
Una ciudad puede cambiar mucho en muy poco tiempo. De ambiente, de comida, de gente... incluso puede sonar diferente. En el caso de Donostia-San Sebastián, esto último se ha hecho especialmente latente a partir de la proliferación de nuevas bandas, pequeñas semillas en un aparente terreno yermo que sin embargo en un transcurso de cinco años y especialmente a raíz de la pandemia han terminado por convertirse en grupos con propuestas muy diferentes y con discursos muy poderosos.
Entre esta nueva ola que comienza a coger fuerza se encuentra Merina Gris, un grupo singular tanto por su sonido como por su estética. Se trata de tres jóvenes (Paskal, Julen y Sara) de San Sebastián que crecieron en distintos ambientes dentro de la misma ciudad pero que han terminado uniéndose por una música que ni ellos mismos son capaces de definir del todo. Su nombre no es lo único extraño, ya que lo más chocante es que se presentan cantando buena parte de sus canciones en euskera, con un aspecto entre lo futurista y lo enigmático, reforzado por el hecho de que sus rostros estén cubiertos por máscaras.
Un aparente disfraz del que han hecho su seña de identidad y bajo el que ahora presentan Zuloa (Sonido Muchacho, 2025), su segundo álbum y el que promete consagrarle como una de las bandas más prominentes no ya del País Vasco, sino de la nueva escena musical que está surgiendo en todo el país. Una juventud sin miedo a hablar de los temas más escabrosos, desde la soledad a la gentrificación que está sufriendo su ciudad -y otras tantas a lo largo de la geografía española-, y hacerlo en sus propios términos. Después de todo, si otros encapuchados hablando en gaélico como los Kneecap están triunfando en todo el mundo hasta el punto de llegar a los Oscar, ¿por qué no iba a suceder lo mismo con ellos?
Para los punkis somos unos poperos y para los poperos somos unos punkis, estamos un poco ahí como en la mitad.
Pregunta. ¿Cómo nació el grupo?
Respuesta. Nació un poco como nacen todos los grupos, tampoco era nada loco. Nos conocíamos de Donosti, empezamos a salir de fiesta y hablábamos de música. Nos comíamos la cabeza el uno al otro y nos pasábamos cosas como obvias desde el prisma de ahora, pero en aquel entonces veníamos del rock radical vasco, habiendo escuchado paralelamente cosas más yanquis y pop en general. Teníamos una necesidad de poner en común eso con alguien y no veíamos un espacio que nos cuadrara para ello. Luego, volviendo de un FIB, me acuerdo que se nos ocurrió el nombre de Merina Gris, porque andábamos en espacios diferentes pero ninguno nos representaba artística o socialmente al 100%. Entonces fue como una forma de crear un nuevo espacio que simplemente estaba en medio de todo eso, en los grises. Para los punkis somos unos poperos y para los poperos somos unos punkis, estamos un poco ahí como en la mitad.
P. Pero necesitabais una cantante.
R. Sí. Estábamos buscando vocalista porque no queríamos cantar ninguno de los dos pero nos molaba cero el rollo de entrarle a alguien o hacer un casting convencional porque no nos sentimos cómodos ahí tampoco. Y yo le pedí ayuda a Sara, que conocía por curro y por la música. Al día siguiente me escribió y me dijo ‘Creo que no se me ocurre nadie mejor que yo’. Yo pensé que estaría superliada y es que ni se me había pasado por la cabeza, pero cuando me respondió eso en seguida le dije de quedar y probar a ver qué le parecían los temas.
(Sara): Yo sentí que estaba haciendo un Tarzán -luego me explicaron lo que era- porque en ese momento yo estaba en otro grupo pero que se veía que iba se iba a terminar, para eso los grupos son un poco como las relaciones de pareja. Cuando dejas un grupo el dolor es muy fuerte y justo cuando empecé con Merina lo dejé con el otro. No lo sabían pero me escribieron en el mejor momento, en el que sentía que podía dar ese salto.

