Cinco directoras de cine que descubrir por el Día de la Mujer: de pioneras y revolucionarias a nuevas promesas

Repasamos algunas de las cineastas más influyentes e infravaloradas en la historia del cine español y del resto del mundo

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Imagen de 'Asparagus' de Suzan
Imagen de 'Asparagus' de Suzan Pitt, una de las directoras a descubrir por el 8M.

El 8M es un día importante para reivindicar la figura de muchas mujeres, y en el cine la lista de nombres sepultados en el tiempo no es precisamente corta. Aunque cada día son más las directoras con gran presencia en la gran pantalla, hay muchas otras que cayeron en el olvido o simplemente no gozaron de todo el reconocimiento que debían en su momento.

Como todo no iban a ser Greta Gerwig, Sofia Coppola o Kathryn Bigelow, desde Infobae España nos hemos propuesto rebuscar entre esas voces únicas cuyas películas han perdurado a pesar del tiempo. Artistas pioneras, pero también las nuevas voces de este siglo, directoras que se abrieron paso en una industria de hombres como era la de España, u otras cuya desbordante imaginación quedó plasmada en pequeños dibujos de colores. Es infinita la lista de grandes mujeres que se pusieron tras las cámaras, pero aquí hemos recopilado la historia de cinco de ellas.

Lois Weber

Sin paños calientes ni nada: Lois Weber fue una de las primeras mujeres directoras y probablemente la más importante en la historia temprana de Hollywood. Actriz de teatro a principios de siglo XX, se interesó por hacer sus propias películas a raíz de conocer a la pionera antes que ella, Alice Guy-Blaché. Fue esta quien animó a Weber a escribir y dirigir sus propios proyectos, y a partir de 1910 comenzó a realizar sus primeras películas. “Escribe sus propias historias y continuidad, selecciona sus repartos, dirige la película, planifica hasta el más mínimo detalle todos los efectos escénicos y, por último, titula, corta y monta la película. Pocos hombres han asumido semejante responsabilidad”, escribían sobre ella.

Así surgieron títulos como Hypocrites, Where Are My Children?, The People vs. John Doe o Shoes, en los que abordaría temas tan controvertidos para la época como el aborto, la pena de muerte, el alcohol y las drogas o la emancipación femenina como prueba de que Weber no le tenía miedo a nada. Precisamente por su coraje y su talento para narrar en imágenes, sus películas gozaron de gran éxito en la época. “Me gusta dirigir porque creo que una mujer, de forma más o menos intuitiva, saca muchas de las emociones que raramente se expresan en la pantalla. Puede que me pierda lo que consiguen algunos hombres, pero conseguiré otros efectos en los que ellos nunca pensaron”, explicaría en sus propias palabras Weber, aunque no hay mejor testimonio que todos sus cortometrajes y largometrajes que afortunadamente han pervivido, y que se pueden encontrar en plataformas como Criterion Channel o YouTube.

Imagen de la cineasta Lois
Imagen de la cineasta Lois Weber.

Ana Mariscal

La historia de España también ha estado llena de grandes nombres femeninos tras las cámaras. Entre las pioneras Elena Jordi —seudónimo de Montserrat Casals Baqué— y Helena Cortesina a las consagradas en la actualidad como Icíar Bollain, Isabel Coixet o Carla Simón, hay una que ha sido reivindicada con el tiempo, hasta el punto de ser considerada como una de las más influyentes del siglo XX y ser objeto de restauraciones para presentar sus películas nada menos que en el Festival de Cannes.

Hablamos de Ana Mariscal, una mujer que se metió en el cine por accidente —la cogieron para una película cuando acompañaba a su hermano actor— y terminó convirtiéndose en uno de los rostros del cine franquista —principalmente por su protagonismo en Raza de José Luis Saénz de Heredia— pero también en una cineasta revolucionaria para su época. Su primera película, Segundo López, aventurero, sigue siendo una prodigiosa ruta por el Madrid de la época y sus miserias hasta entonces no tan filmadas, constituyendo un gran ejemplo de neorrealismo español. Pero Mariscal también fue capaz de adaptar a los más grandes, como hizo con Miguel Delibes y El camino, disponible en FlixOlé.

