Madrid, 11 abr (EFE).- Conseguir que "los niños se enamoren de la Naturaleza que tienen justo frente a sus narices" y "en su propia casa" es el objetivo de la ilustradora neozelandesa Giselle Clarkson en su libro 'Observología: un manual para organizar expediciones científicas minúsculas' (editorial Libros del Zorro Rojo).
Clarkson, que se estrena en el mercado hispanohablante con la primera traducción española de una obra que combina ciencia, humor e ilustración, afirma en entrevista con EFE su intención de facilitar "una herramienta para educar la mirada” que fomente la exploración cotidiana de los más pequeños, ya que “escribir sobre ciencia para niños debe ser divertido, debe hacerles reír, pero también respetando su inteligencia: si no es una experiencia agradable, no querrán leerlo”.
Por eso, lejos de proponer un mero catálogo naturalista, el libro "ofrece una serie de tutoriales, como por ejemplo ‘Cómo salvar a una polilla de ahogarse sin empeorar la situación'” y culmina con un “examen final”, con diploma incluido, que otorga al lector la “autoridad para practicar la observología aquí, allá y donde sea".
Con formación en Bellas Artes por la Universidad de Canterbury, Clarkson ha trabajado en libros infantiles, recursos educativos y proyectos comerciales, pero 'Observología' es el primer libro que escribe e ilustra por completo, con la idea de que "cuanto más se diviertan los niños en la ventana observando bichos en vez de aplastarlos, ¡mejor!”.
Bichos, no monstruos
Una de sus cruzadas personales es precisamente la de cambiar la narrativa que pesa sobre los invertebrados, tan "vitales para la salud de nuestro planeta" como "incomprendidos" y por ello reconoce que "me molesta cuando los medios de comunicación hablan sobre arañas raras o lombrices gigantes con palabras como ‘monstruo’, ‘repugnante’ y ‘pesadilla’”.
La ciencia, insiste Clarkson, "empieza en la ventana" porque la conexión con el entorno natural "no requiere viajes exóticos ni permisos especiales" y un niño "puede examinar una mosca o una araña cruzando una pared o puede sostener una cochinilla sin necesidad del permiso de un adulto".
Los insectos son "unas criaturas fantásticamente interesantes, importantes y útiles" a pesar de que a menudo sean consideradas como "aburridas o molestas porque son comunes o entran en nuestras casas sin ser invitadas", una idea que quiere difundir entre los más pequeños.
Magia y asombro
Para Clarkson, es esencial que los niños tengan experiencias de "asombro y magia", incluso mientras aprenden sobre amenazas como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad.
A propósito de las amenazas ambientales, considera además que “como adultos, debemos orientar a los niños sobre ellas y dar ejemplo con buenas prácticas, pero no debemos olvidar que son niños" y por eso "se merecen momentos de magia mientras interactúan con la Naturaleza”.
Abejas, mariposas, caracoles, líquenes y hongos, entre otras criaturas, desfilan por las páginas de su obra pero Clarkson anima a prestar especial atención a "la sutil belleza" de las polillas marrones y a su "diversidad de formas y patrones".
En este contexto, recuerda una anécdota que refleja la importancia de las observaciones particulares cuando, en marzo del año pasado, el biólogo sueco Pav Johnsson fotografió una polilla en el balcón de su hotel en la Isla Stewart, en Nueva Zelanda.
Al compartir la imagen en iNaturalist -la plataforma que comparten científicos y público general para publicar sus fotografías de Naturaleza- , descubrió que se trataba de una 'Titanomis Sisyrota', conocida popularmente como Fénix Helado, una especie que no había sido observada desde 1959 y que se creía extinta hasta entonces. EFE
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