
En coincidencia con el 250 aniversario de la doctrina Monroe - aquel principio proclamado en 1823 que rechazaba el colonialismo europeo en América - ha servido de marco para la publicación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional elaborada por la administración Trump. Este tipo de documento, que la rama ejecutiva presenta cada vez que se asume un nuevo mandato, detalla cuáles son las prioridades de interés nacional en materia de política exterior y define el modo de actuación para los próximos años.
La estrategia tiene el objetivo de hacer las veces de “hoja de ruta para asegurar que América (queriendo decir Estados Unidos) siga siendo la nación más grande y exitosa de la historia humana y el hogar de la libertad en la tierra”. Entre los principios que sustentan el documento figura una política exterior concebida como “pragmática sin ser ‘pragmatista’, realista sin ser ‘sensata’, firme sin ser ‘belicista’ y moderada sin ser ‘pacifista’”.
El texto incluye, además, una serie de valores como la “predisposición al no intervencionismo”, si bien advierte que “para un país cuyos intereses son tan numerosos y diversos como los nuestros, una adherencia rígida al no intervencionismo no es posible. Pero esta predisposición debería tener un listón alto en cuanto a lo que constituye una intervención justificada”; o el “equilibrio de poder”, bajo la premisa de que “Estados Unidos no puede permitir que ninguna nación se haga tan dominante como para poder amenazar nuestros intereses. Trabajaremos con aliados y socios para mantener equilibrios de poder globales y regionales para prevenir el nacimiento de adversarios dominantes”.
En la sección dedicada a Europa, la estrategia estadounidense hace hincapié en “apoyar a nuestros aliados y conservar la libertad y la seguridad”, proponer “la restauración de la confianza civilizacional y la identidad Occidental” y advierte que, “si las tendencias actuales se mantienen”, Europa será “irreconocible en veinte años o menos”.
Europa “será irreconocible en veinte años o menos” si las “tendencias actuales se mantienen”
El documento atribuye esa posible transformación de Europa no solo al “gasto militar insuficiente” ni al “estancamiento económico” - sobre lo cual menciona que la cuota europea en el PIB mundial ha pasado del 25% al 14% en los últimos 35 años, sino a una “perspectiva más grande” - el texto identifica como amenazas principales las “actividades de la Unión Europea y otros organismos transnacionales que socavan la libertad política y la soberanía, políticas migratorias que están transformando el continente y generando conflictos, censura de la libertad de expresión y represión de la oposición política, tasas de natalidad muy bajas y pérdida de identidades nacionales y autoconfianza”.
La administración Trump plantea dudas acerca de si algunos países europeos podrán mantener economías y ejércitos lo suficientemente fuertes para seguir siendo aliados fiables. “No resulta evidente si ciertos países europeos contarán con economías y ejércitos lo suficientemente fuertes como para seguir siendo aliados fiables. Muchos de estos países insisten en mantener su rumbo actual. Queremos que Europa siga siendo europea, recupere su autoconfianza civilizacional y abandone su enfoque fallido de asfixia normativa”, reza el texto.
El documento atribuye la debilidad europea sobre todo a una falta de “autoconfianza”, cuestión que considera especialmente visible en la relación con Rusia, y sostiene que la guerra en Ucrania ha deteriorado los vínculos entre Bruselas y Moscú y extendido la percepción de Rusia como amenaza existencial.
La Estrategia describe la necesidad de “un esfuerzo diplomático intenso por parte de Estados Unidos, enfocado tanto a restaurar la estabilidad estratégica en Eurasia como a limitar la probabilidad de eventualidades directas entre Rusia y los Estados europeos”. Uno de los grandes objetivos consiste en negociar “con rapidez un alto el fuego que permita estabilizar las economías europeas, evite una escalada o expansión del conflicto y siente las bases para la reconstrucción de Ucrania, de modo que el país pueda sobrevivir como Estado soberano”.
El texto destaca el aumento de la dependencia exterior de Europa, citando el caso de compañías químicas alemanas que ya levantan plantas en China con gas ruso al que no acceden en su propio país. La Estrategia también critica a varios gobiernos europeos por sostener “expectativas poco realistas sobre la guerra”, así como por promover medidas y restricciones que, según el documento, impactan sobre la oposición y los valores democráticos. Se apunta que el deseo de paz social es mayoritario, aunque la administración Trump considera que no se traslada en políticas por el bloqueo de los sistemas democráticos internos.
