Prometeo, el árbol de casi 5.000 años que fue talado por un científico que desconocía su edad real: era el más antiguo del mundo

La historia tuvo lugar hace seis décadas en el Parque Nacional de la Gran Cuenca

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Pino longeva en el Parque
Pino longeva en el Parque Nacional de la Gran Cuenca. (Wikimedia Commons)

Era el verano de 1964 cuando el estudiante de posgrado Donald R. Currey se encontraba investigando la glaciología de las edades de hielo en las morrenas del Pico Wheeler. Esta montaña, la más alta de la cordillera Snake, se ubica en el Parque Nacional de la Gran Cuenca, donde destacan paisajes dominados por los pinos longevos (Pinus longaeva), una especie de árbol famosa por vivir durante miles de años.

Currey había recibido una autorización por parte del Servicio Forestal de los Estados Unidos para tomar muestras de algunos de estos ejemplares con el objetivo de determinar la edad de las formaciones glaciares en las que crecen estos árboles. El estudio de sus anillos aporta información muy valiosa para entender el cambio climático, por ejemplo.

Sin embargo, aquella investigación tuvo un final inesperado: la muerte del árbol más antiguo conocido de la época; la destrucción de Prometeo, del que antes de ser talado se desconocía su verdadera longevidad.

El tocón de Prometeo, en
El tocón de Prometeo, en el Parque Nacional de la Gran Cuenca. (James R Bouldin/Wikimedia Commons)

El final de Prometeo tras casi 5.000 años de existencia

Según explica la propia página web del Parque Nacional de la Gran Cuenca, no existe un relato único con respecto al motivo por el que Prometeo fue talado —nombrado así en honor al titán de la mitología griega que entregó el fuego a los humanos y, por ello, fue condenado eternamente a permanecer encadenado en el Monte Cáucaso, donde un águila le devoraba el hígado cada día, regenerándose durante la noche—: algunos consideran que su barredor había quedado atascado en el árbol; otros que el utensilio era demasiado pequeño, o que Currey pensó que necesitaba un corte transversal completo para examinar los anillos del árbol.

En todas estas versiones, sin embargo, existe dos denominadores comunes: el geógrafo tenía permiso del Servicio Forestal para talar a Prometeo y no se preveía la edad del árbol.

Currey se llevó una de las losas de 10 centímetros a su habitación de motel en Baker y durante una semana, con una lupa de 20 aumentos y un papel de lija fino, se encargó de extraer la veta para contar los anillos de crecimiento de Prometeo. El resultado fue asombroso: 4.862, por lo que el pino longevo tenía unos 4.900 años. Tras esta datación, se convertía en el árbol más antiguo del que se tenía registro, pero ya era demasiado tarde.

“Sabía que era un árbol bastante viejo”, señaló hace décadas Currey en una entrevista con San Francisco Chronicle, años después de la tala de Prometeo. Sin embargo, no tenía conocimiento de que su longevidad fuese tal, ya que el pino longevo no alcanza la imponencia de otras especies como las que pueden hallarse en los bosques de secuoyas de California. Su tamaño, por tanto, es pequeño, y su crecimiento es lento, lo que les permite sobrevivir en climas severos como el Pico Wheeler.

Seis décadas después de la destrucción “accidental” de Prometeo, en el lugar en el que se hallaba el ejemplar solo queda su tocón, testigo de que en aquel sitio vivió uno de los seres vivos más longevos de la historia. En la actualidad, existe mucha más protección de estos árboles antiguos, que han sido testigos de los cambios ocurridos a su alrededor durante siglos e incluso milenios.