
El reciente estreno de La venganza de los Sith, última entrega de las llamadas precuelas de Star Wars de George Lucas y epítome del cine épico de principios de los 2000, ha traído de vuelta cierta nostalgia por el cine de aquella época, antes de que Hollywood apostase por un nuevo rumbo -orientado principalmente hacia los superhéroes y otras nuevas franquicias- y durante el cual surgieron propuestas de lo más atrevidas, especialmente en su uso de nuevas técnicas. Aunque en el caso de una, su vanguardista propuesta nació y murió prácticamente con ella.
Durante aquellos primeros años del nuevo siglo prosperaron un tipo de películas muy concreto, las que buscaban un tipo de animación más realista para poder explorar historias que no estuvieran solo reservadas al público infantil. Las innovaciones tanto en CGI a raíz de Toy Story, la rotoscopia de Waking Life o A Scanner Darkly de Richard Linklater o la combinación de animación y acción real (Looney Tunes: de nuevo en acción) invitaban a pensar hasta dónde podía llegar el límite. Y el director Robert Zemeckis lo quiso comprobar.
Tras un primer intento con Polar Express, la cual ya presentaba este novedoso método de captura de movimiento real mezclado con una animación completamente digital, el director de Regreso al futuro y Forrest Gump asumió la responsabilidad de adaptar Beowulf, un proyecto que llevaba preparándose desde hace más de una década en Hollywood y que en principio iba a dirigir Roger Avary, guionista de películas como Pulp Fiction y autor de Las reglas del juego. Finalmente Avary permaneció en el guion, el cual coescribió junto al escritor británico Neil Gaiman, quien ya había realizado una nueva aproximación al héroe nórdico en su colección de cuentos Smoke and Mirrors.

Un héroe diferente para los nuevos tiempos
En la leyenda tradicional escandinava, para la que Beowulf sería su Cid o Roldán particular, este héroe llegaba a la corte danesa para salvarla de los ataques de un monstruo conocido como Grendel, para años después convertirse en rey y enfrentarse ya anciano a la amenaza de un gran dragón, pereciendo en su intento por salvar a su pueblo. Lo que en principio tenía mucho de épica y poco significado en el contexto occidental actual, pronto se vio alterado por las modificaciones de Gaiman y Avery.
De esta forma, la Beowulf se convirtió en un héroe escandinavo solo en aspecto superficial, pero con connotaciones de pecados y la culpa cristiana. Grendel pasaría a ser el hijo del rey danés Hrothgar (Anthony Hopkins), ahora convertido en un borracho y mujeriego, el cual habría concebido con un demonio con aspecto de bella mujer -interpretada por la belleza canónica de la época, Angelina Jolie-, lejos de la ogresa que describía el relato original. “Me impactó que Grendel siempre fuera descrito como el hijo de Caín, significando esto que era mitad hombre, mitad demonio, pero su madre siempre dijo que era un demonio completo. Entonces, ¿quién es el padre? Debió ser Hrothgar, y si Grendel arrastra hombres hacia la cueva, debe ser para su madre, para que pueda dar a luz otro engendro demoníaco", resolvería Avary.
Los cambios de Avary y Gaiman provocaron que Beowulf se alejase en gran medida de la historia original en pos de una propuesta más épica y cercana a los tiempos, desprendiéndose de su esencia original por una más afín a la mentalidad occidental católica, pero no fue el único cambio significativo. Sufrió críticas por sus imprecisiones históricas por parte de algunos historiadores y académicos, pero la peor parte fue curiosamente con el público para el que supuestamente se había adaptado la leyenda.

Adentrándose de lleno en el valle inquietante
Aunque Zemeckis ya se había adentrado en el complejo mundo de la animación digital con Polar Express, con Beowukf llevó esta técnica a su máxima expresión haciendo uso de Imagemotion, un sistema de captura de movimiento desarrollado por Sony Pictures Imageworks como de Mova. La primera utilizó más de 200 cámaras infrarrojas para registrar los movimientos de los actores, mientras que la segunda resultaba una técnica innovadora que utilizaba maquillaje fosforescente y cámaras de alta velocidad para capturar los movimientos faciales con gran precisión. Los datos obtenidos se usaban para crear modelos 3D que luego se imprimieron en 3D y se iluminaron con estrobos, emulando un zoótropo tridimensional.
Todo ello confirió a Beowulf un aspecto único, con un movimiento menos fluido que el de una película de animación tradicional pero mucho más realista y con expresiones casi propias de los actores, pues en gran medida habían sido recreadas al detalle. Salvo en el caso del propio Beowulf (Ray Winstone), cuyo modelo se había tomado del por entonces joven actor de Reacher, Alan Ritchson, el resto de personajes tenían la voz y expresiones faciales de Robin Wright, John Malkovich, Brendan Gleeson o sobre todo Angelina Jolie.
Sin embargo, su estilo visual fue que prometía ser su gran baluarte, terminó siendo uno de los motivos por los que el público no conectó del todo con la película. Parag Havaldar, ingeniero principal de I+D en Sony Pictures Imageworks, reconocería posteriormente en una conferencia que la razón podría haber estado detrás del conocido valle inquietante (uncanny valley), a saber, el fenómeno por el cual los espectadores experimentan cierta incomodidad al verse frente a frente como representaciones humanas tan extremadamente realistas como de alguna manera imperfectas, al carecer de ese cariz humano.
Sea como fuere, el moderado fracaso de Beowulf hizo que ese tipo de animación y de cine nunca llegase a afianzarse y la moda se desvaneciera con el tiempo, hasta relegar a la película un estatus de olvidada y casi enterrada por el mercado de streaming. Sin embargo, hay quien la ve hoy día y la sigue apreciando como un noble intento de experimentación, y solo el tiempo la acabará de poner en su sitio. Como decían en otra famosa película de Zemeckis, “Supongo que no estáis preparados para esto, pero les encantará a vuestros hijos”.
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