
“Si sientes dolor, estás vivo, pero si sientes el dolor de los demás, eres humano”. Esta frase, atribuida a León Tolstoi, ejemplifica a la perfección dos cuestiones: las personas sufrimos; las personas somos capaces de entender el sufrimiento de quienes nos rodean. Por desgracia, la Historia se ha encargado de demostrar una tercera máxima: las personas, también, nos hemos empeñado demasiadas veces en olvidar nuestra propia humanidad.
Guillermo Lahera, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá y jefe de sección en el Hospital Universitario Príncipe de Asturias, vio algo de eso en su trabajo. Descubrió cómo en los pacientes que trataba y en las conversaciones que tenía con ellos, se atisbaba algo genuinamente humano. A su vez, esto le hizo ser todavía más consciente de cómo la medicina, y más en concreto la especialidad a la que él se dedica, había pecado en reiteradas ocasiones de ignorar esa parte en los enfermos.
Así, tras más de 24 años escuchando las historias de sus pacientes, decidió escribirlas. Las palabras de la bestia hermosa (Debate) es el resultado de esa decisión. Un breve manual de psiquiatría con alma, como se escribe en la cubierta, para reivindicar el lado más humano de la psiquiatría: una ciencia a la que Lahera defiende, analiza y también critica al mismo tiempo, mientras se centra, sobre todo, en recordar que detrás de todo eso está lo más importante: alguien que está sufriendo... y que necesita ayuda.

“Un chispazo de poesía”
Pregunta: ¿Las palabras de la bestia hermosa es más un libro sobre el alma o sobre el cerebro?
Respuesta: Es un libro de de palabras. La gran herramienta del psiquiatra, aunque tenemos otras, es la palabra. Respecto al título, y a si es más sobre el alma o sobre el cerebro, entre medias tendríamos la mente, que emerge del cerebro pero es algo mucho más complejo. En ese sentido, el psiquiatra no trata solo con sinapsis y neurotransmisores, sino con sujetos que tienen mentes. La metáfora del alma es para referirme a aquello un poco más inaprensible, aquello que va más allá de la relación médica y que a veces es lo más bonito de nuestra especialidad.
P: ¿Qué te llevó a escribir este libro?
R: Pues mira, en primer lugar, cierta ignorancia en mi entorno sobre aspectos de salud mental, especialmente de trastornos mentales graves. No puede ser que gente muy formada y muy culta, cuando sale la palabra esquizofrenia digan ‘esto no sé lo que es‘. Ante eso, mi primer impulso fue querer dar a conocer este tipo de cuestiones para que la gente conozca mejor lo que son. Luego hubo otro objetivo que es que yo cuando veo a mis pacientes muchas veces digo para mis adentros: ‘esto lo debería conocer todo el mundo, es algo muy relevante para el ser humano’. Lo que ocurre en la consulta del psiquiatra me parece digno de ser reflexionado.
P: En el libro, mencionas esta idea y defines lo que encuentras en tus pacientes como “un chispazo de poesía”
R: Sí, a veces sí. Es lo que he sentido. Lo literario no es algo superfluo o un adorno, sino que a veces con el paciente se ha producido un momento narrativo, poético o literario muy potente, que creo que es muy relevante, muy significativo. Por eso la literatura y la psiquiatría no son dos cosas muy alejadas. Nuestro material es narrativo y por tanto tiene un punto literario.
El rechazo a los enfermos
P: ¿Cómo se convive con una enfermedad mental?
R: La enfermedad mental es realmente bestial. A veces puede llegar a ser devastadora. Pero al mismo tiempo, quería señalar los elementos luminosos, los elementos, poéticos y puramente humanos de tener una de esas enfermedades. Y, de nuevo, otra ambivalencia: tener una enfermedad mental puede tener una parte de desgracia, pero también puede tener una parte de oportunidad para una redención o una liberación. Yo me he quedado asombrado muchas veces con la capacidad de compensación que tienen los pacientes. Tienen un déficit, pero por otro lado tienen unos recursos que son magníficos.
P: ¿Parte del sufrimiento viene provocado por el propio rechazo que tiene la sociedad hacia la figura del loco?
R: La enfermedad mental produce una disfunción y muchos síntomas son consecuencia de ello, pero sumado a eso está el diálogo con la sociedad y por eso, en el sufrimiento del enfermo mental, participamos todos nosotros. Podemos aliviar ese sufrimiento y ayudarle a su integración, o podemos agudizar su sufrimiento y hacer que su vida sea insoportable. A lo largo de toda la historia hemos hecho segundo: lo que se ha hecho con el enfermo mental, con el loco, es entrar en pánico y apartarlo todo lo que podamos de la sociedad. Para nosotros era como quitar un elemento perturbador para él.
