Alberto Ferreras
Zamora, 18 abr (EFE).- La procesión de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente ha vivido un momento inédito cuando a la una y media de la madrugada de este Viernes Santo el coro ha entonado el canto a capela del Miserere, resonando las voces en las paredes exteriores de la Catedral de origen románico de Zamora.
La melodía de voces profundas de los más de cien integrantes del coro masculino de la hermandad entonando en latín el Salmo 50, que comienza "Miserere mei Deus, secundum magnan misericordiam tuam", se reproduce en La Madrugada de Zamora desde mediados del siglo XX, pero en esta ocasión en la plaza de la Catedral como escenario.
Las obras que se ejecutan en el palacio renacentista del Parador de Turismo de Zamora, en la plaza de Viriato, llevaron a la cofradía a ofrecer esa alternativa que también ha afectado al templo de salida y de llegada de la procesión, que ha sido la seo en vez de la iglesia de Santa María la Nueva.
Lejos de ir en detrimento del ritual, el nuevo marco ha dotado de una mayor majestuosidad al canto del Miserere del padre José María Alcácer, que representa uno de los momentos más conmovedores de la Semana Santa de Zamora, que está declarada de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural.
La entonación del Salmo 50 se ha llevado a cabo mientras el Jesús Yacente que da nombre a la cofradía ha recorrido a paso lento el perímetro de una plaza solo iluminada por las velas de los cofrades.
Ese acto ha puesto fin a un desfile que se ha desarrollado durante dos horas y media, a ratos bajo la lluvia, con los cofrades, de tres en tres, caminando por el casco antiguo, y un tramo junto al Duero, en una atmósfera de silencio solo rota por el golpeteo de los hachones en el suelo y las campanillas del viático.
En el desfile, entre los cerca de 1.300 cofrades, se han intercalado elementos procesionales como el libro de difuntos de la cofradía, unos clavos y una corona de espinas de plata.
También ha habido tres hermanos que, en señal de penitencia, han arrastrado durante todo el recorrido unas pesadas cruces de madera de tres metros de altura.
Y cerrando la procesión, como si se tratara de un entierro humilde, el Jesús Yacente, una talla de la primera mitad del siglo XVII atribuida a Francisco Fermín que muestra una expresión de dolor agonizante, acorde con la celebración de La Madrugada. EFE
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(foto) (vídeo)
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