
Un llanto descontrolado en la cola del supermercado, una pataleta en un restaurante o unos gritos muy agudos a bordo de un avión. Las rabietas de los niños pueden aparecer en cualquier contexto y son algunas de las situaciones más frustrantes para los padres, quienes en muchas ocasiones no saben cómo lidiar con ellas. Sin embargo, estos intensos enfados pueden entenderse como una oportunidad no solo para educar, sino también para fortalecer el vínculo entre padre e hijo.
Las rabietas ocurren en los niños cuyo lóbulo prefrontal está en desarrollo, aunque este no se completa hasta los 20 o años. Esta parte del cerebro es la encargada de gestionar el control conductual, la personalidad y las capacidades cognitivas y se ubica en la parte más cercana a la cara. Entre el primer y el tercer año, los pequeños están adquiriendo las habilidades lingüísticas, por lo que las rabietas son una manera de comunicarse.
Los niños con rabietas gritan, patalean, empujan, pegan, muerden...Y luego se arrepienten, expone la pediatra Mar López en una entrevista con Infobae España. “No pueden controlarlo, es una expresión de rabia”, asegura. Estos enfados son más frecuentes entre los dos y los tres años, pero la doctora prefiere no generalizar: “Muchos padres tienen niños de un año que ya empiezan a mostrar su enfado o que incluso comienzan a hacerlo a los cuatro”. A medida que los pequeños aprenden a comunicarse verbalmente, estos episodios de rabia incontenible se reducen.
Las rabietas como forma de comunicarse
Los desencadenantes de las rabietas son tan múltiples como cotidianos. Para la doctora, que es conocida en sus redes sociales como @marlopez_pediatra, los principales factores son el hambre, el sueño o el cansancio: “Salen del cole y te los llevas a hacer recados cuando ellos están muy cansados. A veces no va a quedar otra, tienes que ir al supermercado y sabes que es difícil para el niño. Si tienen tres años, en el cole no les dejan hacer siesta, no es el parque y no pueden correr... Es probable que ocurra esa rabieta”.
Sin embargo, las rabietas son la forma que tienen los pequeños de comunicar algo, de expresarse. Por ello, la doctora López, junto con la psicóloga experta en crianza Laura Billón, imparte cursos para padres sobre cómo gestionar estos episodios de ira en sus hijos. En estas clases ambas trabajan especialmente la descarga de la rabia, en la que tratan de normalizar el sentimiento del enfado.

“Está de moda que en muchas casas existan normas como ‘no nos enfadamos’ o ‘si nos enfadamos, respiramos’. Al final los niños piensan que nadie se enfada, pero eso no es real”, expone la pediatra. El peligro de esta dinámica es que los niños aprenden a no enfadarse, a no expresar su sentimiento. “Yo siempre digo a las familias que el enfado es bueno porque significa que se sienten seguros para expresar lo que sienten. Un niño que no sabe si le van a querer estando enfadado no lo expresa”, asegura.
La represión del enfado puede tener consecuencias a largo plazo, como un sentimiento de frustración o de falta de confianza en uno mismo y en el entorno. En ocasiones, cuando una familia está desbordada, hay niños que se reprimen a sí mismos y “estallan” cuando la situación es más estable. En otras familias, la rabia no se tolera, se capa. Sin embargo, la pediatra opta por no generalizar, ya que puede darse el caso de niños que apenas tienen estos ataques de llanto, gritos y golpes simplemente debido a que son más tranquilos o que se expresan por otras vías.
El trabajo sobre la culpa de los padres
Uno de los pilares fundamentales en los cursos que imparten López y Billón es el trabajo con la culpa de los padres. El incesante flujo de información en redes sociales sobre psicología infantil suscitan dudas en los padres y madres sobre sus propios métodos de crianza.
La pediatra cuenta a este medio que son muchos quienes acuden a ella sintiéndose culpables por haber gritado a sus hijos en alguna ocasión. “Nosotras lo intentamos enfocar siempre desde un enfoque positivo, acompañando a las familias. La forma que recomendamos considero que es la ideal, porque nos basamos en bibliografía científica que recoge años de estudios psicológicos y terapias. Las rabietas terminan mucho más rápido y con amor, pero al final hay familias que quieren hacerlo de otra familia y prefieren capar el enfado porque consideran que es lo idóneo”, añade.
Para la pediatra, responder al grito de un niño con otro grito enfría la relación y puede causar problemas incluso hasta la adolescencia. “No es lo mismo que si un niño grita, tú grites, a que si grita, le digas que estás enfadado o incluso le hables en un tono bajo. Eso lo cambia todo”, concluye.
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