P: Las famosas naves de los locos.
R: Claro, las naves de los locos a las que no les dejaban atracar en ningún puerto. Ahora estamos en otro momento histórico.

P: ¿Cómo reacciona la psiquiatría frente al aumento de problemas de salud mental?
R: En los últimos años, sobre todo desde la pandemia, lo que ha habido es un aumento muy llamativo (en torno al 30%, que en epidemiología se consideraría casi una epidemia) de problemas de ansiedad, depresión e insomnio. A los psiquiatras nos preocupa que ese boom de la salud mental haya dejado a los trastornos mentales un poco arrinconados. Ahora es normal que un actor o una actriz o una presentadora diga que tiene depresión o que se estresó mucho en un periodo de mi vida‘, pero en cambio el que tiene un hermano con esquizofrenia lo sigue ocultando. Ahí yo creo que tenemos un margen de mejora: en dar a conocer estos trastornos, humanizarlos, saber que nadie tiene la culpa.
P: En el libro hablas de que se está produciendo una “reforma psiquiátrica”, ¿es a eso a lo que te refieres?
R: En España, Italia, Francia, Reino Unido, desde los 60 hasta los 90, se produjo un cambio de paradigma desde un una organización manicomial de la asistencia al enfermo mental, es decir, de los hospitales psiquiátricos de larga estancia, a una red comunitaria insertada dentro de la comunidad de las ciudades, de los pueblos, de atención al paciente con enfermedad mental. Eso es lo que se llama la reforma psiquiátrica, que también culmina en una atención más integral de estas enfermedades. El paciente también necesita vivienda, necesita que le ayuden a insertarse en el mercado laboral, una mirada más integral. Lo que pasa es que muchas veces acaba en una reforma incompleta en muchos países.
P: ¿Qué es lo que falta?
R: Bueno, sería largo hablar, pero yo creo que hemos hecho una especie de reforma low cost. Si queremos realmente ayudar a las personas con trastornos mentales, eso requiere más inversión. En España dedicamos en torno al 5% del presupuesto de sanidad en psiquiatría. La Unión Europea de media está en 7,5% y muchos países dedican un 10% o un 12%. En segundo lugar, es muy importante la formación de buenos psiquiatras, psicólogos clínicos y trabajadores sociales. Lo tercero es la participación, que el paciente sea protagonista de su tratamiento. Eso es un reto porque es un poco lo contrario a lo que se hacía en el anterior paradigma: darle voz. Y es bueno que él y su familia también puedan tomar decisiones.
Desmontar el estigma contra los psiquiatras y la medicación
P: ¿A día de hoy, existe una idea unívoca de lo que es la psiquiatría?
R: Uno de los rasgos de nuestra especialidad ha sido un poco una fragmentación por escuelas y a veces incluso una crispación entre escuelas muy llamativa. Yo lo que puedo afirmar es que en los últimos 15 o 20 años la psiquiatría va hacia una integración. Sigue habiendo extremos, pero creo ya no son predominantes. Ahora, sobre todo los jóvenes psiquiatras, se van formando desde distintas perspectivas y hay una especie de consenso en los mínimos que tenemos que tener. Es una discplina científica que en el pasado no lo ha sido. Es humana y trata de contemplar a la persona con enfermedad mental desde las perspectivas biológicas, psicológicas y sociales.
P: A pesar de eso, junto al estigma de la enfermedad mental también hay un estigma del psiquiatra.
R: Van de la mano. Las películas que más han estigmatizado a los enfermos mentales son los que más nos han estigmatizado a nosotros, como Alguien voló sobre el nido del cuco. Uno de los temas del libro es ese: desmontar los estereotipos de los psiquiatras para que se den cuenta de que somos médicos especializados en estos trastornos y que tratamos de ayudar a que el proyecto de vida del paciente vaya a lo mejor posible. No tenemos otra intención.

P: ¿Qué dirías, entonces, a la gente que sospecha de la medicación que los psiquiatras recetan?