P. Y a partir de ahí, ¿cómo definisteis el estilo musical del grupo?
R. Haciendo muchos temas. O sea, hay mogollón de cosas que ahora las escuchas y dices ‘joder’, pero probamos. Probamos mucho y sin prejuicios por primera vez. Yo creo que fue la primera vez en mi vida que compuse sin prejuicios, porque sentía que nadie me estaba juzgando. Con Besteek Zer, que fue el primer tema que sacamos, vimos claro que era lo que queríamos. Pero a partir de ahí no te sabemos decir, mira que nos gusta racionalizar todo pero con Merina Gris nos pasa que no sabemos muy bien en qué género meterlo. Pero nos gusta esa sensación, es menos control y más libertad.
P. Aun así, se os puede catalogar como un grupo cercano al hyperpop, como pueden ser Grimes o Crystal Castles. ¿Cuáles eran vuestras referencias?
R. Lo gracioso es que nuestras referencias han ido cambiando mucho en muy poco tiempo. Me acuerdo que para ese primer tema teníamos a Zara Larsson, o por otro lado algo más Diplo. Pero luego el resultado no se parecía a nada de las cosas que nos estaba gustando en ese momento. Y al final lo definimos así, como pop violento o hyperpop, que viene a ser lo mismo. Es algo que habla en un código puramente pop a nivel de letra o de estética incluso, pero como pasado de rosca, un poco estridente, más subversivo, con un discurso más agresivo.
P. Les pasa a muchos grupos y cada vez más, que empiezan siendo una cosa y con el tiempo terminan evolucionando de tantas formas que casi resulta imposible meterlos en un género u otro.
R. Creo que antes los géneros se regían más por el sonido y ahora está más ligado a una filosofía y a una comunidad. Si perteneces a un grupo de artistas de una escena, igual estás dentro de esa etiqueta, aunque no sea estrictamente lo que haces. Creo que también se mezcla tanto hoy en día que es difícil. Está guay lo de las etiquetas porque ayudan un poco a agarrarte a sitios, pero creo que ahora la gente más que estilos busca más vivir de una filosofía. Está todo más diluido, antes hubiéramos ido a un concierto de hardcore y no encontraríamos a nadie conocido. Ahora podemos ir a un bolo de metal o lo que sea y el ambiente ya no es el mismo, no es tan de nicho.
P. ¿Creéis que eso viene a decir que ha cambiado o está cambiando la escena musical en el País Vasco, y más concretamente en Donosti?
R. Hace cinco años quizá no, pero ahora sí. Está todo muy reciente, y creo que hay grupos que se pueden asemejar a nosotros. La gente le llama electrónica y yo diría que hacemos pop, aunque sea alternativo. Pero es verdad que igual a nivel tímbrico sí es electrónica, pero a nivel filosofía y código no, porque la música electrónica tiene otras formas, otro código súper diferente al nuestro aunque nos flipe. Pero es verdad que hace cinco años no había nada, no había gente que utilizara autotune en el escenario, por ejemplo, y ahora lo hacen un montón. Y está guay porque al final todos hemos nacido más o menos a la vez y tenemos muchas cosas en común, en ese sentido la pandemia creo que fue superclave para romper ciertas barreras.
Se nos ha acercado mucha gente, incluso mandándonos mensajes fuertes por redes sociales, hablando de que lo han pasado muy mal y que nuestra música les ha ayudado
P. Algo que también os distingue del resto del grupos en gran medida es vuestra estética, así como misteriosa y algo futurista pero sobre todo muy marcada por las máscaras. ¿Cómo surgió toda esta parafernalia?
R. A ver, nos gusta la fantasía, que eso vaya por delante. Pero es verdad que teníamos ya un nombre y un apellido, habíamos hecho cosas y no nos apetecía darle a la gente esa información. No queríamos la típica noticia de ‘no sé quién y no sé quién de tales grupos se juntan’, porque al final creemos que eclipsa igual el contenido. Queríamos hacer un tabula rasa y decirle a la gente ‘ahora os vais a joder y sin contexto ni nada vamos a sacar este tema’. Y empezó como una performance, así que tenía mogollón de hándicaps a nivel de conectar con la gente, pero ha sido irónico porque se ha dado la vuelta y ha reforzado nuestra identidad. Merina Gris es una persona más que no podemos parar ahora y es guay que estemos ahí, a la gente le ha encantado y ha conectado un montón con eso.

