La corneta transforma el silencio antes de romper la hora en el Bajo Aragón

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José Luis Sorolla

Samper de Calanda (Teruel), 18 abr (EFE).- Tensión y expectación. Sentimientos acantonados a punto de aflorar. Las manecillas del reloj alcanzan la medianoche del jueves Santo en el Bajo Aragón turolense y suenan las doce campanadas. El alabardero hace sonar la corneta y tras su toque, el silencio se transforma en atronador sonido de tambores y bombos.

Las miradas y los oídos atentos al momento más esperado durante todo un año mandan al cerebro la orden: agarrar las baquetas o el mazo y golpear con fuerza el tambor o el bombo para abandonar el silencio y entrar en un estruendoso frenesí de 45 horas sin que el sonido deje de sonar ni siquiera un segundo.

Una vez más, la 'rompida de la hora' en el Bajo Aragón turolense se ha producido al unísono en siete de las nueve localidades que conforman la conocida como 'Ruta del Tambor y el Bombo', que desde 2014 cuenta con el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Internacional.

En la medianoche del jueves al viernes de Semana Santa, la tradición de romper la hora se produce en Albalate del Arzobispo, Alcorisa, Andorra, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaen. Alcañiz es la única que no forma parte del ceremonial de la 'rompida', aunque por sus calles también retumban tambores y bombos desde la medianoche del jueves.

De estos nueve pueblos que se incluyen en la Ruta del Tambor y el Bombo, solo en Calanda, villa natal del cineasta Luis Buñuel, que desde el surrealismo que le dio fama fue capaz de trasladar y dar a conocer la magia de esta tradición al mundo, el silencio se rompe a mediodía del Viernes Santo.

Atrás han quedado todas las actividades previas a preparar con el más esmerado cariño lo que serán las horas más intensas del año, tanto por el hecho de haberlas vivido desde el propio vientre de la madre como por las propias creencias religiosas o por el tratarse de una tradición familiar traspasada por los ancestros durante varias generaciones.

Tener los hábitos y los terceroles perfectamente planchados es la última de las labores. Previamente se han sometido a la ITV, no reglamentaria pero necesaria, los parches de los tambores para evitar sorpresas de última hora y los bombos y sus membranas han sido tensados de nuevo para que el cuerpo pueda ofrecer el mejor y más rotundo sonido posible.

También ha habido innumerables horas de ensayos previos, bien para poder lucir en los diferentes encuentros nacionales o locales a los que se asiste, o para que los más pequeños cuando salgan a las procesiones mantengan el sonido lo más uniforme posible.

Como en una escalera de la vida, en muchos casos salen unidas tres generaciones, algunas, las más escasas pero las más afortunadas incluso llegan a cuatro, que se funden en una de las tres interminables filas que desfila: a los lados los tambores y en el centro los bombos.

En muchos casos las lagrimas resultan incontenibles. En estos días los recuerdos están a flor de piel. Los corazones, como si fueran los de un deportista de alto rendimiento, empiezan a incrementar de forma inopinada el ritmo cardíaco ante para hacer frente a las innumerables las emociones que les aguardan.

El recuerdo de aquellos con los que se compartieron muchas horas de toques y ya no están eriza los cabellos en un sentimiento cada vez más vívido, o bien porque en esta ocasión las circunstancias les han impedido regresar de sus habituales lugares de residencia.

Toda la zona se incluye de lleno en lo que se ha dado a conocer como 'España vaciada'. Desde estos pueblos salieron las gentes ante la necesidad de encauzar su vida, aunque fuera lejos de sus orígenes.

José Antonio Labordeta lo reflejó, como ningún otro, en su canción Aragón con la estrofa: 'Dicen que hay tierras al este donde se trabaja y pagan'.

Así, los tambores y bombos vividos en la niñez han terminado por convertirse en la excusa perfecta, para al menos una vez al año, poder regresar a sus pueblos natales o al de sus ancestros de los que nunca se olvidaron. Parte de sus raíces son de allí. EFE

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