual si eres actor o cómico o pintor. Todo eso pierde valor e importancia en comparación”.
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