P. ¿Cómo os explicáis este fenómeno?
Cuando tú escuchas un tema de primeras estás haciéndolo desde la perspectiva del artista. O sea, si tú le pones nombre y apellido, pues empatizas con su historia. En cambio, si no hay una persona, la historia será tuya al 100%, porque no hay nadie. De primeras es como que haces mucho de espejo, o como una persona un poco en blanco, que puede ser tú y mogollón de gente que igual está en esa búsqueda de su identidad en la adolescencia. Se nos ha acercado mucha gente, incluso mandándonos mensajes fuertes por redes sociales, hablando de que lo han pasado muy mal y que nuestra música les ha ayudado. Es muy guay por un lado pero por otro sientes una responsabilidad y no sabes muy bien cómo corresponderle cuando se te está abriendo de esa manera.
P. Y eso explica también que mucha gente pueda conectar incluso aunque buena parte de vuestro repertorio sea en euskera.
R. Es gracioso porque nos llegan mensajes del tipo ‘Entendiendo el 10%, sintiendo el 100′ (Risas). A ver, yo creo también depende de qué le exija cada uno a la música. Mi tío o cualquier persona de ese mundo me puede decir si tengo un grupo de shoegaze que no se entiende cuando canto. Es que es así. En el hardcore tampoco se le entiende a la persona que está cantando la letra. A Kendrick Lamar la gente no le pilla nada y aquí se escucha y mola.
Me refiero, es superimportante entender la letra y en las canciones de Merina también, pero hay gente que igual no necesita eso tanto y es más un tema de sensaciones. Le llama nuestra música, que te puede gustar más o menos pero no te deja indiferente. Es como la gente que escucha techno alemán, igual no entiendes nada pero te está llevando a un trance o lo que sea que te atraiga. Al final el que quiere entender entiende las letras, acabas prestando atención a ellas y comprendiéndolas.
Donosti es muy distópica se intenta esconder todo lo feo y a la vez se está explotando, se ha convertido en una ciudad museo donde la gente consume y se va
P. En vuestro caso sí son bastante importantes las letras. En Zuloa, vuestro último disco, hay claras referencias a la gentrificación de San Sebastián y cómo eso os está haciendo sentiros apartados de vuestro hogar.
R. Decimos de coña que cuando en tu ciudad abren un Llaollao, un Tiger o una tienda de esas de patitos de goma es cuando empieza todo. Vivimos en una ciudad que vive de ser guapa, y está muy bien que Donosti sea bonita, pero no se ha incentivado nunca un desarrollo social. A los migrantes ahora se les persigue, se han organizado unas cenas solidarias y se han prohibido porque ha habido casos de delincuencia y sen han asociado erróneamente con estas cenas. Donosti es muy distópica ahora mismo, se intenta esconder todo eso que hay en las grandes ciudades (pobreza, miseria, gente migrante intentando buscarse la vida) y aparte es una ciudad que se está explotando, que se ha convertido en una ciudad museo donde la gente consume y se va.
P. ¿Esto ha sido así siempre o lo notáis desde hace poco?
R. No es algo de la época de nuestros padres, es de hace unos cinco años.. El cambio ha sido brutal, toda la zona del muelle, por ejemplo, da asco. Tiendas de souvenirs, cheesecakes... no se abre nada nuevo que sea para los que vivimos aquí. Es una ciudad para un día, como el que va al parque de atracciones; te tomas unos tragos, unos pintxos y pum, te vas. Y los que estamos aquí por tener no tenemos casi ni nuestros bares de toda la vida porque los cambian o abren otro nuevo con precios abusivos. Porque esa es otra, no hay un alquiler que baje de los 900 euros, y el que lo hace es porque son 30 metros y sin ventanas, unos zulos. Es insostenible.

