Madrid, 21 abr (EFE).- La aceptación social del oso y su coexistencia con las actividades humanas tanto deportivas -senderismo, montañismo...- como económicas -turismo rural- constituyen "la gran batalla” para asegurar la conservación de este mamífero, ha afirmado en una entrevista con EFE el presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP), Guillermo Palomero.
En palabras de este naturalista, a día de hoy existe una "percepción positiva" del oso, lo que supone su “mayor tesoro”, fruto de un trabajo conjunto con las administraciones durante tres decenios, por lo que es “una de las cosas que con más mimo y más cuidado vamos a tratar de cuidar, ahora que crece la población” de este animal.
La FOP trabaja desde 1992 en la conservación de la especie -que está formalmente catalogada como 'en peligro de extinción' en España-, en la educación ambiental y la prevención de conflictos con los seres humanos.
Según una de sus publicaciones, los censos más actualizados, que datan de 2020 en la cordillera Cantábrica y de 2024 en los Pirineos, estimaron el número de ejemplares en cerca de medio millar: unos 370, distribuidos en las provincias de Lugo, Orense, Asturias, Cantabria, León, Zamora y Palencia, y 96 más en las de Navarra, Huesca y Lérida.
"Con estos animales no hay que tener prisa sino tener las ideas claras, trabajar en el territorio, ir de la mano con él, entender las ansiedades y los problemas" para poder avanzar, argumenta Palomero.
Uno de esos problemas son los posibles ataques a personas y propiedades, lo que constituye un motivo de preocupación en varios países de Europa con gran población de estos plantígrados, como el caso de Rumanía, que autorizó el sacrificio de más de 400 ejemplares el año pasado, o el de la República Eslovaca, que quiere abatir 350 este año.
En España, el riesgo no es tan grave, y de la decena de ataques registrados en los últimos 25 años, el peor fue el sufrido por Carmen Suárez, que a sus 75 años fue agredida en 2021 por un oso en las cercanías de la localidad asturiana de Sonande (en el término municipal de Cangas del Narcea): aunque sobrevivió, tuvo que ser ingresada en el hospital tras sufrir heridas de los zarpazos, rotura de cadera y la pérdida de varios dientes.
La sala de lo contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Asturias sentenció hace pocos días que el gobierno autonómico debería indemnizarla con más de 80.000 euros.
Entre los riesgos para la especie, Palomero se ha referido también a los efectos del cambio climático como la aparición de fuegos "muy destructivos y muy difíciles de controlar” o la reducción del tiempo de hibernación.
"El oso es un hibernante facultativo porque no hiberna siempre", explica, ya que "si hay poca nieve, tiene buenas condiciones de comida y es accesible, puede quedarse activo: de hecho, lo hemos visto este año".
Respecto a la comida, ha destacado el éxito de la plantación de 150.000 árboles frutales y 25.000 castaños en el occidente cantábrico como forma de aumentar la continuidad en el hábitat de los plantígrados y reducir su presencia en núcleos urbanos.
Valor ecológico y económico
Junto con su papel en el mantenimiento de la biodiversidad, Palomero ha enfatizado su valor económico, "muy positivo" en las regiones cantábrica y pirenaica, que ya en 2017 la FOP estimó en más de 20 millones de euros.
En cuanto al auge en el turismo de avistamiento de este animal, "si se hace bien" tiene un "impacto cero sobre los osos pero muy positivo sobre el territorio", pero "hay que ser muy cuidadoso con su ecología, no interferir para nada con su vida y con sus hábitos, para evitar incidentes".
"Es una suerte tener osos en la cordillera Cantábrica", resume, porque "la identifica como un área rica en biodiversidad" y eso atrae mucho turismo rural. EFE