Canadá ante el reto de reinventar su economía tras la "traición" de su vecino del sur

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Javier Otazu

Montreal (Canadá), 25 abr (EFECOM).- Canadá tiene ante sí el reto de reinventar su economía como resultado de la guerra arancelaria abierta por Donald Trump, ya que en los 37 años de acuerdos de libre comercio entre ambos países hay provincias canadienses que están más integradas con sus vecinas estadounidenses que con el resto del país.

"Hay un profundo sentimiento de traición (de EEUU) y de afrenta moral a lo largo de todo el país - dice a EFE el politólogo Dónal Gill, profesor de la Universidad Concordia de Montreal- y desde luego nunca vamos a volver a mirar a Estados Unidos de la misma manera".

La integración económica entre ambos países es única: el 77 % de las exportaciones canadienses tienen como destino Estados Unidos. En productos como el petróleo —del que Canadá es el cuarto productor mundial— las ventas al país vecino representan casi el 99 % del total exportado.

El año pasado, el comercio bilateral de bienes y servicios entre los dos países, socios del tratado de libre comercio T-MEC junto con México, ascendió a 904.200 millones de dólares estadounidenses. De esta cifra, 762.100 millones de dólares estadounidenses fueron comercio de bienes.

Gill cita los siguientes sectores canadienses como los más afectados por la guerra arancelaria: la automoción, el aluminio, el textil, el petróleo y la energía hidroeléctrica.

Las constantes alusiones de Trump a que Canadá debe convertirse en el estado 51 de los Estados Unidos más la cuestión -esta ya menos retórica y más fáctica- de los aranceles ha provocado en Canadá una fiebre patriótica que se ha manifestado en una campaña de "compra canadiense" en los supermercados y en el boicot al vecino del sur de distintas maneras, incluyendo el de viajes turísticos.

Este distanciamiento forzado de su vecino y socio natural obliga a Canadá a buscar nuevos socios, y a nadie se le escapó que Mark Carney, el sucesor de Justin Trudeau al frente del Gobierno, nada más asumir su puesto, organizó rápidamente una visita al Reino Unido y otra a Francia, donde fue recibido por todo lo alto por Keir Starmer y Emmanuel Macron, respectivamente.

Un eventual acercamiento de Canadá a la Unión Europea -otra de las grandes 'castigadas' por el vendaval Trump- ya no se ve como algo descabellado: a fines de enero, un sondeo de Abascus Data mostraba que un 44 % de los canadienses se mostraban a favor de una eventual integración en la Unión Europea, frente a un 34 % que se oponían.

Era una pregunta trampa, porque solo los estados europeos pueden formar parte de la Unión, pero ese mismo sondeo preguntaba por la opinión que la UE merecía a los encuestados: un 68 % la consideraba positivamente, frente a un 34 % que decía lo mismo de Estados Unidos.

Sin embargo, el profesor Gill recuerda que antes de pensar siquiera en un recambio a la actual alianza norteamericana, Canadá debe pensar en integrar internamente las economías de sus diez provincias (más tres territorios), muchos de los cuales han preferido siempre mirar hacia EEUU, "un vecino más cercano y un mercado mucho más grande".

Si los peores temores se confirman y los aranceles siguen adelante, esto va a significar la pérdida de miles de puestos de trabajo, una gran presión sobre los mecanismos de seguridad social y un desgarro del tejido social. "Algo parecido a los primeros meses de la pandemia del covid", subraya el experto, que se pregunta si el inédito patriotismo que vive estos meses Canadá incluye suficientes mimbres para mantener a la sociedad unida. EFECOM

(foto)(vídeo)