Vargas Llosa, de La Pléiade al papel cuché

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Carmen Sigüenza

Madrid, 14 abr (EFE).- Premio Nobel de Literatura 2010, Premio Cervantes 1994 y uno de los pocos autores hispanos en ser publicado en la prestigiosa Biblioteca de La Pléiade, Mario Vargas Llosa pasó en sus últimos años de las páginas más cultas a las del papel cuché por sus relaciones amorosas, que de una forma u otra marcaron toda su vida.

"No me gusta aparecer en este tipo de revistas; si pudiera elegir, no aparecería (...) Prefiero salir solo en revistas literarias", afirmó el escritor en una rueda de prensa en Madrid en 2016 para presentar su novela 'Cinco esquinas'.

Era la época en la que mantenía una relación con Isabel Preysler, reina del corazón en España, exmujer de Julio Iglesias, viuda de un ministro socialista y protagonista de muchas portadas.

Pero Vargas Llosa, pese a su agitada vida amorosa -se casó primero con una tía política, luego con su prima, a la que abandonó por Preysler, para acabar su vida de nuevo junto a ella y sus hijos- siempre aseguró que solo quería escribir.

Aunque siempre mostró una gran capacidad y disciplina para trabajar y un deseo vital que le llevó a meterse en diferentes ámbitos además de la escritura, como ser candidato a la presidencia del Perú en 1990 o subirse a los escenarios como actor.

Nacido en Arequipa (Perú) en 1936, la vida de Vargas Llosa, llena de éxitos -salvo el fracaso de su experiencia política- y con el favor de los lectores y de la crítica, estuvo determinada por la figura de su padre, un hombre autoritario que nunca quiso que fuera escritor.

Un padre al que Vargas Llosa daba por muerto, como le había hecho creer su madre, y cuya aparición en su vida al reconciliarse con su madre, de quien se había separado antes de su nacimiento, le marcó para siempre.

Antes de eso, vivía feliz en Cochabamba (Bolivia), donde su abuelo había sido destinado como cónsul y donde estaba arropado por su madre, sus abuelos, sus tías, una época en la que la escritura era ya un juego "exaltante y feliz".

Pero el retorno a Lima junto a sus padres, a los diez años, le devolvió a la dura realidad. Conoció el miedo, su padre le pegaba, le prohibió escribir y ver a sus amigos.

Tras un ingreso fallido en la Escuela Naval, entró en el Colegio Militar Leoncio Prado, un lugar duro, como dejó plasmado en 'La ciudad y los perros'. Ahí comenzó a leer y escribir como un refugio contra la soledad y contra el miedo a su progenitor.

Vargas Llosa comenzó a redactar 'La ciudad y los perros' cuando tenía 22 años. Antes de triunfar en las librerías, sin embargo, estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, y fue redactor en los diarios 'La Crónica' y 'La Industria'.

En 1959 obtuvo una beca para hacer el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, y sería en España donde ganaría uno de sus primeros premios, el Leopoldo Alas, por su colección de cuentos 'Los jefes'.

Su deslumbrante carrera comenzó en los años sesenta, ya instalado en París, con obras como 'La ciudad y los perros', 'La casa verde' o 'Conversación en La Catedral'.

Luego vendrían numerosas novelas, entre ellas 'La guerra del fin del mundo', 'El hablador', 'La fiesta del Chivo', 'El paraíso en la otra esquina' o 'Travesuras de la niña mala', que lo consagrarían como uno de los grandes escritores latinoamericanos, pero también del resto del mundo.

Gran admirador de Víctor Hugo y de Flaubert, Vargas Llosa ha creído siempre que la literatura era "una expresión maravillosa de la libertad humana" que "ayuda a vivir".

"Por esa razón, el escritor no puede rehuir una cierta responsabilidad, sea moral, social o política, que trasciende lo puramente estético", dijo al hablar de su concepción de la literatura en unas jornadas en Cantabria hace años.

La lectura de Faulkner fue fundamental para él en los 50, pero 'Madame Bovary', de Gustave Flaubert, fue obra la que le cambió la vida como escritor.

Vargas Llosa siempre admiró "la terquedad y la perseverancia" de Flaubert para conseguir obras maestras, una perseverancia que sin duda el escritor peruano aplicó siempre a la hora de intentar que cada uno de sus libros fuera mejor que el anterior, más audaz desde el punto de vista literario.

Miembro del boom latinoamericano, la carrera literaria de Vargas Llosa no se entendería sin París, donde conoció a Gabriel García Márquez, Borges o Julio Cortázar, y sin Barcelona, donde se dedicó por completo a la literatura gracias a la agente literaria Carmen Balcells.

Y la literatura fue para siempre su refugio. En 2023, al presentar la que sería su última novela, 'Le dedico mi silencio', aseguró que seguiría escribiendo hasta el último día de su vida. "Eso sería mi ideal: morir en medio de una palabra que se quedó sin terminar". EFE