José María Rodríguez
Kayar (Senegal), 17 abr (EFE).- En pueblos pesqueros de Senegal como Kayar, las viviendas suelen construirse con paredes de bloques desnudos. A sus vecinos les encantan los azulejos, pero pocos pueden permitírselos, así que si alguna casa los luce en la fachada, suele indicar que allí vive la familia de un emigrante instalado en Europa.
En M'Bour, Thiaroye-sur-Mer, Kafountine o la misma Kayar, el pulso del día lo marcan los cayucos. Son lugares donde media ciudad se congrega en la playa cuando regresan a tierra, porque casi todos viven de la pesca. No se sabe cuánto tiempo más durará, porque muchos ya no le ven atractivo al oficio, ni para ellos ni para sus hijos.
A poco más de 300 metros de la playa de Kayar vive Hadi, una mujer cercana a los 70 años. Su casa está alicatada de arriba abajo. En el pueblo saben que tiene cuatro hijos que envían dinero regularmente desde Europa, pero también que desde hace año y medio ejerce de madre de dos niñas y un niño, sus nietos. De eso muy pocos hablan.
En Senegal, al menos 12.500 personas buscan a familiares cuyo rastro se perdió en el mar, según datos recopilados por la Federación Nacional de Familias de Emigrantes Desaparecidos. Hadi aún no ha pedido ayuda a esa entidad, a pesar de la mujer no sabe nada de su hija desde que partió hacia Canarias el 9 de octubre de 2023.
Aquel octubre fue histórico. Nunca antes habían llegado a Canarias tantos migrantes en un solo mes: 15.729 en 182 cayucos. Tres barcas diarias; la mayoría, de Senegal. Pero sin noticias de la hija de Hadi y sus 85 compañeros de travesía.
La mujer accede a contar a EFE su historia, aunque sus allegados ponen antes una condición: no se puede mencionar lo evidente, porque Hadi no lo acepta. Quiere creer que su hija, de 23 años, sigue viva.
Conjetura que quizás esté en una cárcel de Marruecos donde no le permiten llamar, "o en Túnez". Es casi imposible que un cayuco se haya pasado de largo Canarias para entrar en el Mediterráneo, pero eso da igual: su esperanza se alimenta de rumores, de que una persona un día le dijo que alguien oyó que un hombre había visto... Otras veces, nace de las visiones de un marabú, un chamán o sabio local.
Yayi Bayam Diouf pasó por lo mismo: su hijo tomó una barca a España en 2006, en la primera oleada migratoria masiva a Canarias. Era pescador en Thiaroye y nunca más ha sabido de él. Desde entonces, trabaja con grupos de madres que se ayudan entre sí. Es la presidenta la Federación de Familias de Migrantes Desaparecidos.
"No podemos llorarlos porque no hemos visto los cuerpos. Es difícil", explica a EFE Yayi Bayam, todo un referente del activismo en Senegal, que defiende que lo primero que necesitan las madres como Hadi es que el Gobierno de su país les expida un certificado de desaparición. Con él en la mano, podrían plantearse "otras gestiones hasta llegar a obtener el certificado de defunción".
Hadi está aún lejos de emprender ese camino. Su hija era una de esas jóvenes que cada tarde iban a la playa a ver el trajín de los cayucos regresando con las capturas del día o saliendo a pescar.
"Solo le pido a Alá volver a verla", confiesa. Hadi contiene las lágrimas porque hay tres niños presentes que no se separan de ella y que han dejado de mirar por un momento al canal de dibujos animados de la televisión. Tienen seis, cinco y cuatro años y la observan.
La mujer jura que su hija nunca le habló de que quisiera emigrar. Se enteró cuando le contaron que se había marchado en un cayuco.
En Kayar, por debajo del bullicio que rodea a los cayucos en la playa y del trasiego de carretas de caballos que van y vienen por la calle principal, un duelo silencioso atraviesa todo el pueblo, porque abundan las madres, esposas y hermanos que sufren una pena muy similar, de la que casi nadie habla.
El día que Hadi comparte con EFE su historia, la Embajada de España en Senegal y Casa África proyectan en la plaza 'Los cayucos de Kayar', el documental donde el actor Thimbo Samb, un joven del pueblo que emigró en patera a Canarias en 2006, explica por primera vez a los suyos el desgarro que hay detrás de su historia de éxito.
La cinta se rodó en 2023. Desde entonces, varios de los muchachos que aparecen en ella han muerto en cayucos de camino a España.
Hadi está segura de que "los jóvenes del pueblo lo van a seguir intentando" a pesar de todo, "porque creen que hay un futuro en Europa". Solo se quedan con las historias de los amigos a los que les ha ido bien y se han construido buenas casas en Kayar.
Bombo N'Dir, presidenta de la Asociación de Mujeres Inmigrantes Subsaharianas de Cataluña, que está estos días en Dakar, corrobora que ningún emigrante que viva en la indigencia les confesará que ha fracasado tras haberse jugado la vida y el patrimonio de la familia. Por eso, en pueblos como Kayar los jóvenes solo ven azulejos. EFE
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