Laura López
Madrid, 19 abr (EFE).- Oumar, natural de Senegal, llegó a El Hierro en un cayuco en noviembre de 2023 con 16 años y después de pasar por varios centros -con otros adultos y, una vez demostrada su edad, con menores- por fin ha conseguido un remanso de paz en casa de su nueva familia de acogida en España.
Allí se levanta cada día en su cuarto propio y desayuna con Emilia, su madre de acogida, antes de ir al instituto a estudiar su curso de cocina; muchas tardes va a entrenar con su equipo de fútbol y, al caer la noche, comparte recetas senegalesas con su nueva familia mientras hablan de cómo les ha ido el día.
Cumple este jueves 18 años, pero hasta hace poco era uno de los miles de menores migrantes no acompañados que tutela Canarias y que el Gobierno planea reubicar en otras comunidades para que sean atendidos correctamente a través de un real decreto ley convalidado ya por el Congreso.
A raíz de esta iniciativa, estos meses se ha discutido mucho sobre cifras de jóvenes a distribuir, centros de menores, plazas, porcentajes de ocupación, criterios de reparto... pero hay otra alternativa mucho mejor para estos jóvenes de la que casi nunca se habla: darles un hogar de verdad a través de la acogida familiar.
"La cocina es nuestro confesionario", explica en una entrevista con EFE Emilia D'Agostino, original de Italia, afincada en España desde hace 35 años y prejubilada a sus 64 años.
Conoció a Oumar cuando era voluntaria como profesora de español en un centro de primera acogida de Cruz Roja y este no sabía ni leer ni a escribir porque se había dedicado a la pesca desde los 13 años y se quedó impresionada por sus "gansa de aprender".
Enseguida "conectaron" y por eso cuando ella y su marido, después de informarse mucho, decidieron finalmente acoger, se lo propusieron directamente a él, que ya había ocupado un lugar especial en sus corazones.
"Me preguntaron si me apetecía vivir en casa de Emilia y si la conocía y dije que sí, que había sido mi profesora... fue una sorpresa, estaba muy contento", relata Oumar.
Emilia asegura que la convivencia desde el pasado mes de septiembre ha sido "muy positiva", ya que él llegó "cerrado, como un erizo" y, poco a poco, va notando "una relajación y la creación de un vínculo más personal".
Define a Oumar como un chico tranquilo y "muy disciplinado", lo que no le supone grandes retos como madre de acogida, del que aprende cada día, tanto por su cultura -acaban de pasar juntos el ramadán- como por su historia de vida, que le sirve de ejemplo para relativizar sus pequeños temores.
Enfatiza que para acoger a estos chicos no hay que tener mucho dinero o una casa muy grande, sino una gran empatía, el corazón y la mente muy abiertos y "la antena siempre puesta" para detectar sus necesidades.
Además, recalca que el papeleo no fue difícil y tardó sólo unos meses: "Estoy convencida de que habría más gente que acogería si supieran que no es nada complicado", asevera.
Oumar mantiene contacto casi diario con su familia en Senegal y, aunque Emilia no puede hablar ellos con fluidez por el idioma, sabe que están muy agradecidos: "Les da mucha serenidad saber que una familia, que puede ser su reflejo, se está ocupando de él, porque para una madre debe de ser inquietante pensar que tu hijo está tan lejos solo", explica.
Oumar no duda de que su vida ha mejorado al irse a vivir con Emilia: "Allí (en el centro de menores) estaba siempre muy estresado, no estaba muy tranquilo... ahora estoy bien, me siento muy apoyado", señala.
Hasta él llega a través de los medios y las redes sociales el debate actual sobre la reubicación de los chicos que han migrado solos como él desde Canarias y su percepción es que la gente no les quiere por causa del racismo, que él siente día a día, en la calle o en el metro.
Emilia también asiste con tristeza esta discusión, en la que se "instrumentaliza" a los jóvenes para sacar rédito político y se habla de grandes cifras para "impresionar" cuando, en realidad, 4.000 personas para España, con casi 50 millones de habitantes, "no es nada".
Considera que aún "hay mucho" racismo en España pero no duda de que más familias se animarían a seguir sus pasos si tuvieran la información adecuada: "a pesar de todo, confío en la humanidad", asegura.
Según los últimos datos del Ministerio de Juventud e Infancia, en diciembre de 2023 había 5.608 menores extranjeros no acompañados en centros en toda España, el 34,5 % del total de jóvenes atendidos por el modelo residencial, y 261 en familias, un 1,44 % de todos los atendidos en un hogar.
La directora de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF), Helena Escalada, explica a EFE que la institucionalización del sistema de protección a la infancia es un "mal endémico" porque, aunque "por supuesto que hay familias" dispuestas a acoger, no se llevan a cabo grandes campañas de información como las de Tráfico o contra el tabaco para que estas accedan al recurso.
Estos jóvenes tienen sus especificidades -suelen ser "mayores" (entre 15 y 17 años), necesitan aprender el idioma y un esfuerzo extra en materia de burocracia por su situación administrativa- pero todo esto se podría asumir con programas específicos de formación para las familias.
No es fácil, reconoce Escalada, pero es un esfuerzo que vale la pena porque si para cualquier joven es importante crecer con un apego seguro y un sentimiento de pertenencia, para estos chicos, que han migrado solos en peligrosos viajes hasta un país y cultura nuevos, aún más. EFE
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