La directora Ana Mariscal durante
La directora Ana Mariscal durante un rodaje.

Kinuyo Tanaka

Hay que dar un salto, no en el tiempo sino en el lugar, para dar con una de las grandes voces del cine asiático, otra pionera y revolucionaria en su momento. También procedente del mundo de la interpretación, Kinuyo Tanaka logró destacar en el momento de ebullición del cine japonés, a la sombra de autores como Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi pero no por ello menos importante ni valiosa, ya que trabajó con todos ellos como actriz y sacó lo mejor del cine de cada uno.

Ya en los 50, y tras convertirse en una actriz tan admirada en su país que muchos de los títulos llevaban su nombre, se decidió a ponerse tras las cámaras. Su estilo era en gran medida cercano al de sus maestros, pero mostrando una empatía y cariño por sus personajes que evidenciaba su origen como actriz, pero también su mirada tierna y humanista. Gracias a ello realizó películas tan bellas y apasionantes como Carta de amor, La luna se levanta, Pechos eternos o La noche de las mujeres, casi todas ellas centradas en historias de personajes femeninos rebelándose contra las normas e imposiciones sociales del Japón de la época, con temas como el divorcio, el cáncer de mama o la emancipación de la mujer artista.

Imagen de Kinuyo Tanaka.
Imagen de Kinuyo Tanaka.

Suzan Pitt

Todas las mujeres mencionadas han sido revolucionarias a su manera, pero también es verdad que se han mantenido en un circuito más o menos mainstream. Suzan Pitt, por el contrario, cultivó —nunca mejor dicho porque su cine estaba lleno de verduras, plantas y demás vegetales— un cine mucho más alternativo, mezclando dos campos periféricos como son la animación y el cine experimental. Pero solo de ahí podía surgir un imaginario visual tan rompedor y a la vez cercano a la experiencia femenina como el suyo.

Si los sueños y pesadillas más recurrentes de la mujer tuviesen una película, esa sería de Suzan Pitt, quien a través de sus obras se adentró en los lugares más oscuros del alma humana, reflexionando sobre el género, el deseo sexual, la soledad o el envejecimiento. Todo ello lleno de una espectacular paleta de colores —además de cineasta, Pitt era pintora, campo en el que tuvo más éxito que en el cine—, formas imposibles y una forma de narrar tan particular que nadie ha conseguido emular tanto tiempo después. Algunas de sus vanguardistas obras se pueden encontrar en YouTube o Vimeo, y nosotros recomendamos especialmente títulos como Asparagus o Joy Street.

Imagen de la cineasta Suzan
Imagen de la cineasta Suzan Pitt.

Payal Kapadia

La última gran voz que ha dado el cine no es otra que la de la india Payal Kapadia, quien estrenó hace tan solo unos meses La luz que imaginamos, una brillante historia sobre dos mujeres de diferentes edades en la agobiante ciudad de Mumbai. Su capacidad para ahondar en los sentimientos más profundos de sus protagonistas y a la vez hacer un fiel retrato de su India natal y los problemas que la acucian han hecho de ella una de las cineastas más prometedoras de la actualidad.

Antes de firmar esta película, con la que ha conseguido el reconocimiento internacional y premios como el que le otorgó el Gran Jurado del pasado Festival de Cannes, Kapadia había desarrollado su obra a través del documental. Una filmografía en la que ha recorrido pequeñas historias de mujeres y también abordado problemáticas sociales de su realidad, como en el documental Una noche sin saber nada, en el que, con un lenguaje que alterna la imagen de archivo con la ensoñación, era capaz de narrar la historia de una joven en medio de una serie de protestas estudiantiles.

La directora Payal Kapadia durante
La directora Payal Kapadia durante el pasado Festival de Cannes, donde obtuvo el Gran Premio del jurado. (Sarah Meyssonnier/Reuters)