Estados Unidos mantiene el vínculo estratégico y cultural con Europa como aspecto clave del documento, destacando el comercio transatlántico, la fortaleza del sector industrial y tecnológico y el peso de la investigación y la cultura en el continente. “Fortalecer la democracia, la libertad de expresión y las particularidades nacionales europeas”, indica el texto, “resulta clave para la supervivencia del vínculo transatlántico”. También insiste en la necesidad de que sus aliados impulsen la diversidad de tradiciones políticas y el ascenso de corrientes patrióticas, situando a Reino Unido e Irlanda como aliados estratégicos prioritarios y, de cara al futuro, abre el interrogante sobre el peso poblacional europeo en la OTAN frente a posibles cambios en la orientación de algunos miembros.
En la hoja de ruta política, la Estrategia de Seguridad Nacional es prácticamente una declaración de intenciones a través de una batería de objetivos de la política exterior estadounidense en Europa: “Restablecer la estabilidad interna y estratégica frente a Rusia; promover que Europa asuma mayor responsabilidad en su defensa; fomentar la resistencia a las tendencias europeas actuales dentro de las naciones europeas; abrir mercados europeos a bienes y servicios estadounidenses y garantizar trato justo a trabajadores y empresas estadounidenses; reforzar la Europa Central, Oriental y Meridional con lazos económicos, venta de armas, colaboración política e intercambios culturales y educativos; evitar que la OTAN sea vista como una alianza en perpetua expansión y animar a Europa a combatir el exceso de capacidad mercantilista, el robo tecnológico, el ciberespionaje y otras prácticas económicas hostiles”.
Donald Trump, en una entrevista posterior en Politico, subrayó su crítica a los mandatarios europeos, a quienes tildó de “débiles” y describió a Europa como un “grupo de naciones en decadencia”. En esa conversación, Trump aseguró: “Creo que son débiles. Pero también creo que quieren ser muy políticamente correctos”. Y agregó: “No saben qué hacer. Europa no sabe qué hacer”. Además, sostuvo que seguiría respaldando a “candidatos afines” en elecciones europeas y mencionó que ya ha expresado públicamente su apoyo a líderes como Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, conocido por sus estrictas políticas de control fronterizo.
Un lenguaje “más propio del Kremlin” y “a la derecha de la extrema derecha europea”
El lanzamiento de la Estrategia de Seguridad Nacional no ha pasado desapercibido en las capitales europeas. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, criticó rápidamente el planteamiento estadounidense y pidió a la Casa Blanca “respetar la soberanía y el derecho a la autodeterminación de Europa”. Costa aseguró: “Los aliados no amenazan con interferir en la vida política interna de sus aliados, la respetan; no podemos aceptar esta amenaza de interferencia en la vida política de Europa”.
La presión y las críticas se han intensificado tras la publicación del documento, con representantes gubernamentales europeos mostrando su rechazo. El canciller alemán, Friedrich Merz, calificó de “inaceptables” las apreciaciones sobre el continente incluidas en el texto de Washington y subrayó la necesidad de “hacerse más independientes frente a EEUU en materia de seguridad”. Merz comentó: “No veo ninguna necesidad de que EEUU crea que tiene que salvar la democracia en Europa”.
En ese contexto, otros líderes europeos también han compartido su malestar. El ex primer ministro sueco Carl Bildt consideró que el lenguaje del documento era “más propio del Kremlin” (el cual confirmaba más tarde que la visión de Trump está alineada con la propia) y “a la derecha de la extrema derecha europea”, mientras que el exprimer ministro letón Krisjanis Karins afirmó que “el país más feliz leyendo esto es Rusia”, ya que “Moscú lleva años intentando romper el vínculo transatlántico y ahora parece que el mayor factor de perturbación es Estados Unidos mismo”.
Algunos diplomáticos europeos han calificado el tono usado por Washington como “poco prometedor”, haciendo referencia incluso al discurso que el vicepresidente estadounidense JD Vance dio en Múnich el pasado mes de febrero, en el que criticó lo que percibe como censura y autoritarismo europeos. La directora del think tank italiano Istituto Affari Internazionali, Nathalie Tocci, opinó que la Casa Blanca “pretende dividir Europa apoyando a nacionalistas de extrema derecha respaldados por Rusia”.
Las diferencias han quedado patentes también en el plano internacional, con las negociaciones sobre la guerra de Ucrania como principal foco de fricción. Mientras Trump insistía en su propuesta para lograr la paz, que contempla la cesión del Donbás a cambio de “prosperidad” para Ucrania, ni las autoridades europeas ni Kiev se muestran convencidos de un acuerdo que implique aceptar cambios de fronteras mediante el uso de la fuerza en 2025. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, subrayó que “asegurar el apoyo financiero ayudará a garantizar la supervivencia de Ucrania y es un acto crucial de defensa europea”.
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