Un tsunami de mentiras

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 Carla Aliño

València, 10 abr (EFE).- Verónica Galduf vive en Alfafar (Valencia) y el pasado 29 de octubre afrontó la peor experiencia de su vida: ver cómo una riada arrasaba su casa, su pueblo y los de alrededor. Si eso fue duro, más lo fue tener que convivir los días siguientes con la desinformación y los bulos que surgieron alrededor de esta tragedia.

A sus oídos, a su móvil, llegaron enseguida alertas que avisaban de otra riada, que decían que estaban entrando a robar en las casas, incluso con machetes, o que estaban violando a voluntarias de las ONG que se habían desplazado al lugar afectado por la dana, la mayor inundación vivida en la Comunitat Valenciana en décadas.

Pero todo era mentira, cuenta Verónica, madre de dos hijos pequeños y empleada en un supermercado, mientras hace un alto en las tareas de reconstrucción de su casa para hablar con EFE.

En pocos días llegaría el más viral de los bulos que brotaron tras la dana: las autoridades guardaban silencio sobre el hallazgo de centenares de muertos en el aparcamiento subterráneo del centro comercial Bonaire, situado en el eje de las localidades barridas por el agua.

Sin embargo, las tareas de búsqueda en esas instalaciones terminaron sin que apareciera ningún cadáver. Para entonces, decenas de mensajes que afirmaban lo contrario ya habían generado un enorme desasosiego entre la población y especialmente entre los que todavía buscaban a familiares y amigos.

La dana —con 227 víctimas mortales solo en Valencia, más una mujer aún desaparecida— ha desatado una ola extraordinaria de desinformación en la que convergen factores económicos e ideológicos. ¿Su objetivo? Suscitar miedo para estafar a los donantes de ayuda a las víctimas y, sobre todo, deteriorar la confianza en las instituciones, explican a EFE investigadores del fenómeno.

Verónica y su familia trataban de asimilar que "un tsunami" se lo había llevado todo —su casa, su coche, su barrio— por delante cuando empezaron a ser bombardeados con una avalancha de falsedades en forma de rumores, mensajes o de conversaciones con los vecinos.

Que si les iban a saquear, a atacar e incluso a matar para sacar rédito del caos en el que se habían sumido los habitantes de Alfafar y otras localidades al sur de Valencia: "Esto era la ciudad sin ley. Daba miedo, era un 'The Walking Dead' a lo español, era aterrador".

Con ese miedo en el cuerpo, Verónica y su marido llevaron a sus hijos a casa de unos amigos, mientras la pareja permaneció en su vivienda, un adosado, para protegerla.

El agua del día 29 había inundado la planta baja, el barro posterior les llegaba hasta las rodillas y la puerta principal no cerraba. Por las noches no dormían o lo hacían "con cosas debajo de la almohada por si acaso", dice sin precisar el tipo de objetos con los que se intentaban proteger.

El miedo a que alguien asaltara su casa les causó "mucho estrés", recuerda Verónica, quien reconoce que en aquella situación no tuvo la serenidad necesaria para plantearse si todo aquello que se decía era "verdad o mentira": "Lo único que estás pensando es que, como pase, tienes que sobrevivir".

Después llegó el bulo sobre el aparcamiento de Bonaire, replicado en decenas de mensajes en redes sociales como X, donde se viralizó un audio en el que un supuesto mando de la Unidad Militar de Emergencias (UME) decía, entre lágrimas, que allí abajo había "200 niños muertos".

Verónica se lo creyó al principio. Luego, con más calma, cayó en la cuenta de que en ese centro comercial no debía de haber tanta gente aquel 29 de octubre, martes, a las siete de la tarde. Además, como hay un aparcamiento exterior, el subterráneo normalmente "lo usan cuatro personas".

Quienes difundieron esos bulos, según la entrevistada, han jugado con las vidas de familiares y amigos de empleados y visitantes del centro comercial y han generado un estrés mucho mayor del que ya tenían.

"Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice y con lo que no", porque el dolor de una palabra "es peor que el de un guantazo", subraya.

¿Por qué hay quien difunde bulos?

"Hay que ser serios, hay que pensar en las personas, hay que ser empático y yo entiendo que en ese momento habría gente que lo haría sin intención, pero había gente que no, gente que se dedica a lo que se dedica", denuncia. Y que engaña "por maldad".

Un reciente estudio de la Universitat Politècnica de València (UPV) ha concluido que la desinformación sobre la dana generó tristeza, miedo, ira y asco, en función de la red social que se consultara durante los días posteriores a esta tragedia.

Tras analizar 650 mensajes en X y en TikTok, han comprobado que la desinformación relativa a las inundaciones, en la primera, se asocia sobre todo con una mayor tristeza y miedo, mientras que en la segunda se correlaciona con una mayor ira y asco.

Y concluye que "apelar a las emociones es una estrategia deliberada y recurrente en los mensajes engañosos", pues los contenidos "fiables" usan un lenguaje más preciso mientras que los mensajes falsos intentan ser creíbles empleando negaciones, anécdotas personales o referencias a familiares.

La investigación ha sido dirigida por Iván Arcos y Paolo Rosso, de la UPV, junto con Ramón Salaverría, de la Universidad de Navarra, y se enmarca en la actividad del Observatorio Ibérico de Medios Digitales (Iberifier), en el que participa EFE Verifica.

Verónica Galduf también ha sido víctima de otro tipo de desinformación: la que niega el cambio climático.

Aunque lleva doce años en Alfafar, nunca había sido consciente de que vivía rodeada de barrancos, en una zona inundable y que podía llegar a estar en peligro, sobre todo ante los crecientes episodios de lluvias torrenciales por la crisis climática.

Ha sido tras esta dana, que llegó a descargar en algunos puntos de Valencia más de 700 l/m2 de agua y desbordó ríos y barrancos, cuando ha descubierto que vive en la zona más baja del pueblo, la más vulnerable.

"Los vecinos mayores siempre me han contado que esto eran arrozales, que era parte de la Albufera, pero yo no me he criado aquí, entonces no le presté mucha atención", explica.

Recuerda, no obstante, que cuando llueve se le suele inundar el sótano, algo que hasta ahora achacaba "a la mala construcción o a que las canalizaciones no están del todo bien".

De todas maneras, saber esto no le hace querer mudarse a otro sitio y confía en que las administraciones "hagan las cosas como toca", "se dejen de peleas" e inviertan en actuaciones para minimizar las consecuencias de fenómenos ocasionados por el cambio climático.

También desea que esta tragedia ayude o haga cambiar de idea a aquellas personas que niegan sus efectos, porque es un problema "de todos".

"No hace falta ser científico, ni ser meteorólogo, ni ser universitario para saber que eso es verdad, que está ahí", sentencia.

El testimonio de Galduf es uno de los recogidos en el proyecto de EFE 'Noticias falsas, víctimas reales', sobre el impacto y el dolor que causa la desinformación, realizado en colaboración con la Red Internacional de Verificación (IFCN, por sus siglas en inglés). EFE

(foto) (vídeo)

(Con esta crónica, EFE inicia la serie multimedia 'Noticias falsas, víctimas reales', que da voz a damnificados por la desinformación de todo el mundo)