
La reina Victoria Eugenia está de plena actualidad gracias a la emisión de la serie Ena en TVE. Entre el legado de la esposa de Alfonso XIII destaca la creación de las llamadas ‘joyas de pasar’, una colección que la abuela de Juan Carlos I reunió y que ahora forman parte del joyero real.
Con la publicación en España de Reconciliación, las polémicas memorias del rey emérito, se ha revelado el gran secreto que guarda una de esas históricas piezas de Ena que actualmente sigue usando la reina Letizia. Se trata del collar de chatones que la esposa de Felipe VI luce en el retrato hecho por Annie Leibovitz.
En su relato, Juan Carlos comparte sus tiernos recuerdos de infancia con Victoria Eugenia: “Era como mi «abuela madre». La quiero mucho, la quise mucho. Todavía me emociono cuando pienso en ella y en su incomparable bondad”, confiesa.
Además, el emérito plasma en el libro las “vacaciones memorables” que pasó junto a sus primos en Vieille Fontaine, la casa de Gangan, como llamaban a su abuela, en Lausana. “Estaba muy unida a todos sus nietos. Nos contaba historias y le gustaba hablar con nosotros, pero no podías interrumpirla”, recuerda el exmonarca.
Fue allí donde la reina les hizo a sus nietos una confesión sobre su collar de chatones: “Nos confiaba como un secreto que, cada vez que necesitaba dinero, iba a la joyería a vender uno de los diamantes de su gran collar de dos vueltas, que luego sustituía por otro falso. Nadie sospechaba nada. Nos lo contaba todo riendo, sin un ápice de amargura”, afirma el emérito, revelando la historia oculta del collar que luego se dividiría en dos piezas, una de las cuales forma parte de las joyas de pasar de la reina.
Historia del collar de chatones
El collar de chatones tiene su origen en 1906, cuando el rey Alfonso XIII encargó a la joyería madrileña Ansorena una gargantilla compuesta por una treintena de diamantes grandes como regalo nupcial para Victoria Eugenia. El precio de compra original fue de 138.950 pesetas de la época.
Con el paso de los años, la pieza fue ampliada, convirtiéndose en un sautoir que llegó a sumar casi un centenar de chatones. Alfonso XIII mantenía la tradición de regalar nuevos diamantes a su esposa en ocasiones señaladas, como su cumpleaños o en Navidad, aunque esta costumbre cesó tras el exilio de la familia real en 1931. El collar fue tasado en las capitulaciones matrimoniales en 145.000 pesetas, lo que supone una diferencia de 6.050 pesetas respecto al precio inicial.
El exilio y el reparto de las joyas
Tras la proclamación de la Segunda República y la marcha de la familia real a Francia, la reina Victoria Eugenia se instaló en Londres. Con el tiempo, dividió el collar en dos hilos desiguales, que solía lucir juntos en grandes ocasiones. En uno de los codicilos de su testamento, Ena legó el tramo más extenso a su hijo Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona y padre de Juan Carlos I. Además, el conde de Barcelona recibió el resto de las alhajas que habían sido consideradas donaciones esponsalicias en el momento de la boda real. Estas piezas, junto a ornamentos de la infanta Isabel la Chata, pasaron a formar parte de las denominadas joyas de pasar.

Las joyas de pasar constituyen un conjunto de alhajas que, según la voluntad de Victoria Eugenia, deben pasar de jefe en jefe de la casa real española. Cuando Juan de Borbón renunció a sus derechos dinásticos en favor de su hijo en 1977, la condesa de Barcelona cedió las joyas a la reina Sofía. Posteriormente, tras la abdicación de Juan Carlos I en 2014, el conjunto pasó a manos de Felipe VI para el uso de la reina Letizia. Esta última ha lucido el collar de chatones en ocasiones señaladas, como en el retrato realizado por Annie Leibovitz.
La confesión de Juan Carlos I ha reavivado el debate sobre la autenticidad de los diamantes que componen actualmente el collar. Existen hipótesis sobre la posible venta de algunas piedras y su sustitución por réplicas, aunque no hay pruebas documentales concluyentes.
El análisis de fotografías históricas sugiere que la longitud del collar varió a lo largo de los años, lo que podría indicar la desaparición de algunos diamantes. En la preboda de la infanta Pilar en 1967, el collar largo parecía contar con 38 brillantes, mientras que el corto superaba los 27 que heredó el infante Jaime. Se barajan varias posibilidades: que algunos chatones fueran vendidos por Ena o sus herederos, que las réplicas se eliminaran antes de subastar el collar, o que la propia reina vendiera piedras en los últimos años de su vida. La incógnita sobre cuántos diamantes originales permanecen en la pieza sigue sin resolverse.
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