José María Rodríguez
Las Palmas de Gran Canaria, 19 may (EFE).- El joven gambiano abatido a tiros por la Policía el sábado pasado en el aeropuerto de Gran Canaria tras arremeter con un cuchillo contra un agente era Abdoulie Bah, un chico de 19 años que llegó a las islas en patera en 2019, integrado, trabajador, deportista... pero que hace semanas había empezado a dar síntomas de trastorno mental.
El episodio quedó registrado por las cámaras de seguridad del aeropuerto, cuyas imágenes muestran una escena que ha generado desconcierto: la de un hombre que porta algo en la mano (un cuchillo, según el juzgado encargado del caso), rodeado por cinco policías a los que hace frente, hasta que arremete contra uno de ellos y sus compañeros lo reducen de cinco disparos.
Fuentes cercanas al caso han explicado a EFE que Bah acababa de llegar al aeropuerto decidido a hacer algo sin mucha lógica: tomar un vuelo a Gambia ese día, cuando tenía billete para el 22.
¿Le ocurría algo al joven? En su historia policial solo hay un antecedente y muy reciente: el miércoles previo, había sido visto caminando por la mediana de la autovía que comunica Tafira con Las Palmas de Gran Canaria en las cercanías de Barranco Seco por varios conductores, que llamaron a emergencias por el riesgo de que provocara un accidente grave o fuera atropellado, detalla un portavoz de la Jefatura Superior de Policía de Canarias.
Su reacción también fue extraña: se encaró con la patrulla del 091 que acudió al lugar a sacarlo de la autovía y se lió a empujones con los agentes, hasta el punto de que fue detenido por residencia y atentado a la autoridad. Compareció ante el juez y quedó libre.
Abdoulie Bah era un chico extutelado por el Gobierno de Canarias, que había dejado la red de acogida de menores al cumplir los 18, el 5 de mayo de 2024, cuando se vio en la calle y en la necesidad de buscarse un lugar donde vivir y un puesto de trabajo.
Parecía haberlo conseguido con ayuda de otro chico colombiano mayor que él que se había convertido en su mentor y con apoyo de la Federación Nacional de Inmigrantes y Refugiados 'Países', en cuyos torneos de fútbol participaba de forma asidua. De hecho, hasta la pasada temporada, había tenido ficha de juvenil con un club de Gran Canaria, el Lomo Blanco SJA, y aseguran que era el mejor del equipo.
Como todos los muchachos que cumplen 18 años, sufrió el shock de quedarse sin red tras cinco años bajo tutela de una administración pública y le costó asumirlo, aseguran personas cercanas a él.
En realidad no se había desenganchado del todo de ese mundo: hasta poco antes de su muerte, trabajaba como educador en un centro para menores migrantes de Las Palmas de Gran Canaria, donde ofrecía su experiencia como alguien que había pasado por lo mismo y su conocimientos de mandinga, wolof, poulard, bámbara, inglés y español.
Además, ya se había graduado en ESO en el Instituto de Santa Brígida, había estudiado formación profesional básica como administrativo, tenía experiencia laboral como mecánico de coches albañil y ayudante de cocina en su país y se había formado como peón agrícola en Canarias con la coordinadora de agricultores COAG.
Sus conocidos en Las Palmas de Gran Canaria no se explican su comportamiento con la Policía, ni mucho menos que esté muerto. Sus amigos más cercanos sí saben que desde unas semanas había dado signos de tener problemas mentales, que la semana pasada estaba precisamente inmerso en un brote y que una ONG quería llevarlo a un médico.
"Era un muchacho muy bueno, muy tranquilo, tímido, pero hace unas semanas cambió. Algo pasó en su cabeza, hablaba solo, decía que lo querían comer", explica uno de sus mejores amigos, Abdolualha Camara.
Antes del episodio de la autovía, recuerda Camara, su compañero de piso y él mismo tuvieron que llamar a la Policía porque se había encerrado en casa y no quería abrir a nadie ni salir. Sin embargo, los agentes no pudieron hacer nada: estaba en su domicilio.
El Juzgado de Instrucción número 3 de Telde ya ha abierto una investigación sobre lo sucedido, que deberá valorar si la reacción de los policías fue proporcional al peligro que Bah representaba para su propia integridad y para la de los ciudadanos que en ese momento estaban en la parada de autobús donde pasó todo. EFE
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