José Luis Sorolla
Borja (Zaragoza), 7 may (EFE).- Casi once años después de acoger el final de la décima etapa de la 69ª Vuelta a España -una contrarreloj individual entre el Real Monasterio de Santa María de Veruela y Borja-, la ciudad borjana acogió de nuevo este miércoles al ciclismo de elite: la meta de la cuarta etapa de la 11ª Vuelta femenina.
Borja no se ha prodigado en exceso en el mundo del ciclismo del máximo nivel, pero siempre que lo ha hecho ha sido para proclamar a vencedores con una trayectoria de éxito y sobradamente conocidos por su brillante palmarés. Además hoy confirmó que a los maillot arcoiris se les da especialmente bien la meta borjana.
El triunfo de la neerlandesa Anna van der Breggen (SD Worx) y el segundo puesto de su compatriota Mariane Vos (Visma-Lease a Bike), ambas varias veces campeonas del mundo, lo ha confirmado: todos los ganadores de etapa en Borja han sido portadores del maillot arcoiris, salvo el italiano Alessandro Petacchi, pero sus 149 triunfos como profesional lo sitúan también entre los más grandes.
La última vez que estuvo la Vuelta en Borja, el 2 de septiembre de 2014, la muy particular restauración que hizo Cecilia Giménez en el Ecce Homo del Santuario de Misericordia, lugar por el que ha circulado el pelotón a falta de 7 kilómetros del final, estaba en su máximo apogeo.
Estas escasas apariciones como punto final de una prueba ciclista, en la Vuelta a España únicamente figura la etapa de 2014, en diferentes ocasiones la ha visto transitar casi siempre por la N-122 y tres veces en la Vuelta a Aragón, han sido con triunfos de grandes nombres.
El último en triunfar en Borja fue el alemán Tony Martin luciendo el maillot arcoiris de campeón del mundo contrarreloj, con el que certificó que en esta ciudad no cualquiera puede inscribir su nombre. Hoy Van der Breggen lo ha ratificado.
En la desaparecida Vuelta a Aragón, en sus cuarenta y cuatro ediciones, Borja sólo hizo acto de aparición como final de etapa en tres ocasiones, la primera de ellas en 1996 y en dos como salida.
Las veces que la ronda aragonesa paró en la antigua Borsau, que data del siglo V antes de Cristo, la llegada siempre estuvo destinada al lucimiento de los más rápidos y los mejores especialistas mundiales fueron los que inscribieron su nombre como ganadores.
El primero en hacerlo fue el velocista italiano Mario Cipollini, vencedor de 57 etapas entre Vuelta, Giro y Tour, o campeón del mundo en 2002, entre otros de sus muchos logros, en la 33ª edición de la Vuelta a Aragón en 1996 con salida en Aínsa (Huesca).
En esa misma edición se vivió una etapa, también contrarreloj como la de 2014 pero con un recorrido inverso pero sin llegar a adentrarse por las faldas del Moncayo, algo que sí hizo el pelotón femenino en esta ocasión.
El siguiente triunfador fue el cántabro y tricampéon mundial Óscar Freire, que en la 37ª edición sumó en Borja su segundo triunfo consecutivo en la carrera aragonesa luciendo su impoluto primer maillot arcoiris de 1999.
El último en escribir su nombre en la localidad zaragozana fue en 2003 otro gran velocista italiano, Alessandro Petacchi, que cuenta con un palmarés en su haber también inabarcable, y al que lo único que le falta es tener un maillor arcoiris como al resto.
Más desconocida es la carrera para juveniles que acogió Borja en septiembre de 1982, con motivo de las fiestas locales en un circuito que pasaba por el medio de las distintas barracas de ferias y muy peligroso que a punto estuvo de provocar un plante entre los participantes que finalmente no se hizo.
El vencedor fue un ciclista navarro del Ciclos Larequi-Club Ciclista Villavés, habitual en aquella época en las carreteras aragonesas, que volvió a demostrar su superioridad sobre sus rivales, aunque también fue superado en más de una ocasión, y recibió el trofeo del alcalde de la localidad.
A pie de podio el alcalde era el atleta olímpico, entonces ya retirado, Luis María Garriga, primer español que superó la barrera de los dos metros en salto de altura y que en sus segundos Juegos Olímpicos en México presenció cómo Dick Fosbury iniciaba la revolución en esta disciplina atlética practicando por primera vez el salto al que dio nombre.
Lo que no sabía Garriga, quien hace más de 50 años afirmó que el hombre no superaría en salto de altura los 2,50 metros y todavía sigue siendo así, era que el joven de 18 años al que le entregaba el trofeo de ganador en su ciudad iba a escribir innumerables páginas de gloria para la historia del ciclismo.
Indurain venció en Borja y sumó uno más de los incontables trofeos, ese año once, que conquistó antes de hacer historia en el Tour de Francia con cinco triunfos consecutivos, el récord de la hora o los dos Giros de Italia, los primeros del ciclismo español en su historia. Y también campeón del Mundo contrarreloj. EFE