R: A mi juicio, hace falta que hilemos más fino. Por ejemplo, ¿hay una sobremedicalización y una un uso masivo de psicofármacos en la vida cotidiana? Sí, pero yo, como psiquiatra, digo que sí porque Atención Primaria tiene poco tiempo, porque hay poca formación en psicoterapia, porque para ciertos problemas que serían analizables de manera psicológica o con pautas de higiene del sueño o con terapias que están validadas rápidamente, recurrimos a la medicación como solución inmediata. En ese sentido, sí se medica de manera un poco indiscriminada. Pero por otro lado, no podemos generalizar el mensaje. Si tienes un trastorno mental grave, la medicación es fundamental y es indispensable. No podemos decir, generalizando, que se medica demasiado, porque entonces el paciente al que ya le cuesta bastante tomarse su pastilla para mantenerse estable, si recibe ese mensaje, puede estar aún más confuso.
P: En Las palabras de la bestia hermosa señalas, por ejemplo, la importancia de los fármacos para vaciar los manicomios.
R: Fue una realidad. Y por eso no hay que oponer nunca lo social a lo biológico. Estamos en el mismo barco. Si conocemos mejor la fisiopatología de las enfermedades mentales vamos a poder también mejorar la capacidad de que las personas puedan integrarse en la sociedad. No es lo uno frente a lo otro. No hay que elegir entre papá y mamá, entre la biología y la sociedad. Vamos todos de la mano para que al que tenga la mala suerte de tener una enfermedad mental eso le repercuta lo menos posible en su calidad de vida.
Sensibilidad y curiosidad por algo que “nos concierne a todos”
P: ¿Hasta que punto es fundamental la sensibilidad en el psiquiatra?
R: Tenemos que empatizar con tener una enfermedad mental, encontrarte un psiquiatra que no muestra interés, que da la medicación y ni siquiera te mira a los ojos...No puede ser eso. Estamos cometiendo mala praxis si deshumanizamos la psiquiatría. Tenemos que ir en dirección contraria, en darnos cuenta de que tenemos un sujeto delante, una persona valiosísima.
P: Oliver Sacks, a quien mencionas como un referente, hablaba en sus libros de una ciencia romántica reivindicando precisamente eso.
R: Él era neurólogo, pero es el gigante de la literatura de casos clínicos. No ha habido nadie que le haya superado. En él es muy difícil separar si era escritor o era médico o era investigador. Todo iba de la mano. A mí me parece una figura muy conmovedora y creo que en la historia de la medicina nos daremos cuenta de que ha tenido un papel importante. No sé si has leído sus memorias. Es una persona que sufrió muchísimo. A mí me sorprendió. Me había leído su obra y al leer su autobiografía, me di cuenta de lo que él escondía también sus padecimientos, y quizás fue eso lo que le permitió conectar con el sufrimiento de los pacientes.

P: ¿Cuando escribiste este libro lo hiciste como médico, como escritor o como investigador?
R: Un poco de todo, pero me gustaría que como médico si tuviera que elegir solo una de las palabras. Creo que la profesión de médico siempre ha sido muy importante en el ser humano y en distintas civilizaciones. Hoy en día, en este momento tan asombroso, con tanto cambio, con la posmodernidad, con la inteligencia artificial, con la globalización y donde tanta gente se acobarda, sigue existiendo la profesión de médico y mucha gente la sigue necesitando. Tenemos que reformularla, tenemos que renovarla, pero creo que seguirá siendo muy importante en nuestra sociedad.
P: Última pregunta. Si pudieras darle este libro a una persona estando seguro de que esa persona se lo leería. ¿Quién te gustaría que lo leyera?
R: Alguien que no forme parte de mi mundo. Es decir, un periodista, un abogado, un profesor de instituto, una persona que tiene una empresa. Alguien que tenga curiosidad intelectual y a quien le interesen los enigmas del ser humano y que encuentre interés en conocer esto de las enfermedades mentales porque puede darle claves para entender al ser humano. Ese sería mi mi público.
P: Bueno, te hago una pregunta más. ¿Se puede entender al ser humano sin entender las enfermedades mentales?
R: Es una buena pregunta (ríe), no sé si se puede, pero si entiendes las enfermedades mentales entiendes cosas esenciales del ser humano. Casi nadie está libre de la enfermedad mental. Quien más quien menos: cualquiera de nosotros ha tenido insomnio, ha tenido ansiedad en su familia y ha visto un trastorno mental en su abuelo, su tío... Ahora en niños es muy frecuente. Hijos con TDH, con TEA. Creo que hay que diluir esa diferenciación entre los sanos y los enfermos. Todos estamos, en cierta manera, tocados, por lo menos por el riesgo de tener trastorno mental y por tanto a todos nos concierne esto.
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