P. Hay canciones, como Hiru Damatxo, que apelan directamente a esto: “No hay sitio para el pueblo en esta ciudad / Tan guapa / Tan bella / que vas a morir rodeada de franceses” (Traducido del euskera)
R. Esto ya es subjetivo, pero el tipo de turista en Donosti deja mucho que desear. Que creo que no es culpa del turista ¿eh? Es del modelo turístico. Pero para empezar Donosti es una ciudad llena de viejos. Que tampoco es gerontofobia, pero es que no hay gente como para moverse, es todo superpasivo con el turismo. Luego hay mogollón de franceses que vienen de compras, que vienen de fiesta, que se pegan de hostias, que vienen preguntando por putas. Nos da mogollón de asco y va contra nuestros valores pero vemos que se incentiva eso. No directamente, pero sí indirectamente. Porque esto tiene responsables, no es como cuando un monte se va desgastando, esto son decisiones políticas, una dirección marcada. Entonces también queríamos señalar eso. No quisimos tampoco ser muy obvios, pero es verdad que es muy difícil porque es un tema muy obvio, no es como cuando llueve, esto es por algo.
P. Le veis algún tipo de solución a corto plazo, o desde vuestra posición que creéis que se puede hacer más allá de concienciar con la música.
R. Haciendo canciones como Hiru Damatxo. Creo que hay que hacer una queja constante que no se olvide. Ahora se está moviendo y hay una cierta presión, pero creo que en esa presión no podemos ceder porque si no van a acabar haciendo lo que les da la gana. Hay que ser más colectivos, porque la presión siempre viene como de un ámbito más de izquierdas, y creo que el problema de Donosti lo sufre mucha gente que igual no se considera abiertamente de izquierdas o que no esté tan politizada conscientemente. Creo que tiene que ser más colectivo, porque puedes estar en dos lados del problema. Si no eres la víctima, eres la causante en este caso.
Por otro lado, creo que igual que es muy difícil dejar de fumar o dejar de hacer algo nocivo, en este caso es difícil dejar de explotar la ciudad porque es un hábito que hay que ir dejando poco a poco. Entonces yo creo que una buena estrategia sería empezar a hacer otras cosas hasta que eso tenga menos espacio, se vea acorralando y se reduzca de forma considerable. Lo que tienen que hacer es incentivar la cultura, ayudar a los migrantes. De ahí ayudar a que el alquiler sea sostenible. Ayudar al pueblo que vive dentro de una ciudad. Y creo que como el día tiene 24 horas y los políticos también x horas de trabajo, al final toda esa ansia de sobreexplotar la ciudad y de crecimiento capitalista tendrá menos horas, menos dedicación y de una forma natural se irá equilibrando.
P. Acabáis de empezar una gira que va de Barcelona a vuestra Donostia pasando por un concierto en París junto a Fermín Muguruza. ¿Cómo se lleva una música tan concreta al escenario?
R. Siempre decimos que si no nos han visto en directo hay que venir porque se pierde medio proyecto. Merina Gris tiene sentido con el directo porque no tiene nada que ver con el disco y es una movida totalmente diferente, pero complementaria a la vez. O sea, no se entiende sin la otra parte. Para empezar llevamos instrumentos y suena algo diferente, más áspero pero también más visceral y que creo que llega mucho más. Al final hay cosas que no se pueden conseguir con las máquinas.
Últimas Noticias
Un español visita el nuevo Museo del Futuro de Dubái y cuenta las cosas que más le sorprendieron: “Creo que mi cerebro va a explotar”
Aritz lleva años realizando viajes por el mundo para mostrar algunos de los lugares más curiosos de los países que visita

El nuevo Camino de Santiago desde África: una nueva moda entre los peregrinos pese a que “todavía no ha llegado el buen tiempo”
La Vía Rusadir, con el primer hito kilométrico oficial en la ciudad de Melilla, ha aumentado exponencialmente el número de viajeros interesados en realizar este trayecto

Una mujer debuta con 94 años con su primera exposición de cuadros: “No es que haga muchos años que pinto, he empezado ya de señora mayor”
La visita para ver sus obras comenzó el pasado 15 de abril y se mantendrá abierta hasta el 25 del mismo mes de manera gratuita

Qué pasa si me cambio de casa y tengo la suscripción de Netflix registrada en otra
La plataforma requiere que los usuarios realicen trámites para adaptar su suscripción

Quién es quién en ‘El Casoplón’, la película dirigida por Joaquín Mazón que podría ser la nueva sustituta de ‘Padre no hay más que uno’
Pablo Chiapella y Raquel Guerrero protagonizan una comedia familiar que se ha estrenado con gran éxito estas vacaciones
