Querer hoy en día atribuir una línea editorial a una compañía cinematográfica resulta toda una quimera, especialmente si tenemos en cuenta el estado actual de la industria, pero no se puede decir que no haya estudios que en los últimos años no hayan apostado por una serie de cineastas y temáticas más o menos claras. Ahí están Annapurna o A24, que ha crecido mucho desde sus inicios pretendidamente indies, pero también Blumhouse, la productora nacida al amparo de Jason Blum, afincada desde sus inicios en el fértil y productivo género del terror.
Su condición de estudio de referencia para el terror no le ha impedido a Blumhouse ir probando diferentes propuestas a lo largo de los últimos años. Una de sus películas más celebradas de los últimos años fue El hombre invisible, dirigida por un hombre fuerte de la casa como Leigh Whannell (una de las mentes detrás de la saga Saw junto a James Wan) pero que suponía un soplo de aire fresco a un género al que ya se le estaba buscando una renovación constante a través del banalmente llamado “terror elevado”. Sin querer mirarse en el espejo de las nuevas voces de Ari Aster, Robert Eggers o Jordan Peele, lo cierto es que El hombre invisible era una más que lúcida revisión del mito creado por H.G. Wells introduciendo el tema del abuso doméstico, pero haciéndolo de forma muy elegante y sobre todo efectiva, a través de lo formal, usando el fuera de campo para crear esa inquietud no ya a su protagonista, sino al propio espectador.
El hombre invisible devolvía la esperanza de poder hacer películas comerciales con un fondo social, aunando fondo y forma de la mejor manera y reverenciando todo un clásico de la literatura ahora transformado en un monstruo muy actual. A Blumhouse no parece haberle salido la misma jugada con su monstruo más reciente, El hombre lobo, pero para una compañía que produce entre cinco y diez películas por año, un bache siempre se puede sortear. Y Blumhouse se ha decidido superarlo lo antes posible, y con otro director que conoce de sobra: Christopher Landon.

‘Scream’ sin Ghostface
El mismo año que se estrenó El hombre invisible lo hizo también Freaky, titulada en nuestro país Este cuerpo me sienta de muerte, una película que parodiaba las películas de cambio de cuerpo —Este cuerpo no es el mío, Ponte en mi lugar—, pero llevado al género del terror, y más concretamente, al slasher. Su director, Christopher Landon, ya había probado esa fórmula con su gran éxito, Feliz día de tu muerte, película que se aprovechaba del famoso tropo de “El día de la marmota” —es decir, de la premisa de Atrapado en el tiempo— para combinar cuchilladas con ansiedades juveniles.
Los caminos de Landon y la mayor saga juvenil de cuchilladas y sustos con parodia y toques meta, Scream, parecían destinados a encontrarse. Y así lo hicieron durante un breve período de tiempo, el suficiente para que el director abandonase la nueva entrega de la saga tan solo unas semanas después de haber aceptado el cargo. Qué pasó en esas semanas es un misterio más complicado de resolver que la identidad de Ghostface en cualquiera de sus entregas, pero el caso es que Landon regresó al faldón de Blumhouse y se puso a trabajar en otro proyecto. Aunque ya se sabe que cuando uno deja de hacer una cosa y se pone a hacer otra, es muy probable que en ese proceso acabe haciendo de alguna manera lo que ya tenía en mente.
Solo así se entiende una película como La cita, que llega a los cines esta semana y que se podría resumir como qué sucedería si el fantasma de Alfred Hitchcock conociese la época de las apps de citas románticas. Violet (Meghann Fahy) es una psicoterapeuta que perdió a su marido de la forma más traumática posible y que lleva un tiempo alejada de las citas, enfocada en criar a su pequeño hijo y protegerle de la tragedia que los persigue. Cuando se arma de valor y acepta tener una cita con un hombre, Violet empieza a recibir una serie de extraños mensajes. Mensajes que le obligarán a no despegar la mirada del móvil, pero también a desatender su cita romántica (Brandon Sklenar) en un lujoso restaurante de Chicago.

Un cóctel sin mucha mezcla
Una premisa así podría parecer que no tiene mucho que ver con la saga creada por Wes Craven y Kevin Williamson —quien finalmente ha relevado a Landon en la próxima entrega— pero lo cierto es que la perversa relación que Violet entabla con la otra persona al lado del teléfono es muy similar, sin cuchillos de por medio. La cita también retrotrae a películas como Última llamada o la reciente Equipaje de mano del director español Jaume Collet-Serra, aunque Landon echa más mano del terror psicológico que de la acción pura y dura, la cual reserva para su tercer acto.
A pesar de su moderada ambición, la película nunca termina de encontrar el equilibrio entre la comedia romántica de la situación —el encuentro entre dos desconocidos que necesitan volver a amar— con el thriller y el terror psicológico provocado por la extorsión que sufre Violet en su teléfono. La película funciona por repetición y aunque arranca como un whodunnit solvente, conforme avanza la trama se hace todo más inverosímil, y en la que es imposible no pensar en La soga de Hitchcock, aunque el fantasma del inglés esté más sobrevolando que de cuerpo presente.
Cuando Landon encuentra sus cuchillos, metafóricamente hablando, la película entra en su punto álgido y sí se puede ver algo del talento y mala leche del director, pero resulta demasiado tarde y, sobre todo, da la sensación de que se ha perdido demasiado tiempo. El trauma del pasado, la violencia doméstica o el pánico que supone quedar a ciegas con una persona a la que solo conoces a través de una pantalla y que lo mismo puede ser un asesino en serie como tu próximo gran amor son ideas que pasan por el filme tan rápido como los platos que sirve el torpe camarero, pero que nunca llegan a saborearse del todo. Da la sensación de que, como le sucede a la protagonista, Landon está distraído, absorto en otras cosas, y que quizá esta no era la película que tenía en mente. Y, como Violet, habrá que mantener el móvil encendido por si acaso. Nunca se sabe en qué momento Ghostface puede volver a llamar.
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