Paco Aguado
Madrid, 18 may (EFE).- El veterano diestro madrileño Ignacio Uceda Leal, que cortó la única oreja de la tarde, deleitó hoy a la plaza de Las Ventas con una faena marcada por el más preciso sentido de la medida y un elegante clasicismo, propio del más puro sentido del toreo madrileño, al cuarto toro de una seria e impecablemente presentada corrida de La Quinta.
Otra cosa fue el juego que dio el sexteto de sangre Santa Coloma, a cuyos cuatro primeros ejemplares les faltó un mayor fondo de raza y fuerza, acusando incluso algunas complicaciones defensivas que no se dieron ya en el caso del cuarto de la tarde, al que Uceda cortó una oreja pedida con fuerza tras un trasteo de exacta duración e intensa expresión.
Aunque manseó en el caballo, haciendo sonar los estribos, el toro fue mejorando en banderillas con la templada brega de Niño de Aravaca, para sacar una nobleza que mantuvo hasta el final, solo que lastrada por una raza y unas fuerzas muy escasas que pedían exactamente el toreo y la lidia que le dio Uceda con sentido de auténtico maestro.
Suave de muñecas, acompasando y llevando siempre toreadas las embestidas, pero sin forzar al a animal a seguir la muleta en series de más de tres o cuatro muletazos, pues de lo contrario se "aburría" perdiendo celo y entrega, Uceda le estructuró un trasteo de gran precisión en la técnica, la colocación, las alturas y el pulso.
Y fue así como, en apenas cuatro tandas de pases lentos y recreados, logró deleitar a los buenos catadores con su elegante empaque, en la línea de los más clásicos toreros del Foro hasta en los detalles menos relevantes, como al sacarse al animal hacia las afueras con la muleta por delante o al cerrarlo con ayudados y remates de hondo empaque, que fueron absolutas "delicatessen" toreras.
Tras ese aquilatado despliegue de maestría, aún llegaría una estocada de perfecta ejecución, aunque algo delantera por lo mucho que se volcó el torero de Usera en el encuentro, que precedió a la oreja que paseó después de que todo lo que hizo tuviera su porqué.
Hasta entonces, la corrida había tenido poca historia, pues el propio Uceda no puso pasar de mostrar su solvencia con el muy descastado primero y Emilio de Justo muleteó con escasa precisión a un tercero noble pero sin celo. Solo Daniel Luque hizo méritos para ser aplaudido, que hubiera sido lo justo una vez que tumbó a un tercero de arduas complicaciones.
Tuvo ese primero del lote del sevillano un peligro más o menos sordo, pues se reservó y midió con visible sentido para colarse e intentar sorprender al matador al mínimo descuido, detalle importante que no vio o no quiso ver el que se dice sector exigente y conocedor de la plaza, que incluso le pitó y apremió cuando más carne ponía en el asador.
Fue trabajo largo y de gran mérito el de Luque, que consintió y tapó las amenazas del cárdeno sin encogerse en ningún momento, para sacarle pases impensables de inicio, como en las dos tandas finales por ambas manos, ya cuando el animal se salía de las suertes sabiéndose perdedor del duelo.
En cambio, esa valor sereno de Luque no se manifestó igual con el quinto, que fue el toro de más honda entrega de la corrida, embistiendo, sobre todo por el pitón izquierdo, con el hocico por la arena y a un ritmo pausado, pidiendo que le esperaran y guiaran por bajo los vuelos de una muleta a la que, en realidad, faltó autoridad y pulso, sin apostar por el premio mayor que ofrecía el de La Quinta.
Y para rematar la tarde aún quedaba por salir en sexto lugar el sobrero, que por altura y volumen se salió de la pareja e impecable presentación que lucieron sus hermanos pero que embistió con la fuerza y la exigente bravura que cuatro de estos no tuvieron. Lamentablemente, Emilio de Justo tampoco echó el resto, en una faena sin reposo porque nunca remató los que solo fueron medios muletazos empalmados, sin el remate y el mando que le evitara tener que rectificarlos sobre las piernas.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de La Quinta (el sexto como sobrero, tras devolverse por flojo el titular), de impecable presentación por su armónica seriedad dentro de las hechuras de su encaste. Cuatro de ellos estuvieron bajos de raza y fueron a menos, no sin ciertas complicaciones defensivas en algunos casos o con medida nobleza en otros, y sobresalieron el bravo quinto, que tuvo temple y más hondura y entrega en sus embestidas, y el también bravo y exigente sobrero.
Uceda Leal, de negro y oro: estocada (silencio); estocada delantera (oreja).
Daniel Luque, de verde hoja y oro: estocada (silencio tras aviso); estocada caída trasera (silencio).
Emilio de Justo, de burdeos y oro: pinchazo hondo y descabello (silencio tras aviso); tres pinchazos hondos y descabello (algunos pitos tras dos avisos).
Entre las cuadrillas, destacó la templada brega de Niño de Aravaca con el cuarto, mientras que Raúl Caricol y Jesús Arruga saludaron tras banderillear al segundo.
Noveno festejo de abono de la Feria de San Isidro, con el cuarto "no hay billetes" en las taquillas (22.964 espectadores), en tarde de buena temperatura. Corrida conmemorativa del 120 aniversario de la creación de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. EFE
(foto)
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