Hace 15 años que Enrique Urbizu no hace una película. La última, No habrá paz para los malvados, fue la gran triunfadora de la edición de los Premios Goya de 2011, en la que consiguió seis estatuillas. Desde entonces, el director vasco se ha refugiado en las series, dándoles, eso sí, siempre una impronta muy cinematográfica.
Tras Gigantes y Libertad, ambas de Movistar Plus+, ahora vuelve a la actualidad con Cuando nadie nos ve, con la que Max vuelve al ruedo de la ficción autóctona después de unos años sin producción propia debido a los cambios estructurales acaecidos dentro de la compañía Warner Bros, a la que ahora pertenece.
“No he conseguido financiación para mis proyectos de cine desde No habrá paz para los malvados, que yo creo que salió bonita, y eso que lo he intentado. Así que hacer series me ha salvado un poco de la inactividad forzosa. Siempre han sido encargos, pero reconozco que me han dejado hacer a mi manera, sin grandes intromisiones y me siento muy orgulloso de estos trabajos. Pero si te soy sincero, las ganas de hacer cine no se me pasan”.
Fervor religioso, pasos de Semana Santa y bases militares en Morón de la Frontera
Cuando nadie nos ve es la adaptación de una novela de Sergio Sarria y tenía los ingredientes suficientes para seducir al cineasta: transcurría durante la Semana Santa en municipio sevillano muy especial, como es Morón de la Frontera, donde se encuentra una de las dos bases estadounidenses militares que operan en España, lo que le otorga a ese entorno geográfico una serie de particularidades interesantes en torno al choque entre culturas.

De esa forma, se unía el elemento religioso inherente a las procesiones y el militar, que le sirve de contrapunto. “Me pareció una idea fascinante mezclar la Semana Santa andaluza con la base militar, con la Guardia Civil. No había trabajado con estos colectivos y me apetecía mucho. Además, más que un thriller, creo que es una serie de misterio, que es algo que tampoco había hecho nunca. Así que me tiré de cabeza al proyecto”.
En efecto, hay muchos elementos que se salen de la norma en el planteamiento de Cuando nadie nos ve: un apasionado de la cultura japonesa y las artes marciales que se practica un ritual de ‘seppuku’, un nuevo estupefaciente alucinógeno gracias al que se puede ver volar a los nazarenos e incluso al mismísimo paso de la Virgen, mandos de contrainteligencia americanos fugados, jóvenes desaparecidos... “Hay procesiones, ‘harakiris’, drogas, una casa cuartel, psicópatas y Maribél Verdú como Guardia Civil, no se le puede pedir más a una serie”.
Dos mujeres al frente de la trama
En efecto, Maribél Verdú encarna a la teniente Lucía Gutiérrez que, junto a la agente americana de origen cubano, Magaly Castillo (Mariela Garriga), se encargará de investigar todos estos casos que parecen conectados entre sí.
“Desde el principio pensé en Maribel Verdú. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero nunca habíamos trabajado juntos y este proyecto era perfecto para que nos encontráramos por fin”, continúa el director.

Desde luego, en esta ocasión, no se le puede acusar a Urbizu de tener un reparto eminentemente masculino, ya que son las mujeres las que llevan el peso de la trama. “Es algo que he oído muchas veces, pero en todas mis películas siempre ha habido protagonistas femeninas muy potentes. De hecho en Gigantes, todos los hombres terminaban destrozados y solo sobrevivían las mujeres”, bromea Urbizu.
Para él era un requisito imprescindible poder dirigir todos los capítulos, ocho en total (que, como curiosidad, cada uno corresponde con un día de la Semana Santa). “Fue una condición ‘sine qua non’. Cuando me lo propusieron fue lo que les dije: si la hago, la hago yo entera. Porque para mí una serie de este tipo es una unidad y yo prefiero trabajar de esta manera”.
Un thriller oscuro bañado por la luz de Andalucía
Acostumbrado a filmar buena parte de sus thrillers en el grisáceo entorno urbano, para el cineasta ha sido una bendición rodar en Andalucía y, en especial en la localidad de Morón de la Frontera. “Fue una maravilla estar ahí durante varios meses. Todo era genuino, los habitantes se volcaron, cedieron los pasos de Semana Santa, salieron como extras. Todo genuino. Así es fácil hacer cine. Perdón, series. Es una de las bendiciones de mi profesión, que todo sea tan ‘inmersivo’, que puedas meterte en la cocina de gente que no conoces, como en un cuartel, una base militar, una cofradía y conocer a los costaleros, al teniente. ¿Tú sabes lo que se aprende ahí? Material bueno, y para el cine es una gozada”.

En Cuando nadie nos ve también encontramos tramas políticas y corrupción, una cuestión que se encuentra presente en buena parte de la filmografía del director. “Yo creo que asomar las narices a lo que no cuenta la verdad oficial es una de las bases del cine negro, de los thrillers psicológicos o, lo que es lo mismo, ver las entrañas del funcionamiento del sistema. A mí tanto como director como espectador me parece una forma esencial dentro del cine contemporáneo. Y, en ese sentido, la corrupción es trasversal, está en todas partes, desde las altas a las bajas esferas. Y luego está la sempiterna especulación inmobiliaria, la compraventa, el territorio, la construcción y demás. Son cuestiones que también aparecen en la serie”.
De Dani Rovira a Óscar Higares
En el reparto, además de Maribel Verdú y Mariela Garriga (a la que hemos visto junto a Tom Cruise en Misión Imposible) encontramos a Dani Rovira en un registro totalmente diferente al que nos tiene acostumbrados, a Austin Amelio (The Walking Dead), Ben Temple, la joven Numa Paredes o el ex-torero Óscar Higares, reconvertido en actor (y bastante bueno) desde ya hace un tiempo.
“Me gusta trabajar con intérpretes que sorprenden y descubrir a gente nueva, con actores desconocidos o no profesiones. En la serie hay muchos guardias civiles reales o vecinos y la mezcla es maravillosa. Para mí no hay un personaje pequeño, es una de mis máximas absolutas”.
¿Es usted uno de esos directores que cuando hacen series dicen que son en realidad películas? “Qué va. Qué problema hay con hacer series. Yo he visto series desde mi tierna infancia, las series no se han inventado ahora, todo eso es un espejismo de comunicación. Pero es verdad que yo ruedo siempre igual, ya sea para la pantalla grande o pequeña. Lo importante es que la imagen no esté descuidada y trabajar desde el rigor”.
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