Salvador Ruiz
Málaga, 29 abr (EFE).- Mientras muchas calles están a oscuras y apenas algún viandante se alumbra con la luz del teléfono móvil, o brilla una guirnalda decorativa suelta en un balcón, los reductos de luz llaman la atención y hay hasta bares funcionando, son contrastes en la noche del apagón.
En Málaga, el restaurante de un destacado hotel que tiene electricidad está lleno a la hora de la cena, cuando la luz solar ha desaparecido y fuera no hay otras que iluminen. Gran parte de los comensales son visitantes de origen extranjero, el personal plantea priorizar a los clientes del alojamiento frente a los que no lo son.
Durante las últimas horas habían llegado huéspedes sin reserva, algunos que iban a disfrutar de apartamentos turísticos y no han podido contactar con quien les tenía que entregar la llave, otros que aseguraban que se había cancelado su vuelo o prorrogaban la estancia por temor a la suspensión de la salida del avión, según han aseguran a EFE fuentes del sector turístico.
La recepción del establecimiento hotelero esta noche no para de atender al público, los enchufes del vestíbulo se ocupan buscando recargar dispositivos y algunas personas llegan a aprovechar la conexión a internet vía wifi.
Cazando conexión había también decenas de personas en la puerta, ya cerrada, del supermercado de una gran cadena en una de las barriadas de la ciudad poco antes de que llegara la noche.
En el Hospital Materno Infantil, que sí tenía suministro eléctrico, se ha producido algún parto durante las horas en las que faltaba la luz en otros sitios, ha explicado esta noche a EFE un trabajador del recinto sanitario. Dieron a luz en el histórico día sin luz.
Junto a las urgencias de Maternidad, varias personas aguardan de noche el alumbramiento de un familiar.
Empleados del sector turístico han precisado que han tardado hasta dos horas y media en efectuar un recorrido en autobús por la Costa del Sol para llegar a su trabajo durante este lunes, cuando habitualmente es preciso solo una hora, las rotondas estaban saturadas y los trenes de cercanías no marchaban.
En la apagada noche, policías locales seguían regulando el tráfico en algunas zonas, desde la calle se veían viviendas con estancias a la luz de las velas y de pronto, en un recorrido por varias calles, aparece la fachada de una popular iglesia iluminada a pocos metros de una zona oscura.
Terrazas de bares permanecen activas clientes en las zonas con luz, donde sus semáforos sí funcionan.
Al pasar las horas y cuando las baterías de los móviles se van agotando, se rebuscan en cajones velas para iluminar o se recurre a encender las compradas en el bazar próximo durante el día.
En este jornada del apagón, un alumno ucraniano de un colegio de Málaga trajo a la memoria sus vivencias: explicaba a la profesora que en Ucrania vivieron solo con cuatro horas de luz al día. EFE