
Las memorias de Juan Carlos I, publicadas bajo el título Reconciliación, continúan desgranando los episodios más desconocidos sobre su vida familiar. En esta ocasión, el protagonista es uno de los nietos más mediáticos del antiguo monarca: Felipe Juan Froilán de Marichalar, instalado en Abu Dabi desde 2023 y cuyo cambio de rumbo, hasta ahora, se había explicado de manera fragmentada. Ahora, el emérito dedica un extenso capítulo a relatar cómo el joven terminó bajo su tutela en los Emiratos Árabes Unidos y qué papel desempeñó él mismo en ese proceso.
Durante años, la vida del hijo mayor de la infanta Elena fue objeto de un escrutinio permanente. Desde la adolescencia, su presencia en titulares relacionados con fiestas, altercados o compañías poco recomendables era constante. Juan Carlos, en sus memorias, no esquiva esa etapa convulsa: recuerda “con pesar” cómo su nieto “estaba abandonado a su suerte”.
Según escribe, el divorcio de los padres de Froilán y “cierta falta de autoridad paterna, le llevaron a una vida desenfrenada”, contribuyendo así a que el joven perdiera el control. Tras pasar por internados estadounidenses —de los que regresó, recalca, “con un inglés impecable”—, su vuelta a España estuvo lejos de estabilizarlo. “Descuidó sus estudios de empresariales en la universidad. Era la comidilla de la ciudad por su comportamiento poco ejemplar. Iba de fiesta en fiesta, de discoteca en discoteca, metiéndose en peleas y mezclándose con la gente equivocada”, señala.
En ese contexto, el emérito decidió intervenir. Primero habló con su hijo, Felipe VI, quien —según la narración— citó a su sobrino en palacio para intentar reconducirlo. “Mi hijo le citó en palacio para sermonearle. Le propuse entonces que se trasladara a Abu Dabi, donde podría ayudarle a encontrar trabajo y un piso”, explica en Reconciliación. Froilán tardó unos días en responder, pero finalmente aceptó.
Y, a partir de ese momento, según cuenta el exjefe del Estado, todo se transformó con sorprendente rapidez. Durante un tiempo vivió en la residencia de su abuelo, antes de instalarse en un pequeño estudio. “En apenas un mes sufrió una metamorfosis. Era una inmensa alegría verle florecer así. No dudaba de su potencial ni de sus capacidades, pero no me imaginaba que pudiera transformarse en tan poco tiempo”, escribe.
Juan Carlos define ese primer mes con un orgullo que aún hoy le emociona. Habla de un Froilán que disfruta de “su nueva vida, discreta y tranquila, lejos del foco mediático”. Y reconoce que la experiencia le dio una alegría inmensa: “Es una de las cosas de las que estoy más orgulloso. Le he quitado una preocupación a Felipe, y a la Corona, y he ayudado a la familia. Nada podría darme más satisfacción personal que tener a mi nieto, ahora un joven equilibrado y alegre, a mi lado. Solo necesitaba una oportunidad. Me alegro de haber podido dársela”.
La receta de los huevos de Juan Carlos I
La relación entre ambos, según relata, se ha fortalecido desde entonces. El joven suele visitarlo con frecuencia y comparten planes sencillos: una comida casera, un partido en televisión o largas conversaciones. El emérito confiesa que esos momentos se han convertido en un refugio cotidiano: “Los pequeños placeres de la vida. Nos tomamos mucho el pelo, el humor sigue siendo el mejor remedio para las tribulaciones de la vida. Es una virtud saber reírse de todo”.
El libro también deja espacio para detalles domésticos que humanizan la convivencia. Juan Carlos I reconoce con humor que su nieto “no sabe cocinar”, y explica cómo, en más de una ocasión, ha intentado enseñarle lo básico: “Intento darle consejos sobre cómo vestirse -¡en vano!- y sobre asuntos prácticos. Le explico: ‘Hazte unos huevos fritos, son buenos y fáciles. No olvides añadir un chorrito de aceite de oliva cuando calientes la sartén’. En mi vida anterior a mi cargo real, sabía perfectamente desenvolverme solo”. Una enseñanza que, afirma, resume algo más profundo: “Es esencial ser independiente”.
El padre de Felipe VI asegura que, por primera vez, siente que los roles entre ambos empiezan a invertirse. Froilán se preocupa por él, le pregunta cómo se encuentra y está pendiente de sus necesidades. “Es muy considerado conmigo. Me conmueve su preocupación. Hasta ahora, mi papel era cuidar de los demás. Ahora es él quien se preocupa por mí. Los papeles se invierten”, escribe con inusual ternura.

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